Entre Nicolás Curiel y Humberto Orsini, además de Domingo Miliani, está el honor de haber montado un texto de Berthold Brecht por primera vez ante el público caraqueño. Desde entonces, las obras de aquel sabio del teatro del siglo XX (Augsburgo, 10 de febrero de 1898 /Berlín, 14 de agosto de 1956) se aposentaron en los escenarios criollos y nunca más se las ignoró, a pesar que algunos teatreros lo declararon “fuera de moda” o “anticuado”, mientras otros sí exaltaban los contenido revolucionarios de sus piezas y las mostraban en abierto desafío hacia los regímenes que no aceptaban la ideología comunista u progresista del connotado autor.
Ante ese tremedal sobre la presencia de Brecht en la escena venezolana, solo queda recordar que Los fusiles de la madre Carrar y La condena de Lucullus fueron las primeras piezas mostradas durante los años de la dictadura perezjimenista y para los meses de los retozos democráticos que vinieron después, Orsini historia montajes como Terror y miseria del III Reich, La excepción y la regla y Madre Coraje.
Nosotros subrayamos, que, aparte de esos inolvidables espectáculos, no se puede ignorar lo que hizo Herman Lejter en la UCV con La opera de los tres centavos, teniendo un elenco donde estaban la jovencita María Cristina Lozada y los pavos Gustavo Rodríguez y Lucio Bueno, ni tampoco silenciar lo que logró Carlos Giménez con La honesta persona de Sechuán en la sala Rajatabla, hacia 1985.
Y es ahora, precisamente en ese mismo espacio escénico- que ya pertenece a la Universidad Nacional Experimental de las Artes- y durante la noche del pasado domingo 28 de marzo, a 17 años de la muerte de Carlos Giménez, que ha sido representado, de manera memorable, creativa y altamente divertida, una versión de Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, del jovencísimo Brecht.
Brecht siglo XXI
Es caraqueño y nació el 20 de febrero de 1975. Este hijo de cubano y colombiana escogió las artes escénicas para su desarrollo personal y cultural y ya es uno de los mejores directores del teatro venezolano, gracias a la calidad de su trabajo sostenido durante los últimos 15 años. Él cree que el Estado venezolano tiene que tomar más acciones para el desarrollo del teatro, tal como ya como lo hicieron con la música, la danza y el circo. “Creo que la relación entre Estado y teatreros esta fracturada, pero se puede atender y arreglar. Tenemos que ser tratados como verdaderos artistas, porque el teatro también representa a la sociedad y es importante como cualquier otra actividad, porque la palabra en escena es también trascendental”, enfatiza Dairo Piñeres, líder de la agrupación juvenil Séptimo Piso, con la cual acaba de hacer una aplaudida temporada del espectáculo Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, versión libérrima de la ópera de Berthold Brecht y Kurt Waill, en la Sala Rajatabla.
Según la versión de Piñeres, en Auge y caída de la ciudad de Mahagonny se preservan las premoniciones de Brecht (1927), sobre la fundación de una Ciudad del Placer (Las Vegas), y el ascenso del nazismo y sus infames políticas de exterminio para los que no fueran arios puros.
Ahí se plasma la saga de cómo Leocadia, Moisés y Willy inventan Mahagonny, donde las pasiones carnales son la forma común de la sociedad. Y de cómo Pablo y sus amigos llegan en busca de felicidad y, no al encontrarla, generan el caos y provocan la destrucción de esa urbe y la ruina de sus habitantes. Lo que sucede es que para este siglo XXI, y especialmente en Caracas, se muestran de manera exacerbada los horrores de ese capitalismo donde los ciudadanos están condenados a morir sino tienen dinero, mientras que el secuestro, el robo y los asesinatos no son tan graves.
Todo eso lo advirtió Brecht, lo que ocurre es que los actores criollos le dieron una veracidad escénica que verdaderamente paran de punta los pelos a cualquier espectador, porque subrayan, precisamente, lo que predicaba el joven alemán para los habitantes de Mahagonny: “Lo primero es tragar, lo segundo fornicar, el boxeo viene en tercer lugar, y en el cuarto el contrato indica: a chupar. Pero no hay que olvidar ni por descuido que aquí todo está permitido”.Una crítica al nuevo mundo industrial y salvaje de grandes ciudades donde el dinero es más importante que los seres humanos.
Es, pues, un espectáculo brillante a pesar de la siniestra oscuridad de su temática y su argumento apocalíptico, donde participaron los comediantes Alexander Rivera, Carlos Díaz, Moisés Berroterán, Jesús Miguel Das Merces, Janset Rojas, Javier De Vita, Kevin Jorges, Juan Pablo García, Melissa Inojosa, Josmary González, Patricia Romero, Karla Martínez, Tatiana Blanco, Vanessa Vásquez, Giovanny Duran, Daniel Torres, Julio Riobo, Héctor Duran, Michael Vega y Najun Guillen.
Y el público venezolano, que es para quien se trabaja en definitiva, ha sabido responder a los esfuerzos de Piñeres y su grupo, acudiendo en masa y obligando así que sea, ampliada la temporada con unas funcione más. Brecht, es, pues, nuestro contemporáneo.
Y para culminar, abusando de la bonhomía y la cultura teatral de Humberto Orsini, hacemos y contestamos esta pregunta:
-¿Puede la diversión con Auge y caída de la ciudad de Mahagonny ser revolucionaria?
