Murió vivo y legó vasta obra literaria que lo sobrevive. Era José Ignacio Cabrujas (Caracas, 17 de julio de 1937/Porlamar, 21 de octubre de 1995) un vitriólico y original intelectual que amó demasiado a esta Tierra de Gracia y quien sí enseñó las claves de su método, cabrujiano, para interpretarla. El crítico Leonardo Azpárren, auspiciado por la Universidad Simón Bolívar, adelanta la compilación de toda su obra teatral, pero mientras llega ese hercúleo trabajo para disfrute de tirios y troyanos, la periodista y escritora Yoyiana Ahumada entrega la publicación El mundo según Cabrujas, un compendio de 320 páginas, impresas por Editorial Alfa, con textos ineludibles que recogen las impresiones de una de las intelligentzias más complejas y brillantes del siglo XX criollo. Ahí reposa una parte de la consecuencia del periplo intelectual y humano del legendario autor de El día que me quieras, Acto Cultural y Profundo, para citar algunas piezas memorables de ese mural de la Gran Venezuela que nos enseñó a conocer y amar. Pero dejemos que sea esta apasionada trabajadora cultural quien revele más detalles sobre esta joya literaria nacida de un acto de amor.
-¿Cual es la estructura de El mundo según Cabrujas?
- Inicialmente mi libro se llamaba A ver el mundo según Cabrujas, pero como una vez su viuda, Isabel Palacios, dijo: “es que como él guionizaba la vida, su columna debería llamarse El mundo según Cabrujas”. Yo tomé esa sugerencia y así ha sido editado. Es un viaje por las claves que lo fueron construyendo como autor, no como dramaturgo, aunque son las mismas, y todo parte de allí, de su concepción teatral del mundo, que puede verse en sus crónicas, en sus ensayos a mano alzada. En este libro partimos de sus primeros artículos publicados bajo el seudónimo de Sebastian Montes en la revisa Punto en Domingo; luego su paso por el Sádico Ilustrado, hasta llegar a El Diario de Caracas, como dije; varios de sus ensayos, unos conocidos como El Estado del Disimulo, otros serán una grata sorpresa por ser prácticamente desconocidos. Así mismo le dedicamos un capitulo a la ciudad en Cabrujas porque para el además de su escenario de creación como espacio físico, es el imaginario de su obra y ocupa un lugar fundamental en su reflexión sobre la provisionalidad y el mientras tanto. Finalmente el libro tiene dos estupendas entrevistas hechas a Cabrujas por Milagros Socorro, sobre su ars poética y sobre sus ideas políticas por Rafael Arráiz Lucca. Y el cierre son voces de la sociedad venezolana hablando de su Cabrujas.
- ¿Por que insiste en escribir sobre la vida y obra de Cabrujas?
-Definitivamente creo en que los hallazgos sobre las ideas de alguien, y me refiero a un escritor o un artista, solo se producen cuando un investigador se obsesiona con un autor, y eso es exactamente lo que me ha sucedido a mi. Desde mi tesis de Magister Literarae en la Universidad Simon Bolívar, hasta los artículos que he escrito, los seminarios etcétera, me han permitido descubrir claves cabrujianas sobre una de las intelligentzias más completas del siglo XX venezolano como lo fue, o lo sigue siendo la de José Ignacio Cabrujas.
-¿Considera que las nuevas generaciones deben conocer su pasado y estudiarlo como modelo a seguir?
-Jamás como un modelo, eso lo espeluznaría y mucho se cuidó de que no se le percibiera así. De hecho en su permanente juego dialéctico, y su brillante juego paródico, siempre marcó distancia con voces como la de Arturo Uslar Pietri, que fungía de una especie de oficiante del “deber ser” del venezolano. Cabrujas rompió con el modelo del intelectual distante del país, del venezolano de a pie y se puso de tú a tú con él. Creo que las nuevas generaciones deberían estudiarlo para comprender las claves del fracaso del proyecto de Venezuela como país, para profundizar en los tópicos sobre los cuales hemos construido la idea de la venezolanidad y el por qué de nuestras taras: la provisionalidad, la distancia entre las instituciones y el individuo; el fracaso de esas propias instituciones, el concepto del Estado Mágico; el país como lugar de paso, la ciudad del “mientras tanto y por si acaso”, el redentorismo entre otras. Comparto lo de que dice el escritor Alberto Barrera Tyzka en cuanto a que El Estado del Disimulo, una entrevista realizada en el marco de la Comisión para la Reforma del Estado (1987) debería ser un texto fundamental en el bachillerato.
