El monólogo, la más antigua manifestación teatral de la cultura occidental, donde el espectáculo únicamente tiene a un intérprete, reinó durante una semana en Caracas y otras ciudades, como Maracaibo, Coro, Guanare, Mérida, Ciudad Bolívar, Porlamar, Cumaná, San Felipe y Barcelona. Gracias a calificados comediantes foráneos y venezolanos, fue posible la realización del Primer Festival Internacional del Monólogo, entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre, evento realizado por Gerardo Piñero y Denis Ayala para el Ministerio de Cultura y el Conac.Hay que recordar a las actrices y los actores que lo hicieron posible, tales como Norma Aleandro (Argentina), Fanny Mikey (Colombia), Juan Sasiaín (Argentina), Arturo Rossel (Chile), José Antonio Alonso (Cuba), María Beatriz Vergara (Ecuador) y Lieve Delanoy (Bégica); así como los venezolanos David Villegas, Ezequiel Patiño, Omar Gonzalo, Michel Labarca, Ricardo Nortier, José Antonio Lugo, Alberto Rowinsky, Aníbal Grunn, Sol Sosa, Carlos Márquez y Mimí Lazo. La mayoría de ellos se exhibieron en varias ciudades, mientras que otros sólo pudieron verse en Caracas.
La importancia de este evento, más allá de lo artístico, ya que había actrices de prestigio internacional, como Norma Aleandro y Fanny Mikey, está en la respuesta multitudinaria de los amantes del teatro, no sólo en la capital sino también en la provincia, donde se peleaban por ingresar a las salas teatrales y llegaron incluso a exigir funciones posteriores.
¿Qué por qué el público acudió en masa a la convocatoria del festival de monologuistas?
Hay múltiples respuestas, pero la más creíble y fácil de comprobar, sin caer en diletantismos socioculturales, es que el público no tenía que pagar nada, salvo soportar las colas y correr el riesgo de no poder ver el espectáculo porque el aforo del local estaba full. Solamente en los ya tradicionales festivales internacionales de teatro de Caracas, se había visto algo igual: la audiencia asaltando las puertas de los teatros para exigir su derecho “a ver a los ingleses o los chinos”, y llegando incluso a confundirse con el otro público que sí había pagado, convirtiendo en un divertido sainete su ingreso a los montajes. Trompadas, además de insultos, y arremetidas de los cuerpos policiales han sido los aderezos de algunos de esos eventos.
¿Qué por qué era gratis?
Porque el productor general del evento, el Gobierno, por intermedio del Ministerio de Cultura, o sea su titular Francisco de Asís Sesto Novás, así lo decidió.
¿Está bien que el Gobierno regale los espectáculos?
Sí, si también lo hace con la comida, la atención médica y las medicinas, el teatro también debería ser obsequiado. Lo único malo, por así decirlo, es que crea un precedente: los amantes del espectáculo no van a querer pagar nada en los eventos venideros, como el XVI Festival Internacional de Teatro de Caracas, para el cual ya fue aprobado un millardo de bolívares.
¿Se convertirá en una norma que el teatro financiado por el gobierno tendrá puerta franca de ahora en adelante?, es la picante interrogante que ahora queda en el aire.
¿A qué costos se hizo este festival?
No sabemos exactamente lo que cobraron los artistas visitantes, ni los nacionales, aunque algunas fuentes extraoficiales, dignas de crédito, nos aseguraron que se les pagó entre 5 y 10 mil dólares a los foráneos y unos dos millones de bolívares a los criollos, además del transporte, hoteles y comidas. Los lectores pueden hacer sus cálculos, porque estas cifras son aproximadas. ¿Gasto o inversión?
Los mejores
Imposible disfrutar de todos los monologantes.Ya habíamos visto a Aníbal Grunn con A tu memoria, hermoso y además desgarrador trabajo que desde esta semana ahora se mostrará en el Ateneo de Caracas, así como también Omar Gonzalo con el histórico performance El diario de un loco; lo mismo que a David Villegas en Bandolero y Malasangre; Ricardo Nortier con su excelente Apuntes de cocina de Leonardo Da Vinci, lo mejor que ha hecho en Venezuela y, por supuesto a Mimí Lazo con El aplauso va por dentro, veterano montaje que se estrenó en la temporada de 1996 y que aún sigue en escena, con notables cambios. Los inéditos o nunca antes vistos fueron los espectáculos de Norma Aleandro y Fanny Mikey, Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor y A Fanny lo que es de Fanny. Ellas son unas verdaderas leyendas en la escena, en la televisión y el cine de sus países, además de haber ganado varios premios internacionales
Monte de Venus
Las primeras actrices Norma Aleandro (69) y Fanny Mikey (76) nacieron y realizaron sus carreras artísticas, en buena parte, en Argentina. Son amigas y además están unidas por sus abiertas y valientes conductas políticas contra las tiranías de cualquier tinte político. La primera, quien conoció a Caracas porque su amigo Carlos Giménez, la trajo a presentar su unipersonal Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor, en los años 70, retornó a Venezuela para mostrar otro monólogo, aunque tenía el mismo título. Su exhibición en la Sala Ríos Reyna fue apoteósica. Dio una clase de actuación como nadie lo había hecho antes en ese escenario: pasaba, con una velocidad increíble y una verdad actoral casi de mito, de una mocita de 15 años a una virgen anciana de 100, y lo que hacía era manejar su cuerpo y cubrirse o descubrirse la cabeza con una mantilla. Ella, que es, por supuesto, toda una tradición del mejor teatro argentino, usó textos clásicos y otros de reciente factura. Con Fanny Mikey, que además es la promotora teatral más importante de Colombia, el asunto fue diferente.Ella era su propia obra. Su monólogo A Fanny lo que es de Fanny, cuyo título lo dice todo, está centrado en su biografía, en su paso alucinante por el mundo del teatro y del espectáculo en Argentina y en Colombia, especialmente en Bogotá.Tiene un desparpajo y una gracia única para decir las cosas más difíciles, como que es una judía que adora a la Virgen María, o que pensó o que hizo cuando se tuvo que afeitar, por primera vez, su Monte de Venus, y otros detalles íntimos como ese. Su show, muy dentro de lo que se conoce como café-concert, tiene algunos contactos con el público para interactuar, y por eso fue que, en la Sala José Félix Ribas, actuó y contó una anécdota que le ocurrió en el violento Medellín, cuando Pablo Escobar Gaviria, que aún vivía y disfrutaba de uno de sus espectáculos, no quería soltarle una de sus retadoras piernas, pero aquí al materializar esa situación lo hizo, sin saberlo, con nada más y nada menos que “Farruco” Sesto, sonriente caballero que estaba en la primera fila de la sala. Cuando él se identificó, ella se perturbó un poco, pero el espectáculo prosiguió y así contó varias escenas de su vida,declamó a Pablo Neruda, bailó tango y salsa y al final dijo a la audiencia, ya atrapada en su seno, que los venezolanos no debían olvidar que Bogotá está a menos de dos horas de vuelo y que allá los esperaba con su X Festival de Teatro Iberoamericano, en marzo y abril del 2006.
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