Acto cultural de José Ignacio Cabrujas inició la temporada 2011 del Teatro Trasnocho –columna fundamental del Trasnocho Cultural- y es Moisés Guevara, como gerente de dicho espacio artístico, el más importante de Caracas, quien responde a una serie de interrogantes sobre lo que ahí se hace, se hizo y lo que se prepara.
-El Trasnocho Cultural y el Teatro Trasnocho, gracias a la dinámica de sus directivos y a la respuesta de la comunidad, se transformaron en una institución privada a la cual denominamos como “El Ateneo del siglo XXI”. ¿Cómo explica eso o está consciente de lo que ha pasado?
-Lo primero que me gustaría aclarar es no somos una empresa de exhibición de espectáculos o películas, somos, eso sí, una fundación cultural sin fines de lucro, siempre fue y seguirá siendo ese nuestro norte. Nos asumimos como una fundación que presta un servicio de carácter cultural. Efectivamente, hemos crecido más de lo planificado; originalmente era una sala de teatro y dos salas de cine, pero hoy en día hay dos salas de teatro, cuatro salas de cine y una galería de arte, a lo cual se le suman todos nuestros aliados estratégicos. No nos gusta llamarnos Centro Cultural pero nuestro positivo crecimiento nos acerca a ello. Consciencia de lo que pasó no puedo negar tenerla, como bien dices llevo nueve años en las entrañas, ya casi diez, sin contar los dos años que trabajé como asesor del proyecto. Tengo que hacer inmediata referencia a los puntos que resaltan nuestros clientes: es un espacio seguro y confortable, con buena ubicación, buena atención y trato.
-¿Cómo se resume ese periplo de la institución en cifras?
-Hasta el cierre de la temporada 2010 habíamos realizado unas 3.888 funciones y contabilizado una asistencia de 476.575 personas.
-¿Cuál es la clave de la exitosa sobrevivencia de la institución?
-Tengo que responder como los fabricantes del famoso jamón endiablado: Trabajamos con la mejor materia prima y nuestro personal es de la más alta calidad profesional. La receta es secreta. No se cuenta, se vende.
-¿Como serán las relaciones con los artistas y la comunidad en la segunda década de este siglo XXI?
-Siempre cordiales. Somos prestadores de un servicio cultural y de necesario consumo social. Tenemos que ajustarnos a las nuevas normativas administrativas e impositivas y eso plantea algunos ajustes en el marco de la relación de sociedad que mantenemos con los grupos de teatro. En lo personal, respeto los acuerdos de palabra y no los traiciono; no necesito firmar papeles para cumplir con mi palabra, pero los momentos y las experiencias así lo indican.
-Nueve años a bordo del Trasnocho Cultural y nueve años en las entrañas del Teatro Trasnocho. ¿Cuáles son sus balances en lo profesional y en lo artístico y en lo social o comunitario?
-La balanza siempre va a lo positivo. Es obvio que no es fácil llevar las riendas de dos salas de teatro como el Teatro Trasnocho y el Espacio Plural, las cuales son las que artísticamente dirijo, y mucho menos fáciles las relaciones interpersonales, pero, como el teatro lo hacemos seres humanos en vivo y en directo, no hay mentira que se pueda ocultar. No me gusta ser mezquino, considero que Trasnocho es un espacio plural, que efectivamente impone una normativa como en cualquier sociedad grande o pequeña. Se presenta un proyecto con antelación y si se ajusta al perfil programático de las salas en ese periodo cualquier grupo puede obtener un espacio. El tema siempre es el mismo, vivimos en una sociedad “de ya para ya” y si no lo consigues afirmas que el problema es contigo y no tuyo.
-¿Satisfecho por esos nueve años transcurridos?
-Más que con cualquier otro proyecto que hubiese gerenciado o dirigido, lo que podría superponerse es el placer de dirigir, de estructurar como contar una historia, de traducirla escénicamente. No me agrada hacer comparaciones, mi transcurso por el teatro es pleno, desde el teatro estudiantil, la actuación, la promoción cultural, la gerencia, la docencia, la dirección y ahora de estudiante nuevamente. Lo que sucede con Trasnocho es que me encuentra en madurez personal y profesional. Envejecemos y cada vez queremos menos y al mismo tiempo queremos más, la diferencia es que es sin angustias, no hay nada que demostrar, somos lo que somos.