-¿Es la única venezolana que se ha entregado a esa tarea?
-Seguramente habrá muchas otras personas a quienes le interese estudiar a Cabrujas, basta con abrir Internet y googlear, te encuentras con varios autores que lo han estudiado desde diversos puntos de vista. Siendo justos, mi inspiración como siempre ha partido de otros, además del propio Cabrujas y quiero nombrar al profesor Francisco Rojas Pozo y su libro extraordinario Cabrujerías; menciono a críticos como Rubén Monasterios y Carlos Herrera, y seguramente muchos otros que olvido, pero que también han indagado en la obra de Cabrujas. El tema es que, como ya dije antes, yo me obsesioné en el mejor sentido de la palabra. Creo en la memoria como ejercicio fundacional y la desmemoria es una de nuestras taras a las que debemos combatir. Con este trabajo que he hecho, queda una huella impresa y sus trabajos e ideas al alcance de todos los lectores.
-¿Vale la pena recordar a Cabrujas, cuando en su propio país no lo montan con la frecuencia que se merece?
-El hecho de que no lo lleven a escena es un tema que habría que preguntarse, y siempre me ha llamado la atención que salvo Profundo y por supuesto su obra más famosa, El día que me quieras, sean las únicas que se hayan montados una y otra vez. El Trasnocho Cultural ha hecho un homenaje a través de lecturas dramatizadas pero hasta ahí llega, quizá sea un tema de que su dramaturgia se produjo al amparo de un sistema cultural amplio, diverso, y en varios “subsistemas” el Teatro Universitario, EL Nuevo Grupo, La Compañía Nacional y finalmente el Teatro del Paraíso. Pienso en una obra como Acto Cultural (mi favorita) que hoy día tiene mucha vigencia, mucho que decirle al país sobre este proyecto cultural que a troche y moche se quiere imponer al país. Me refiero al anacronismo de la cultura endógena de pájaros guarandoles, y chiriguares, de un teatro político mediocre; y marcado por una orientación del “prolet kult”. Creo en la resistencia cultural e insisto ir en contra de la desmemoria.
-¿Qué es lo verdaderamente importante de Cabrujas: sus técnicas o sus argumentos?
-Creo que por eso Cabrujas me apasiona en primer lugar porque desde el punto de vista dramatúrgico es un genio que combina con maestría el manejo de técnicas modermas de intervención ficcional, como la parodia, la ironía, etcétera, con géneros aparentemente arcaicos como el sainete. Su construcción de personajes es muy profunda y ese el un gran hallazgo que no se repite en otros autores venezolanos, la construcción de personajes que llegan a convertirse en arquetipos Pío Miranda por ejemplo. Son personajes con los cuales el autor te permite establecer empatía porque son como uno, meten la pata, con una ingenuidad, que sólo te despierta compasión y ese giro ya los hace inolvidables y profundamente humanos.
En cuanto a los argumentos indudablemente la capacidad de “historiar” el teatro es extraordinaria, de que la historia nacional le sirva como telón de fondo para un argumento es un teatro enraizado en la venezolanidad para hurgar en esa Gran Historia la de Eduardo Blanco o Gil Fortuol y parodiarla, y decirnos “mira epa no sigas creyendo que somos un país grande”, sino un gran país mediano donde un protocolo como el de Rojas Freire borra 300 mil kilómetros del Esequibo porque se derramó una compota de hicacos como en la escena de El americano ilustrado. Cuando llevaron a escena El día que me quieras, yo la veía y decía está hablando de Pío Miranda, un comunista que ni siquiera leyó el Manifiesto, que ni sabia por que lo era. Símbolos vaciados de significado. Así mismo desde el punto de vista de la estructura dramática Cabrujas y eso lo recoge buena parte del trabajo critico sobre su obra está construida como una partitura porque era melómano y erudito de la ópera.
