Leonardo, el unigénito de Esaú y María Luisa Giménez de Azparren, cumplió 70 años el pasado 12 de julio. En Caracas, rodeado por su esposa Herminia Gómez, sus hijos Juan Javier y Juana Inés, sus dos nietas y un grupo de amigos, celebró tan crucial fecha con abundante champaña y paté franceses, como se le había prometido hace cierto tiempo, y además festejó la aparición de su libro No.14: Lecturas del teatro venezolano, de 236 páginas editado por la Academia Venezolana de la Lengua. Doble y justo festejo.
Investigador, crítico y profesor
Azparren Giménez reconoce que, aunque es un investigador a tiempo completo de la huellas teatrales venezolanas y latinoamericanas y todo un apasionado del teatro griego, él se considera, fundamentalmente, un crítico de teatro, “porque eso es lo que he hecho la mayor parte de mi vida y mi trabajo como investigador es una consecuencia de mi actividad universitaria y en particular por una coyuntura que se dio en 1988, la cual me permitió dedicarme más a la investigación”.
Revela que era un proyecto de investigación continental, que inició Fernando de Toro, destinado a escribir una historia del teatro de América Latina. “A mi me pidió que me encargara del proyecto Venezuela, trabajo que yo saqué adelante, pero el proyecto general o final se haría en Canadá. Eso me sirvió a mí para dedicarme de lleno a la investigación. El proyecto general no se culminó, pero yo estuve trabajando con Orlando Arocha y Carlos Sánchez Delgado y tuvimos como asistente a Dunia Galindo. Del proyecto Venezuela se hizo el equivalente a dos volúmenes, materiales que nunca se editaron. Ese material me sirvió de punto de arranque para mis investigaciones y lo primero que hice fue un trabajo o un libro sobre el teatro de la Colonia, para el cual se recopilaron todos los documentos del periodo colonial, el cual fue publicado por Monte Ávila en el año 1996. De ahí en adelante si me dedique de lleno al teatro griego que era mi cátedra en la UCV”.
-¿Cómo arranca en la crítica?
-En Barquisimeto, cuando estaba con el Grupo Teatral Lara, dirigido por mi gran maestro Carlos Denis, en 1958, había que escribir en el diario El Impulso para promover nuestras actividades o habilidades artísticas, y como yo conocía a Herman Garmendia, él me apoyó para publicar mis articulitos. Pero la crítica, como ejercicio formal, fue cuando Román Chalbaud estrenó La quema de Judas, en 1964, en el teatro del viejo Ateneo de Caracas, ya desaparecido. Yo hice una critica que gustó mucho y la cual publique en una revista La revista, que yo dirigía en la UCV, de la cual publicamos cuatro o cinco números. En esas circunstancias me fui relacionando con mucha gente y en el año 1966, cuando Isaac Chocrón estaba ensayando Asia y el Lejano Oriente, le hice una entrevista para la revista Expediente y él me dio el número telefónico de su casa y yo le di el mío que era el de una pensión que funcionaba en una casa ubicada en las inmediaciones del viejo edificio de Viasa. Hasta que un día me llamó y me invitó para que hiciera critica de teatro en el diario La República, el cual dirigía Luis Esteban Rey, cuando precisamente iba a comenzar el Tercer Festival de Teatro de Venezuela, en septiembre de 1966. Así fue que comencé oficialmente como critico, precisamente reseñando todo ese importante evento teatral. Hacia 1969, a los pocos meses de haber comenzado el gobierno del presidente Rafael Caldera, desapareció La República, porque era un periódico del partido Acción Democrática, el cual acaba de perder las elecciones y le daba la entrada del partido Copei, y pasé a escribir en las revistas Imagen, del Inciba, y en Kena, que era de la Cadena Capriles, y así estuve hasta 1971, cuando me marché a Europa como diplomático venezolano.
-¿Pero siguió escribiendo y después vinieron los libros?
-Si, así ha sido mi trabajo como crítico, y con respecto a los libros de temática teatral llevo 14, con el texto que me acaba de publicar la Academia Venezolana de la Lengua, de la cual soy miembro de número. Son 11 títulos sobre teatro venezolano y tres sobre teatro griego.
-¿Qué ha pasado con el proyecto Cabrujas?
-Vienen tres libros más. A finales de este año debe salir el tercer tomo de su obra dramática, con ocho textos de diferente calidad. Después hay un libro que reúne entrevistas y conversaciones con Cabrujas y hasta algunos artículos suyos, pero todavía no se que titulo ponerle, y seguro será para el 2012. Este tercer libro me interesa muchísimo porque hay dos Cabrujas: el Cabrujas que le habló al país y el Cabrujas pensador y creador. Y hay un cuatro libro que es mi análisis de todo lo que legó Cabrujas. Pero tengo en mi computador otros dos libros, porque yo continué con la investigación de las fuentes documentales del teatro venezolano.