-La institución creció ¿Y qué pasó con el gerente y el ser humano?
-No solamente he crecido al igual que Trasnocho Cultural. También he envejecido, por lo cual soy más tolerante con algunos temas y con otros definitivamente menos tolerante. El gerente ya no existe, mi trabajo lo realizo más como director de teatro; e incluso utilizo mis vagos recuerdos como actor para distinguir en un texto teatral cual es el color del semáforo interno que logro ver. Yo entrego a las gerencias del Teatro y del Espacio Plural un esquema de las obras que selecciono para programar y coordinamos fechas y temporadas. Yo leo proyectos y obras de teatro, las gerencias hacen todo el resto. Ellas, porque son mujeres las dos gerentes, son las que mandan, dueñas de casa como debe ser, yo invento. Ellas confían en mi intuición y yo confío en su eficiencia y calidad gerencial. El ser humano, que soy yo, ya casi en la mitad de mi vida, todavía no se marcha al Canadá, como bien dice un personaje cabrujiano. Como director tengo muchos proyectos en las manos, estoy dirigiendo La muerte y la doncella para estrenar en febrero, inmediatamente después inicio ensayos de la más reciente obra de Javier Vidal, Diógenes y las camisas voladoras, y tengo que buscar espacio para montar El día que ganó Susana Duijm de Johnny Gavlosky. Además voy a la UCV, tres mañanas a la semana, para concluir un proyecto que abandoné hace 24 años. Es posible que vuelva a actuar… así me lo pide Aminta de Lara y no sé cómo decir que no a una mujer inteligente y bella, por demás. El ser humano vive para el teatro, para su casa, para sus matas, para sus libros y para estar tranquilo.
-Alguien nos enseñó que nunca debíamos poner a prueba ni al amor ni a los amigos porque podríamos quedarnos solos y amargados. ¿Usted pudo hacerlo en este último año y cuáles son sus conclusiones?
-Oscar Wilde decía: “No des explicaciones, tus amigos no las necesitan y tus enemigos nos las escucharán”. La mesa de mi casa tiene ocho puestos y todos los domingos cuando sirvo el almuerzo la mesa está llena, siempre hay quien no vuelve, pero siempre hay quien se incorpora, es ley de vida. Lo he probado todo y lo que me falta lo voy a probar, no me cabe duda alguna. Me pongo a prueba cada vez que me levanto, no lo puedo evitar. Como director me pongo a prueba a diario y lo mismo a mis actores. ¿Si no me arriesgo cómo traduzco el país en el que vivo? El día que esté amargado no despertaré pues no podré crear nada y el día que esté solo viviré la copia fiel de la película Simplicio, caminaré viejo por una playa y algún niño vendrá a escuchar mis historias, eso sí, no dejare de sonreír nunca.
-¿Con qué viene el Teatro Trasnocho durante este 2011, cuando cumplen diez años, que es poca cosa en una vida humana, pero sí una proeza para una empresa cultural privada en Venezuela?
-Continuaron en enero los éxitos de final de temporada 2010, porque la política programática del Teatro Trasnocho es no bajar montajes mientras tengan público. El gran éxito de nuestra cartelera teatral 2010, La Ola, continuará en funciones en el Teatro Trasnocho. Igual el montaje de Esperando al Italiano. En febrero estrenará el Grupo Actoral 80 el montaje de Baraka dirigida por Héctor Manrique. En el espacio Plural estrenamos un montaje de Acto Cultural y otro de La muerte y la doncella. Tengo programado un mini festival Tennesee Williams que produce Diana Volpe, el estreno de Cancún de Jodi Galcerán, bajo la dirección de Daniel Uribe, y la vuelta a casa de Karin Valecillos, después de su éxito como escritora en Buenos Aires, con un proyecto que no puedo mencionar. La temporada infantil se inicia con Los cuentos mágicos del zapatero, mientras Skena ajusta su nuevo montaje infantil. No hay fechas hasta el 2012 y ya estoy recibiendo propuestas. Hay posibilidad de programación los sábados y domingos a las 4 de la tarde en el Espacio Plural ¿Requerimos de salas y horarios? el tema es trabajarlas.