-¿Hay algún nuevo dramaturgo que vaya por los derroteros cabrujianos?
-A ver, creo que Elio Palencia, quizá en alguna de sus obras, digo por la conexión con lo venezolano. Gustavo Ott, por su particular manejo del distanciamiento brechtiano, creo que herencia de Cabrujas. Pero pienso que la pieza con aroma más cabrujiano con la que me he topado es Gregor Mac Gregor de Lupe Gerenbeck, por ese manejo de la ironía, del sentido del humor y del desenmascaramiento de un personaje consagrado por la historia y que resulta ser todo lo contrario, y por su aterrizamiento en la venezolanidad.
-¿Cual es la estructura de El mundo según Cabrujas?
- Inicialmente mi libro se llamaba A ver el mundo según Cabrujas, pero como una vez su viuda, Isabel Palacios, dijo: “es que como él guionizaba la vida, su columna debería llamarse El mundo según Cabrujas”. Yo tomé esa sugerencia y así ha sido editado. Es un viaje por las claves que lo fueron construyendo como autor, no como dramaturgo, aunque son las mismas, y todo parte de allí, de su concepción teatral del mundo, que puede verse en sus crónicas, en sus ensayos a mano alzada. En este libro partimos de sus primeros artículos publicados bajo el seudónimo de Sebastian Montes en la revisa Punto en Domingo; luego su paso por el Sádico Ilustrado, hasta llegar a El Diario de Caracas, como dije; varios de sus ensayos, unos conocidos como El Estado del Disimulo, otros serán una grata sorpresa por ser prácticamente desconocidos. Así mismo le dedicamos un capitulo a la ciudad en Cabrujas porque para el además de su escenario de creación como espacio físico, es el imaginario de su obra y ocupa un lugar fundamental en su reflexión sobre la provisionalidad y el mientras tanto. Finalmente el libro tiene dos estupendas entrevistas hechas a Cabrujas por Milagros Socorro, sobre su ars poética y sobre sus ideas políticas por Rafael Arráiz Lucca. Y el cierre son voces de la sociedad venezolana hablando de su Cabrujas.
- ¿Por que insiste en escribir sobre la vida y obra de Cabrujas?
-Definitivamente creo en que los hallazgos sobre las ideas de alguien, y me refiero a un escritor o un artista, solo se producen cuando un investigador se obsesiona con un autor, y eso es exactamente lo que me ha sucedido a mi. Desde mi tesis de Magister Literarae en la Universidad Simon Bolívar, hasta los artículos que he escrito, los seminarios etcétera, me han permitido descubrir claves cabrujianas sobre una de las intelligentzias más completas del siglo XX venezolano como lo fue, o lo sigue siendo la de José Ignacio Cabrujas.
-¿Considera que las nuevas generaciones deben conocer su pasado y estudiarlo como modelo a seguir?
-Jamás como un modelo, eso lo espeluznaría y mucho se cuidó de que no se le percibiera así. De hecho en su permanente juego dialéctico, y su brillante juego paródico, siempre marcó distancia con voces como la de Arturo Uslar Pietri, que fungía de una especie de oficiante del “deber ser” del venezolano. Cabrujas rompió con el modelo del intelectual distante del país, del venezolano de a pie y se puso de tú a tú con él. Creo que las nuevas generaciones deberían estudiarlo para comprender las claves del fracaso del proyecto de Venezuela como país, para profundizar en los tópicos sobre los cuales hemos construido la idea de la venezolanidad y el por qué de nuestras taras: la provisionalidad, la distancia entre las instituciones y el individuo; el fracaso de esas propias instituciones, el concepto del Estado Mágico; el país como lugar de paso, la ciudad del “mientras tanto y por si acaso”, el redentorismo entre otras. Comparto lo de que dice el escritor Alberto Barrera Tyzka en cuanto a que El Estado del Disimulo, una entrevista realizada en el marco de la Comisión para la Reforma del Estado (1987) debería ser un texto fundamental en el bachillerato.
-¿Es la única venezolana que se ha entregado a esa tarea?
