El monólogo, la más primitiva o la más antigua forma o expresión del arte teatral, está generando estragos estéticos y de audiencia en Caracas y otras ciudades.Ya no son las actrices las únicas que monologan y arremeten con sus patéticos personajes, siempre femeninos, contra las bárbaras costumbres de la civilización occidental contemporánea, que ha intentado convertirlas en simples objetos del deseo y en máquinas para la prolongación de la especie, como lo ha exhibido Mimí Lazo desde hace 10 años con El aplauso va por dentro y ahora, además, lleva 24 meses más con No seré feliz, pero tengo marido, imponiendo históricos récords de taquillas y audiencias. Ese éxito ha generado insólitas manifestaciones de “verdes envidias” entre los teatreros, quienes al parecer ignoran que de cada diez espectadores, siete son mujeres; estadística que les invito a comprobar y así sacar conclusiones prácticas.
También hay actores que encarnan a personajes masculinos en situaciones críticas, tal es el caso de Omar Gonzalo y su contemporánea creación de El loco, y Aníbal Grunn con A tu memoria , amarga y poética reflexión sobre la vida de los segundones de las compañías teatrales, la cual a su vez le permite evocar al desaparecido director Carlos Giménez. Pero el caso menos corriente es la reaparición de Franklin Virgüez encarnando al travesti “Susanita Pons”, del estridente espectáculo Mister Juramento/Un homenaje a Julio Jaramillo, el cual hace temporada en la Casa de Rómulo Gallegos.
Franklin Virgüez (Barquisimeto,1953) es un verdadero animal de teatro, tiene condiciones físicas y culturales cultivadas y además maneja registros recios para encarnar característicos fuertes y violentos. No hay dos actores de su prototipo ni de su edad como él en estos momentos. Por la conducta racista en algunos canales de televisión, él, como también sucede con otros comediantes (y no abordamos el caso de las actrices de “color”, para no extendernos) no blancos ni catires, no es protagonista de las telenovelas; siempre le adjudican papeles segundones y de poca valía. Pero eso no ha impedido que él crezca como intérprete e incursione con éxito en unas cuantas piezas teatrales, especialmente con Mister Juramento, texto que escribió y dirigió Néstor Caballero hace más o menos diez años.
Mister Juramento es la melodramática historia de un travesti, “Susanita Pons”, de los años 50, que hacía la calle en los tiempos del perezjimenato y además conoció al bolerista Julio Jaramillo, mítico personaje que se convirtió en su protector. La historia real de tan sensible personaje la conocía Virgüez y la contó primero a José Ignacio Cabrujas para que la hiciera teatro, aunque Caballero fue el que pudo lograrlo.Sin lugar a dudas que “Susanita Pons” es otro de esos fantásticos seres de la larga e iredenta noche latinoamericana, quienes han vivido en bares, discotecas y burdeles, o en las avenidas de las principales ciudades. Seres míticos que no han sido redimidos por ninguna sociedad y se han convertido en símbolos de una supuesta perversión, que no es tal. Virgüez ha querido humanizar a “Susanita Pons” y utilizarla como metáfora para abrir un debate intelectual sobre tales mariposas noctámbulas. ¡Tarea hercúlea, pero no imposible!
En cuanto a este tercer montaje, -antes los resolvieron Caballero y Roberto Stopello-, ahora encomendado a Daniel Uribe, tenemos unas cuantas reservas. Se le ha quitado al actor toda posibilidad de interactuar con el público, de armar una fiesta con la audiencia y hacer improvisaciones, de romper el hielo que siempre existe en este tipo de espectáculos, y eso no ayuda en nada al actor, porque lo hace monocorde e incluso hay momentos en que hasta desfallece. Nunca puede haber atmósferas dramáticas en escena, siempre tiene que cundir la alegría, aunque sea amarga, porque no es una tragedia.
En síntesis, este texto no ha tenido suerte con sus montajes. Hasta ahora se ha quedado en el mero aporte del autor. Hace falta un director audaz y creativo. Tiene Franklin Virgüez el reto de proseguir, pero con mayor teatralidad, porque “Susanita Pons” se lo merece.
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