-El Trasnocho Cultural y el Teatro Trasnocho, gracias a la dinámica de sus directivos y a la respuesta de la comunidad, se transformaron en una institución privada a la cual denominamos como “El Ateneo del siglo XXI”. ¿Cómo explica eso o está consciente de lo que ha pasado?
-Lo primero que me gustaría aclarar es no somos una empresa de exhibición de espectáculos o películas, somos, eso sí, una fundación cultural sin fines de lucro, siempre fue y seguirá siendo ese nuestro norte. Nos asumimos como una fundación que presta un servicio de carácter cultural. Efectivamente, hemos crecido más de lo planificado; originalmente era una sala de teatro y dos salas de cine, pero hoy en día hay dos salas de teatro, cuatro salas de cine y una galería de arte, a lo cual se le suman todos nuestros aliados estratégicos. No nos gusta llamarnos Centro Cultural pero nuestro positivo crecimiento nos acerca a ello. Consciencia de lo que pasó no puedo negar tenerla, como bien dices llevo nueve años en las entrañas, ya casi diez, sin contar los dos años que trabajé como asesor del proyecto. Tengo que hacer inmediata referencia a los puntos que resaltan nuestros clientes: es un espacio seguro y confortable, con buena ubicación, buena atención y trato.
-¿Cómo se resume ese periplo de la institución en cifras?
-Hasta el cierre de la temporada 2010 habíamos realizado unas 3.888 funciones y contabilizado una asistencia de 476.575 personas.
-¿Cuál es la clave de la exitosa sobrevivencia de la institución?
-Tengo que responder como los fabricantes del famoso jamón endiablado: Trabajamos con la mejor materia prima y nuestro personal es de la más alta calidad profesional. La receta es secreta. No se cuenta, se vende.
-¿Como serán las relaciones con los artistas y la comunidad en la segunda década de este siglo XXI?
-Siempre cordiales. Somos prestadores de un servicio cultural y de necesario consumo social. Tenemos que ajustarnos a las nuevas normativas administrativas e impositivas y eso plantea algunos ajustes en el marco de la relación de sociedad que mantenemos con los grupos de teatro. En lo personal, respeto los acuerdos de palabra y no los traiciono; no necesito firmar papeles para cumplir con mi palabra, pero los momentos y las experiencias así lo indican.
-Nueve años a bordo del Trasnocho Cultural y nueve años en las entrañas del Teatro Trasnocho. ¿Cuáles son sus balances en lo profesional y en lo artístico y en lo social o comunitario?
-La balanza siempre va a lo positivo. Es obvio que no es fácil llevar las riendas de dos salas de teatro como el Teatro Trasnocho y el Espacio Plural, las cuales son las que artísticamente dirijo, y mucho menos fáciles las relaciones interpersonales, pero, como el teatro lo hacemos seres humanos en vivo y en directo, no hay mentira que se pueda ocultar. No me gusta ser mezquino, considero que Trasnocho es un espacio plural, que efectivamente impone una normativa como en cualquier sociedad grande o pequeña. Se presenta un proyecto con antelación y si se ajusta al perfil programático de las salas en ese periodo cualquier grupo puede obtener un espacio. El tema siempre es el mismo, vivimos en una sociedad “de ya para ya” y si no lo consigues afirmas que el problema es contigo y no tuyo.
-¿Satisfecho por esos nueve años transcurridos?
-Más que con cualquier otro proyecto que hubiese gerenciado o dirigido, lo que podría superponerse es el placer de dirigir, de estructurar como contar una historia, de traducirla escénicamente. No me agrada hacer comparaciones, mi transcurso por el teatro es pleno, desde el teatro estudiantil, la actuación, la promoción cultural, la gerencia, la docencia, la dirección y ahora de estudiante nuevamente. Lo que sucede con Trasnocho es que me encuentra en madurez personal y profesional. Envejecemos y cada vez queremos menos y al mismo tiempo queremos más, la diferencia es que es sin angustias, no hay nada que demostrar, somos lo que somos.
