-¿Está en París para disfrutar de la beca que le dieron?
-El próximo 18 de Febrero el teatro de los Quatiers D’Ivry de París presentará mi pieza Dos amores y un bicho (Deux Amours et une pettie bette) dirigida por Elisabeth Chailloux y al día siguiente, presentarán Photomaton (Fotomatón), también dirigida por Chailloux. A París he venido gracias al concurso para artistas del Réccollets. Se trata de una residencia para creadores, a unos metros del Gare D’Est, patrocinado por la Alcaldía de París y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia. Aquí escribo una nueva pieza, un guión cinematográfico para José Ramón Novoa y un par de cosas más. Esto de las Residencias del Récollets es uno de esos proyectos por los que París es tan conocida: por su apoyo a los artistas. Ofrecen un apartamento en lo que fuera el antiguo Convento de los Recoletos, con todo lo necesario para que, sin problemas, desarrolles tu obra. Se trata de un sitio histórico, construido en el siglo XVIII, con un parque y un ambiente privilegiado para el creador. Estamos unos 20 artistas de todo el mundo, entre pintores, músicos y escritores. Además, el concurso incluye la traducción de mi obra Tu ternura Molotov al francés, a cargo de Francoise Thanas. Estas son cosas casi exclusivas de franceses: pagarte y consentirte para que escribas. Pocos admiran tanto el trabajo del creador como esta gente. Estaré aquí hasta mediados de marzo.
-¿Otros estrenos foráneos?
-En México por estos meses hay dos estrenos: Fotomatón y Tu ternura Molotov, en DF. En abril estaré en Ohio para el estreno mundial de mi última pieza, 120 Lives x minute, puesta en escena en inglés por Otto Minera. Esta es una obra por encargo y que toca el tema de la catástrofe y la poesía. Es quizás mi obra más nacional, con el artista cinético Jesús Soto como personaje principalísimo. En abril también estaré en Argentina para el estreno de Tu ternura Molotov, puesta en escena por el Celcit y regreso por Bahía, Brasil, para ver el montaje de Divorciadas, evangélicas y vegetarianas que lleva cuatro meses en escena.
-¿Cuál es su diagnóstico del teatro criollo?
-Nuestro teatro está muy por encima de las instituciones que lo sostienen y eso es sano. Sin embargo, hay que decir que el discurso sobre las artes escénicas en Venezuela no presenta la misma preocupación que, por ejemplo, todo lo que se dice y hace desde el Ministerio de Cultura sobre música, museos o el libro. Tampoco ese nivel lo tienen los mismos creadores, casi siempre empeñados en su promoción y distinción sobre los otros, mostrando carencias ya graves para un artista de hoy. En teatro comenzamos a estar marginados desde el mismo lenguaje, nos echan a un lado en los sustantivos, los adjetivos se encarecen, nuestro discurso se hace sin futuro condicional.
Ott afirma que a pesar de todo eso, “el teatro venezolano allí está, se sigue haciendo y pide desesperado que le hagan caso. No sólo en los recursos, la inversión del Estado y de su público, sino en el diseño mismo de estrategias. Hay carencias épicas, como en las infraestructuras, las ediciones, traducciones, eventos, en la reivindicación de su espacio en Latinoamérica. Cuando uno sale de Caracas este tipo de concursos como el Recollets o Questiers d Ívry, te toca competir con autores de Chile, Argentina, México, España, que tienen todas las escenas copadas del continente, incluso en nuestro propio país, donde parece que desvela a nuestros grupos producir y apoyar todo lo que se hace fuera, sobre todo, con apoyo institucional. Y es así no porque su obra sea mejor- es tan buena como la nuestra hay que decirlo- sino porque cuentan con el apoyo institucional, desde ministerios a embajadas, empresas, en fin”.
Apunta que la difusión de las obras forma parte de la estrategia no solo cultural sino informativa, multipolar, de contraofensiva, de sus países. “Nosotros vamos no sólo en dirección contraria a todos ellos, sino en una clara situación de desventaja a estos encuentros y se nos nota al final: menos influencias, menos contactos, invitaciones, foros, festivales, menos traducciones, menos premios, menos presencia en la escena del mundo. Y soy de los pocos que puede decir esto sin rencor alguno porque mi obra forma parte de esa competencia. Está participando y a veces, hasta gana”.
-¿Al terminar su visita a Francia para donde se marcha el caballero?
- Regreso a Caracas en Semana Santa y realizo el estreno mundial de Pony, mi última comedia, en el Teatro San Martín. Una obra sobre el tema del engaño y la familia en el contexto de las elecciones. Una pieza que hará varios guiños, entre macabros y graciosos, pero todos necesarios en este 2006 donde el engaño no es sólo el plato impuesto sino también el deseado por todos. Y en Caracas sigue Bandolero y malasangre, espectáculo con el cual viajaremos a varios eventos internacionales.
-¿Ha servido de algo la puesta en la página web de su obras?
-Internet parece creada muy especialmente para la difusión del teatro. Lo que no funciona en Internet para la novela, el relato o el ensayo, se convierte en una herramienta especial para el libreto teatral. Los grupos tienen acceso directo a la pieza, la bajan, tienen el libreto para leerlo entre los actores y eso facilita su puesta en escena. A los autores de teatro nos interesa que nos monten, más que nos lean. Esa facilidad de acceso a la obra de teatro sigue estando allí y debe ser utilizada por el autor. Además, es una herramienta libre e independiente que no depende de medios de comunicación o instituciones públicas. La obra se encuentra directamente con el interesado. Está en sus posibilidades su propia difusión.
Puntualiza que en dos años y medio han bajado de su sitio web: www.gustavoott.com.ar
-¿Cómo está el teatro francés actual?
-La tradicionalmente intensa actividad francesa es cada vez más ecléctica, innovadora y masiva. La cartelera está abarrotada y lo mejor, con público. Contrariamente a lo que creemos nosotros –y sin dudas, contagiados con la idea de Broadway y el teatro comercial- este movimiento tan apasionado y atractivo sí es producto de una fuerte inversión del Estado. No sólo en la formación, sino en las infraestructuras y en el apoyo a los proyectos, las traducciones y su proyección. Los teatros de la Cartucherie, donde se ubica el legendario Teatre du Soleil de Moushckine, además de La Tempete, son una excitante prueba de ello. Estos teatros, unas 12 salas actualmente, fueron ubicados en las afueras en lo que era antes instalaciones militares, barracas sin más. O el proyecto “Estage”, que reúne producciones con actores desempleados. No hay teatro comercial que quiera o le interese hacer este gasto. Esto es sólo resultado de una desinteresada e histórica visión escénica del Estado. En la capacidad que tengamos para resistir los gustos más superficiales del público está la posibilidad de hacerle encontrar lo mejor de sí mismos. Y es ahí donde está lo mejor de nuestra cultura. Ese público nuestro que es capaz de conmoverse con el mejor cine del mundo es tratado, desde el teatro comercial venezolano, como si fuera imbécil. Y lo peor es que asume su pose.
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