-Seguramente habrá muchas otras personas a quienes le interese estudiar a Cabrujas, basta con abrir Internet y googlear, te encuentras con varios autores que lo han estudiado desde diversos puntos de vista. Siendo justos, mi inspiración como siempre ha partido de otros, además del propio Cabrujas y quiero nombrar al profesor Francisco Rojas Pozo y su libro extraordinario Cabrujerías; menciono a críticos como Rubén Monasterios y Carlos Herrera, y seguramente muchos otros que olvido, pero que también han indagado en la obra de Cabrujas. El tema es que, como ya dije antes, yo me obsesioné en el mejor sentido de la palabra. Creo en la memoria como ejercicio fundacional y la desmemoria es una de nuestras taras a las que debemos combatir. Con este trabajo que he hecho, queda una huella impresa y sus trabajos e ideas al alcance de todos los lectores.
-¿Vale la pena recordar a Cabrujas, cuando en su propio país no lo montan con la frecuencia que se merece?
-El hecho de que no lo lleven a escena es un tema que habría que preguntarse, y siempre me ha llamado la atención que salvo Profundo y por supuesto su obra más famosa, El día que me quieras, sean las únicas que se hayan montados una y otra vez. El Trasnocho Cultural ha hecho un homenaje a través de lecturas dramatizadas pero hasta ahí llega, quizá sea un tema de que su dramaturgia se produjo al amparo de un sistema cultural amplio, diverso, y en varios “subsistemas” el Teatro Universitario, EL Nuevo Grupo, La Compañía Nacional y finalmente el Teatro del Paraíso. Pienso en una obra como Acto Cultural (mi favorita) que hoy día tiene mucha vigencia, mucho que decirle al país sobre este proyecto cultural que a troche y moche se quiere imponer al país. Me refiero al anacronismo de la cultura endógena de pájaros guarandoles, y chiriguares, de un teatro político mediocre; y marcado por una orientación del “prolet kult”. Creo en la resistencia cultural e insisto ir en contra de la desmemoria.
-¿Qué es lo verdaderamente importante de Cabrujas: sus técnicas o sus argumentos?
-Creo que por eso Cabrujas me apasiona en primer lugar porque desde el punto de vista dramatúrgico es un genio que combina con maestría el manejo de técnicas modermas de intervención ficcional, como la parodia, la ironía, etcétera, con géneros aparentemente arcaicos como el sainete. Su construcción de personajes es muy profunda y ese el un gran hallazgo que no se repite en otros autores venezolanos, la construcción de personajes que llegan a convertirse en arquetipos Pío Miranda por ejemplo. Son personajes con los cuales el autor te permite establecer empatía porque son como uno, meten la pata, con una ingenuidad, que sólo te despierta compasión y ese giro ya los hace inolvidables y profundamente humanos.
En cuanto a los argumentos indudablemente la capacidad de “historiar” el teatro es extraordinaria, de que la historia nacional le sirva como telón de fondo para un argumento es un teatro enraizado en la venezolanidad para hurgar en esa Gran Historia la de Eduardo Blanco o Gil Fortuol y parodiarla, y decirnos “mira epa no sigas creyendo que somos un país grande”, sino un gran país mediano donde un protocolo como el de Rojas Freire borra 300 mil kilómetros del Esequibo porque se derramó una compota de hicacos como en la escena de El americano ilustrado. Cuando llevaron a escena El día que me quieras, yo la veía y decía está hablando de Pío Miranda, un comunista que ni siquiera leyó el Manifiesto, que ni sabia por que lo era. Símbolos vaciados de significado. Así mismo desde el punto de vista de la estructura dramática Cabrujas y eso lo recoge buena parte del trabajo critico sobre su obra está construida como una partitura porque era melómano y erudito de la ópera.
-¿Hay algún nuevo dramaturgo que vaya por los derroteros cabrujianos?
-A ver, creo que Elio Palencia, quizá en alguna de sus obras, digo por la conexión con lo venezolano. Gustavo Ott, por su particular manejo del distanciamiento brechtiano, creo que herencia de Cabrujas. Pero pienso que la pieza con aroma más cabrujiano con la que me he topado es Gregor Mac Gregor de Lupe Gerenbeck, por ese manejo de la ironía, del sentido del humor y del desenmascaramiento de un personaje consagrado por la historia y que resulta ser todo lo contrario, y por su aterrizamiento en la venezolanidad.
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