Los críticos evaluamos lo hecho o lo visto sobre la escena y no precisamente lo que no está o no aparece en el espacio escénico. Decimos esto en ocasión de haber presenciado la representación de Golondrina (Swallow). Que no es ni lo uno ni lo otro. No es chavista ni antichavista. Es una tragedia contemporánea a la venezolana sobre el poder y los seres afectados por su nefasta influencia. Nos referimos al espectáculo que Aminta de Lara Rojas escribió y dirigió en el Teatro La MaMa E.T.C., de Nueva York, donde estuvo exhibiéndose hasta el pasado 24 de junio.
Aminta plasmó la tragedia de dos mujeres, con más de 40 años, reunidas en el apartamento de su padre, quien las ha convocado para que lo ayuden a bien morir, pero ya es tarde. Comienzan un alucinante exorcismo de sus infancias y juventudes, haciendo énfasis en la violación a que fueron sometidas por su progenitor, la cual desencadenó la fractura del hogar. Todo este encuentro se realiza en un espacio donde llegan los ruidos de una manifestación popular y además brota el tema político, ya que una es antichavista y la otra indiferente. El colofón es la segunda muerte del progenitor porque ellas lo asfixian para tomar venganza por lo ocurrido y nunca olvidado. ¡Tragedia eterna!
Pudimos leer la pieza antes de su representación en esa histórica salita (99 sillas) de Manhattan y teníamos miedo que la puesta en escena rompiese la verticalidad del texto que habíamos devorado y nos tocara presenciar otro panfleto más contra el chavismo o a favor del actual gobierno que comanda el presidente Hugo Rafael Chávez Frías desde el 2 de febrero de 1999, una reiterada manifestación más a favor o en contra de ese cúmulo de proyectos y realizaciones, o fracasos, que los sociólogos califican como “Efecto Chávez”.
Pero no fue así. La autora está más allá de las eventualidades sociopolíticas de su patria (nació en Caracas hacia 50 años) y lo que pensó y escribió, además de haber exhibido con perfecta corrección, es un alegato contra el poder o el mando de un líder o una sociedad en cualquiera de los países de este continente. Su texto es un alegato anarquista contra un sistema social donde las relaciones familiares coartan la libertad, en todos sus niveles, de sus miembros o integrantes, especialmente si son mujeres. Es un ataque vitriólico contra al machismo o el falocrentismo que impera a lo largo y ancho del planeta. Esta es la primera reflexión que hacemos sobre esta obra de Aminta. Se trata, pues, de su más perfecta pieza, de ideología ácrata y que está en conexión con un actual movimiento universal de los pueblos cansados de la represión indiscriminada que se ejerce desde los hogares y se agiganta en el resto del sistema social donde se viva o participa. Por supuesto que tal tendencia anarquista de la humanidad pensante es milenaria y periódicamente se manifiesta.
El montaje, que descansa en la justa perfomance de Diana Chery y Aminta de Lara, conmueve por la entrega de sus interpretes, todo eso en medio de una atmósfera patética lograda por la música, los sonidos y las imágenes o gráficas que rememoran pasadas manifestaciones políticas venezolanas. ¡Es el primer teatro venezolano sobre el Efecto Chávez!
Aminta plasmó la tragedia de dos mujeres, con más de 40 años, reunidas en el apartamento de su padre, quien las ha convocado para que lo ayuden a bien morir, pero ya es tarde. Comienzan un alucinante exorcismo de sus infancias y juventudes, haciendo énfasis en la violación a que fueron sometidas por su progenitor, la cual desencadenó la fractura del hogar. Todo este encuentro se realiza en un espacio donde llegan los ruidos de una manifestación popular y además brota el tema político, ya que una es antichavista y la otra indiferente. El colofón es la segunda muerte del progenitor porque ellas lo asfixian para tomar venganza por lo ocurrido y nunca olvidado. ¡Tragedia eterna!
Pudimos leer la pieza antes de su representación en esa histórica salita (99 sillas) de Manhattan y teníamos miedo que la puesta en escena rompiese la verticalidad del texto que habíamos devorado y nos tocara presenciar otro panfleto más contra el chavismo o a favor del actual gobierno que comanda el presidente Hugo Rafael Chávez Frías desde el 2 de febrero de 1999, una reiterada manifestación más a favor o en contra de ese cúmulo de proyectos y realizaciones, o fracasos, que los sociólogos califican como “Efecto Chávez”.
Pero no fue así. La autora está más allá de las eventualidades sociopolíticas de su patria (nació en Caracas hacia 50 años) y lo que pensó y escribió, además de haber exhibido con perfecta corrección, es un alegato contra el poder o el mando de un líder o una sociedad en cualquiera de los países de este continente. Su texto es un alegato anarquista contra un sistema social donde las relaciones familiares coartan la libertad, en todos sus niveles, de sus miembros o integrantes, especialmente si son mujeres. Es un ataque vitriólico contra al machismo o el falocrentismo que impera a lo largo y ancho del planeta. Esta es la primera reflexión que hacemos sobre esta obra de Aminta. Se trata, pues, de su más perfecta pieza, de ideología ácrata y que está en conexión con un actual movimiento universal de los pueblos cansados de la represión indiscriminada que se ejerce desde los hogares y se agiganta en el resto del sistema social donde se viva o participa. Por supuesto que tal tendencia anarquista de la humanidad pensante es milenaria y periódicamente se manifiesta.
El montaje, que descansa en la justa perfomance de Diana Chery y Aminta de Lara, conmueve por la entrega de sus interpretes, todo eso en medio de una atmósfera patética lograda por la música, los sonidos y las imágenes o gráficas que rememoran pasadas manifestaciones políticas venezolanas. ¡Es el primer teatro venezolano sobre el Efecto Chávez!
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