En una venta de píñatas los átomos son teatrales |
Nadie puede negar, salvo que
sea un mezquino, que el periodista Gustavo Ott (Caracas, 1963) es un triunfador
con todas sus letras en las lides teatrales. Lleva una década viviendo y
trabajando en Estados Unidos, donde es docente en Washington, además de haberse
convertido en “la quinta rueda” del Teatro Gala, destacada agrupación hispana
de la capital estadounidense. Y en medio de ese exilio voluntario- felizmente casado
y padre de una jovencita- ha proseguido escribiendo sus originales piezas y viéndolas
casi todas en la escena, bien sea en el Teatro General San Martin de Caracas (sede
de su grupo Textoteatro) o en otra salas, dentro y fuera de Venezuela. Es,
pues, dramaturgo exitoso sin lugar a dudas, que tiene una bonita colección de
premios por sus aciertos, además de los dólares ganados en justas competencias.
Un migrante voluntario que tiene todavía mucho que dar a las letras
hispanoparlante, porque además es novelista.
REPOSICIÓN
Advertimos esto porque ahora hemos
visto la reposición de su obra A un átomo de distancia (2011), estrenada en el Teatro General San Martín durante la
temporada 2016, según la puesta en escena que fraguó Rubén León. Este director
ha subrayado que con el remontaje 2018, donde participan Maria Brito, David
Villegas y Margareth Paola Aliendres, que es como “un thriller dentro
de un túnel envolvente”, se pretende hacer que los espectadores entren en una
especie de déjà vu con tensión, en un instante y con un
protagonismo del que no puedan evadirse; cada quien tendrá que formularse
respuestas y preguntas, buscar verdades pero también mentiras. “Me recuerda
mucho ese efecto del arte ingenuo que, de fondo y sin mostrarlo, guarda algo
devastador. Y en la mirada atenta, sostenida, aparece el macabro. Un macabro
hermoso y latinoamericano que contamina todo el espectáculo”.
A un átomo de distancia no es más la
saga de la desaparición de Alina, una niña de seis años, lo cual desencadena
una trama policial envuelta en memorias simultáneas y mundos paralelos que,
junto con el tema del abuso, el maltrato y el crimen, convierten a todos en
sospechosos y en culpables, aunque no lo sean. La pieza, que transcurre en
una piñatería, a lo largo de cinco actos o cuadros, durante tres días de
ficción teatral, permite que sus tres personajes (Luis, Teresa y Valentina) muestren las bondades y sus miserias típicas
de un típico mundillo tercermundista, quienes en sus diletantes charlas cotidianas,
como ha dicho Ott, “abordan uno de los temas más inquietantes de la ciencia y
la artes actuales: la naturaleza de la 'realidad', que ya no nos parece tan
segura, ni estable, ni confiable como pensábamos".
Es una pieza donde se coquetea con
los mundos paralelos, un tema muy frecuente entre los aficionados a la ciencia cuántica
y eso puede crear una cierta confusión entre la audiencia, pero cuando lo
atrape ansiará su desenlace, ya que se trata de la desaparición de una niña.
Hay que puntualizar que
A un átomo de distancia ganó el VIII Premio de Textos
Teatrales FATEX 2012, de Mérida, España. Fue editada por el Gobierno de
Extremadura, la Diputación de Cáceres, y FATEX, con prólogo de Miguel Murillo
Gómez y presentada en el Teatro López de Ayala de Badajoz, donde su autor recibió
el VIII Premio, dotado con 4.000 euros (5.232 dólares), el 24 de octubre del 2012.
VALIOSA GENERACION
Ott ha dicho que “todos los que escribimos hoy
hablamos sobre la belleza, y en esa belleza entran nuestras percepciones no
solo sobre el país sino además sobre la justicia, la libertad y el odio”, y
reiteró que el teatro criollo y especialmente su dramaturgia gozan actualmente
de grandes talentos, por lo que merece reconocimiento y apoyo de toda la
sociedad venezolana.
Para
la publicación TalCual, Ott comentó que él y otros intelectuales son testigos de la más extraordinaria y numerosa
generación de jóvenes artistas que haya tenido el teatro venezolano en toda su
historia. “Abarcan todos los ámbitos, especialmente la actuación y
dirección, pero también la dramaturgia, que de todos modos va de la mano con la
madurez. Pero ahí están y ni siquiera es posible nombrar algunos porque son
muchos. Son la dinamo del teatro venezolano y consecuencia de una escuela
venezolana con maestros de primerísima línea que si estuvieran en otro país
tendrían monumentos de gratitud. Estos chicos han nacido de la crisis y se
expresan con rigurosidad y técnica. Yo estoy maravillado como cuando miro por
el telescopio. De pronto, te das cuenta de que son más de lo que pensabas o
estabas preparado a admitir. Las estrellas, claro. Y ellos también. Esa
generación es superior a la mía y debemos hacer todo lo posible para ayudarla y
reconocerla”.
Y para silenciar rumores
malintencionados enfatiza que una obra que se estrene en Venezuela y que hable
sobre el Himalaya es, fundamentalmente, una pieza nacional. “Habla sobre el
país. Su metáfora está atada a su creador, su época, su vida. Además, los
espectadores, a través de las redes, también son participes de su tiempo y país
y están muy entrenados e informados. Viven a diario el discurso nacional,
político, dan sus opiniones, no necesitan que un escritor se las repita sobre
un escenario. Pero no hay que olvidar que todos los que escribimos hoy
hablamos sobre la belleza, y en esa belleza entran nuestras percepciones no
solo sobre el país sino además sobre la justicia, la libertad, el odio: los
grandes temas universales que son también locales y mucho. Siempre en tu época
más que en cualquier otra”.
EL MONTAJE
El espectáculo, que es
llevadero en sus 90 minutos, no deja oportunidades para distraerse o aburrirse
porque atrapa a la audiencia de principio a fin, gracias a la simplicidad de su
puesta en escena y a la veracidad de sus actores con sus impactantes personajes.
La clave de un buen espectáculo teatral es que el cuento este bien echado, tal
como ha sido practicado desde los antiguos griegos hasta los tiempos presentes.
Su trama, con la patética desaparición de una niña, y la extraña actitud de un
personaje, atrapa a la audiencia, que sale beneficiada por la habilidad actoral
de los comediantes ahí involucrados. No hay tiempo para distraerse, a pesar de
que el espacio escénico sufre cambios o alteraciones ante la vista del público.
De Maria (Teresa) y David
(Luis) no hay nada nuevo que decir, salvo que ya son auténticos veteranos con
los personajes que les ha escrito Ott, pero quien que si nos sorprendió fue
Margareth Paola (Valentina), a quien nunca habíamos visto en las tablas; es
todo un prospecto de primera actriz.
La pieza tiene su moraleja y es
que este mundo repleto de dudas o de ambivalencias no hay inocentes, todos
están para ser examinados porque un asesino brota en cualquier instante, todos
están bajo investigación.
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