-La institución creció ¿Y qué pasó con el gerente y el ser humano?
-No solamente he crecido al igual que Trasnocho Cultural. También he envejecido, por lo cual soy más tolerante con algunos temas y con otros definitivamente menos tolerante. El gerente ya no existe, mi trabajo lo realizo más como director de teatro; e incluso utilizo mis vagos recuerdos como actor para distinguir en un texto teatral cual es el color del semáforo interno que logro ver. Yo entrego a las gerencias del Teatro y del Espacio Plural un esquema de las obras que selecciono para programar y coordinamos fechas y temporadas. Yo leo proyectos y obras de teatro, las gerencias hacen todo el resto. Ellas, porque son mujeres las dos gerentes, son las que mandan, dueñas de casa como debe ser, yo invento. Ellas confían en mi intuición y yo confío en su eficiencia y calidad gerencial. El ser humano, que soy yo, ya casi en la mitad de mi vida, todavía no se marcha al Canadá, como bien dice un personaje cabrujiano. Como director tengo muchos proyectos en las manos, estoy dirigiendo La muerte y la doncella para estrenar en febrero, inmediatamente después inicio ensayos de la más reciente obra de Javier Vidal, Diógenes y las camisas voladoras, y tengo que buscar espacio para montar El día que ganó Susana Duijm de Johnny Gavlosky. Además voy a la UCV, tres mañanas a la semana, para concluir un proyecto que abandoné hace 24 años. Es posible que vuelva a actuar… así me lo pide Aminta de Lara y no sé cómo decir que no a una mujer inteligente y bella, por demás. El ser humano vive para el teatro, para su casa, para sus matas, para sus libros y para estar tranquilo.
-Alguien nos enseñó que nunca debíamos poner a prueba ni al amor ni a los amigos porque podríamos quedarnos solos y amargados. ¿Usted pudo hacerlo en este último año y cuáles son sus conclusiones?
-Oscar Wilde decía: “No des explicaciones, tus amigos no las necesitan y tus enemigos nos las escucharán”. La mesa de mi casa tiene ocho puestos y todos los domingos cuando sirvo el almuerzo la mesa está llena, siempre hay quien no vuelve, pero siempre hay quien se incorpora, es ley de vida. Lo he probado todo y lo que me falta lo voy a probar, no me cabe duda alguna. Me pongo a prueba cada vez que me levanto, no lo puedo evitar. Como director me pongo a prueba a diario y lo mismo a mis actores. ¿Si no me arriesgo cómo traduzco el país en el que vivo? El día que esté amargado no despertaré pues no podré crear nada y el día que esté solo viviré la copia fiel de la película Simplicio, caminaré viejo por una playa y algún niño vendrá a escuchar mis historias, eso sí, no dejare de sonreír nunca.
-¿Con qué viene el Teatro Trasnocho durante este 2011, cuando cumplen diez años, que es poca cosa en una vida humana, pero sí una proeza para una empresa cultural privada en Venezuela?
-Continuaron en enero los éxitos de final de temporada 2010, porque la política programática del Teatro Trasnocho es no bajar montajes mientras tengan público. El gran éxito de nuestra cartelera teatral 2010, La Ola, continuará en funciones en el Teatro Trasnocho. Igual el montaje de Esperando al Italiano. En febrero estrenará el Grupo Actoral 80 el montaje de Baraka dirigida por Héctor Manrique. En el espacio Plural estrenamos un montaje de Acto Cultural y otro de La muerte y la doncella. Tengo programado un mini festival Tennesee Williams que produce Diana Volpe, el estreno de Cancún de Jodi Galcerán, bajo la dirección de Daniel Uribe, y la vuelta a casa de Karin Valecillos, después de su éxito como escritora en Buenos Aires, con un proyecto que no puedo mencionar. La temporada infantil se inicia con Los cuentos mágicos del zapatero, mientras Skena ajusta su nuevo montaje infantil. No hay fechas hasta el 2012 y ya estoy recibiendo propuestas. Hay posibilidad de programación los sábados y domingos a las 4 de la tarde en el Espacio Plural ¿Requerimos de salas y horarios? el tema es trabajarlas.
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