- Si, porque una de las cosas que más divierte o recrea al hombre es el descubrir la verdad, y cuando la verdad es revolucionaria, se vuelve una diversión revolucionaria. Brecht advierte que la diversión es la satisfacción que siente una persona cuando descubre ciertas cosas que estaban ocultas a veces en lo más cotidiano. Y nada más obvio lo que enseña el dramaturgo sobre los habitantes de una ciudad capitalista, donde el valor de la vida y el amor son cuantificables en dinero o en oro, donde sin dinero o sin oro no eres nadie.
Ante ese tremedal sobre la presencia de Brecht en la escena venezolana, solo queda recordar que Los fusiles de la madre Carrar y La condena de Lucullus fueron las primeras piezas mostradas durante los años de la dictadura perezjimenista y para los meses de los retozos democráticos que vinieron después, Orsini historia montajes como Terror y miseria del III Reich, La excepción y la regla y Madre Coraje.
Nosotros subrayamos, que, aparte de esos inolvidables espectáculos, no se puede ignorar lo que hizo Herman Lejter en la UCV con La opera de los tres centavos, teniendo un elenco donde estaban la jovencita María Cristina Lozada y los pavos Gustavo Rodríguez y Lucio Bueno, ni tampoco silenciar lo que logró Carlos Giménez con La honesta persona de Sechuán en la sala Rajatabla, hacia 1985.
Y es ahora, precisamente en ese mismo espacio escénico- que ya pertenece a la Universidad Nacional Experimental de las Artes- y durante la noche del pasado domingo 28 de marzo, a 17 años de la muerte de Carlos Giménez, que ha sido representado, de manera memorable, creativa y altamente divertida, una versión de Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, del jovencísimo Brecht.
Brecht siglo XXI
Es caraqueño y nació el 20 de febrero de 1975. Este hijo de cubano y colombiana escogió las artes escénicas para su desarrollo personal y cultural y ya es uno de los mejores directores del teatro venezolano, gracias a la calidad de su trabajo sostenido durante los últimos 15 años. Él cree que el Estado venezolano tiene que tomar más acciones para el desarrollo del teatro, tal como ya como lo hicieron con la música, la danza y el circo. “Creo que la relación entre Estado y teatreros esta fracturada, pero se puede atender y arreglar. Tenemos que ser tratados como verdaderos artistas, porque el teatro también representa a la sociedad y es importante como cualquier otra actividad, porque la palabra en escena es también trascendental”, enfatiza Dairo Piñeres, líder de la agrupación juvenil Séptimo Piso, con la cual acaba de hacer una aplaudida temporada del espectáculo Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, versión libérrima de la ópera de Berthold Brecht y Kurt Waill, en la Sala Rajatabla.
Según la versión de Piñeres, en Auge y caída de la ciudad de Mahagonny se preservan las premoniciones de Brecht (1927), sobre la fundación de una Ciudad del Placer (Las Vegas), y el ascenso del nazismo y sus infames políticas de exterminio para los que no fueran arios puros.
Ahí se plasma la saga de cómo Leocadia, Moisés y Willy inventan Mahagonny, donde las pasiones carnales son la forma común de la sociedad. Y de cómo Pablo y sus amigos llegan en busca de felicidad y, no al encontrarla, generan el caos y provocan la destrucción de esa urbe y la ruina de sus habitantes. Lo que sucede es que para este siglo XXI, y especialmente en Caracas, se muestran de manera exacerbada los horrores de ese capitalismo donde los ciudadanos están condenados a morir sino tienen dinero, mientras que el secuestro, el robo y los asesinatos no son tan graves.
Todo eso lo advirtió Brecht, lo que ocurre es que los actores criollos le dieron una veracidad escénica que verdaderamente paran de punta los pelos a cualquier espectador, porque subrayan, precisamente, lo que predicaba el joven alemán para los habitantes de Mahagonny: “Lo primero es tragar, lo segundo fornicar, el boxeo viene en tercer lugar, y en el cuarto el contrato indica: a chupar. Pero no hay que olvidar ni por descuido que aquí todo está permitido”.Una crítica al nuevo mundo industrial y salvaje de grandes ciudades donde el dinero es más importante que los seres humanos.
Es, pues, un espectáculo brillante a pesar de la siniestra oscuridad de su temática y su argumento apocalíptico, donde participaron los comediantes Alexander Rivera, Carlos Díaz, Moisés Berroterán, Jesús Miguel Das Merces, Janset Rojas, Javier De Vita, Kevin Jorges, Juan Pablo García, Melissa Inojosa, Josmary González, Patricia Romero, Karla Martínez, Tatiana Blanco, Vanessa Vásquez, Giovanny Duran, Daniel Torres, Julio Riobo, Héctor Duran, Michael Vega y Najun Guillen.
Y el público venezolano, que es para quien se trabaja en definitiva, ha sabido responder a los esfuerzos de Piñeres y su grupo, acudiendo en masa y obligando así que sea, ampliada la temporada con unas funcione más. Brecht, es, pues, nuestro contemporáneo.
Y para culminar, abusando de la bonhomía y la cultura teatral de Humberto Orsini, hacemos y contestamos esta pregunta:
-¿Puede la diversión con Auge y caída de la ciudad de Mahagonny ser revolucionaria?
- Si, porque una de las cosas que más divierte o recrea al hombre es el descubrir la verdad, y cuando la verdad es revolucionaria, se vuelve una diversión revolucionaria. Brecht advierte que la diversión es la satisfacción que siente una persona cuando descubre ciertas cosas que estaban ocultas a veces en lo más cotidiano. Y nada más obvio lo que enseña el dramaturgo sobre los habitantes de una ciudad capitalista, donde el valor de la vida y el amor son cuantificables en dinero o en oro, donde sin dinero o sin oro no eres nadie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario