sábado, agosto 27, 2011

Las Bejarano del Bicentenario

El Bicentenario de la Independencia de Venezuela no tuvo por parte de los teatreros la majestuosidad que esperábamos. Faltó planificación y la entrega que esa efeméride exigía. ¿No hubo diálogo o se dio la temida y cretina automarginación?
Las razones, o las sinrazones, son baladíes, pues por encima de lo que significa ser un país soberano y en tránsito hacia otras indispensables y mejores etapas del desarrollo social, no puede haber nada, ni rencillas, ni discusiones bastardas. Cuando llegue el Tricentenario, porque Venezuela no termina en esta centuria, no pasará lo mismo, y serán otros hombres y mujeres los que asuman ese magno festejo.
Pero la honra del teatro vernáculo para este Bicentenario fue salvada por cuatro montajes, tres de ellos producidos por el Estado venezolano, a través de una triple alianza de entes oficiales, y el educativo aporte de la agrupación Kabré Teatro.
Gracias a Fundarte, Distrito Capital y Alcaldía de Caracas, se presentaron en los teatros Municipal, Nacional y Principal los espectáculos Bolívar doméstico de Roberto Azuaje, Joaquina Sánchez y Esa espiga sembrada en Carabobo de César Rengifo, dirigidos acertadamente por Adolfo Nitoli, Ibrahim Guerra y Gustavo Meléndez, respectivamente. Además merecen mención especial todos los intérpretes involucrados en esos montajes. El público disfrutó en masa de esas piezas, las cuales subrayaron, las bases de la nacionalidad.
Kabré Teatro, agrupación con casi diez años de luchas para mostrar sus producciones, tuvo el acierto de escribir, producir y presentar Las Bejarano, por ahora en la sala Rajatabla. Un sainete republicano con sabor a torta de plátano, inspirado en el cuento de Antonio Arráiz. Se trata de una valiosa, además de deliciosa, creación de Wilfredo (Trankylyno) Tortosa, que contó con la colaboración de los actores Jean Manuel Pérez, Albert Smith y Abilio Torres.
Las Bejarano es la saga de tres bellas hermanas morenas: Magdalena, Eduvigis y Belén Bejarano. Ellas estaban de moda en la Caracas de la primera década del siglo XIX. A la luz de las bujías perfumadas en las noches de baile de cotillón, eran motivo de diálogo y críticas. De sus habilidosas manos salían las delicias reposteras que surtía buena parte de la ciudad. Eran maestras en esa artesanía culinaria. Las diferentes clases sociales saborearon los productos que ellas elaboraban. Y entre cotilleos, comentarios y chanzas, ellas nos relatan los acontecimientos del 5 de julio de 1811, mientras elaboran la torta de plátano que las hizo famosas.
El espectáculo muestra al trío de damiselas, finamente encarnadas por actores, en labores cocineriles y haciendo frente a la decisión-del ya depuesto régimen español-de no permitirles usar el titulo de doñas, por no ser puras de linaje, por no ser blancas. La naciente republica venezolana les permitiría eso y muchas cosas más, poco a poco, porque las discriminaciones hispanas siguieron imperando unos años. Un montaje bastante divertido y educativo, ya que el público, al final de la representación pudo probar la exquisita torta Bejarano, cuya receta aparecía en el programa de mano.


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