El teatro para el maracayero Isaac Chocrón comenzó cuando Romeo Costea (Braila, Rumania, 1922), durante en la temporada caraqueña del 1959, le montó Mónica y el florentino. Antes, en el 1956, publicó Pasajes, su primera novela. Desde entonces no ha parado, nadie ni nada lo ha podido detener en su carrera de escritor de éxitos. Y ahora que marcha hacia su septuagésimo sexto aniversario, el próximo 25 de septiembre, ha disfrutado en la escena su más reciente texto: Los navegaos, dirigido con mucho respeto y aplomo por Michel Hausmann (24 años), apuntalado en las correctas actuaciones de los veteranos Javier Vidal y Juan Carlos Gardié, y los jóvenes Juan Carlos Alarcón y Annabelle Brun, todos dentro de un dispositivo escenográfico hiper-realista y con olor a cebolla y condimentos culinarios, creado por Edwin Erminy
Para comprender o digerir bien este montaje de Los navegaos que ahora plena la sala del Teatro Trasnocho, hay que recordar, como escribe el poeta Leonardo Padrón, que Chocrón es uno de los pocos venezolanos que pudo elegir lo que iba a hacer con su vida. Eligió el teatro, quizás, porque, como dijo Oscar Wilde, "es inmensamente más real que la vida". Eligió su propia manera de ejercer el amor. Eligió renunciar a una carrera académica para casarse con su propia imaginación. Eligió la escritura como oxígeno de sus pulmones, pero sobre todo eligió no traicionarse jamás. "Desde entonces, desde ese siempre, no ha dejado de provocarnos con sus mas de 20 obras de teatro, sus siete novelas y sus libros de ensayos". Pero, además enseñó, que siempre tenemos dos familias: con la que se nace, la sanguínea, y con la que elegimos, a partir de la amistad y de los afectos.
Los navegaos no es más que la saga de dos hombres mayores, Juan (Vidal) y Brauni (Gardié), por encima de los 60 años, o sea en el proceloso camino de "los envejecientes", cuya paz del retiro en su casa de la isla Margarita es alterada por la repentina visita de un familiar -Parol (Alarcón), mudo, pero no sordo, además- y por la materialización del fantasma de la muerte, la cual esperaban para más adelante, pero llegó y sin anunciarse. Hay además en el espectáculo un símbolo que advierte sobre el final de sus vidas, como es el corte de unas trinitarias que amenazan derrumbar los muros de ese refugio de la pareja de amantes, que eso fueron durante algo así como 40 años, ahora convertidos en amigos hasta el final, y está además la básica presencia de una cachifa o mujer de servicio, Luz (Annabelle Brun).
Esos cuatro personajes crean situaciones cómicas por lo que hacen, más no por lo que dicen, y le dan un ritmo entretenido al espectáculo, especialmente por los intentos del mudo de hacerse comprender por los otros y por los espectadores, como es lógico. No es frecuente en el teatro encontrarse con un personaje con limitaciones como el mudo Parole. Romeo Costea, por cierto, subraya que el rumano Eugene Ionesco con Las sillas y el francés Anatole France en La esposa muda utilizaron entes teatrales con esa falencia.
Con respecto a Los navegaos hay que advertir que en ella de nuevo recurre a todas sus tradiciones estilísticas teatrales, desarrolladas a lo largo de su veintena de piezas, en cuanto a la temática, los conflictos, la pureza del lenguaje y, fundamentalmente, el mensaje que quiere hacerle llegar al publico por intermedio de interrogantes que el mismo debe responderse. El público, para el cual siempre se trabaja, ríe a mandíbula batiente de las tragedias de la pareja de "envejecientes" y el drama del mudo. ¿Por qué? ¿Será que piensa que eso nos le pasará o es que nunca vieron a un sordomudo con su peculiar ballet de manos y sonidos guturales haciéndose comprender de sus iguales y captando además las miradas de los curiosos?
¿Es frívola esta nueva obra de Chocrón? No, hasta ahora el teatro de Chocrón está siempre envenenado, tiene contenidos duros o pesados para que el público los descubra, los saboree y termine aceptándola. Ya lo hizo con Okey, La revolución, Mesopotamia, Escrito y sellado y Solimán, el magnífico, entre otras piezas. La vida dura con la familia sanguínea, la pasión y el amor con la familia elegida, la resistencia para seguir viviendo y la muerte como conclusión de todo lo hecho y de lo no realizado también, han sido sus fantasmas. Y él los ha llevado a la escena. Por ese ha terminado siendo el patriarca del teatro venezolano.
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