Inevitable ciclo histórico
Para el critico Leonardo Azparren Giménez, el teatro venezolano actual esta pasando por una grave crisis de creatividad, en sus niveles de dramaturgia y de puesta en escena. “Es la crisis más severa que yo recuerde del teatro venezolano durante los últimos 60 años. Pero la crisis no hay que verla en sentido peyorativo, porque se trata de inevitables ciclos históricos por los que pasan todos los movimientos teatrales del mundo y creo que este es uno de los más graves en buena parte de la historia venezolana. Además, la actual situación sociopolítica ha terminado por agravar esa crisis teatral, ya que el teatro de arte ha sido agredido severamente, cosa que nunca antes había ocurrido. Y es lo que esta sucediendo. Ocurre lo que se dio en España después de Calderón de la Barca, y aquí, en estos tiempos, se le reclama a los dramaturgos contemporáneos que no están en sintonía con lo que esta pasando en el país. Y con respecto a la puesta en escena, hay que reconocer que hay directores muy jóvenes y por ende no tienen la adecuada formación para un trabajo más creativo y verdaderamente profesional. Pero aquí quiero subrayar que esta crisis no es de ahora, esta crisis arrancó a finales de los años 80 y principios de los años 90, como es la desaparición de El Nuevo Grupo en 1988 y la muerte de Carlos Giménez en 1993, porque siempre las he considerado dos heridas mortales para el teatro venezolano. Pero además de esto, nunca el teatro venezolano ha sabido asumir su profesionalización como tal, que no es otra cosa que asumir el teatro como un proyecto de vida. Y aquí es donde yo establezco una diferencia entre el teatro comercial y el teatro de arte, y entre el teatro profesional y el que no lo es. Se puede hacer un teatro comercial de alta calidad profesional y por supuesto un teatro de arte de alta calidad profesional. Yo no amarro lo profesional a lo comercial, porque lo profesional es un alta calidad en la actividad que se adelantada o desempeña.
Guaro en Caracas
Leonardo Azparren Giménez desertó de su natal Barquisimeto para estudiar en la Universidad Central de Venezuela y de ahí egresó en 1966 como Licenciado en Filosofía. Ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1971 y tras fungir como diligente funcionario diplomático a lo largo de 20 años, renunció y se vinculó al cuerpo profesoral de la UCV, especialmente en la Escuela de Artes, hasta jubilarse como profesor titular a dedicación exclusiva, en el 2006, aunque actualmente coordina el posgrado de Teatro Latinoamericano
Investigador, crítico y profesor
Azparren Giménez reconoce que, aunque es un investigador a tiempo completo de la huellas teatrales venezolanas y latinoamericanas y todo un apasionado del teatro griego, él se considera, fundamentalmente, un crítico de teatro, “porque eso es lo que he hecho la mayor parte de mi vida y mi trabajo como investigador es una consecuencia de mi actividad universitaria y en particular por una coyuntura que se dio en 1988, la cual me permitió dedicarme más a la investigación”.
Revela que era un proyecto de investigación continental, que inició Fernando de Toro, destinado a escribir una historia del teatro de América Latina. “A mi me pidió que me encargara del proyecto Venezuela, trabajo que yo saqué adelante, pero el proyecto general o final se haría en Canadá. Eso me sirvió a mí para dedicarme de lleno a la investigación. El proyecto general no se culminó, pero yo estuve trabajando con Orlando Arocha y Carlos Sánchez Delgado y tuvimos como asistente a Dunia Galindo. Del proyecto Venezuela se hizo el equivalente a dos volúmenes, materiales que nunca se editaron. Ese material me sirvió de punto de arranque para mis investigaciones y lo primero que hice fue un trabajo o un libro sobre el teatro de la Colonia, para el cual se recopilaron todos los documentos del periodo colonial, el cual fue publicado por Monte Ávila en el año 1996. De ahí en adelante si me dedique de lleno al teatro griego que era mi cátedra en la UCV”.
-¿Cómo arranca en la crítica?
-En Barquisimeto, cuando estaba con el Grupo Teatral Lara, dirigido por mi gran maestro Carlos Denis, en 1958, había que escribir en el diario El Impulso para promover nuestras actividades o habilidades artísticas, y como yo conocía a Herman Garmendia, él me apoyó para publicar mis articulitos. Pero la crítica, como ejercicio formal, fue cuando Román Chalbaud estrenó La quema de Judas, en 1964, en el teatro del viejo Ateneo de Caracas, ya desaparecido. Yo hice una critica que gustó mucho y la cual publique en una revista La revista, que yo dirigía en la UCV, de la cual publicamos cuatro o cinco números. En esas circunstancias me fui relacionando con mucha gente y en el año 1966, cuando Isaac Chocrón estaba ensayando Asia y el Lejano Oriente, le hice una entrevista para la revista Expediente y él me dio el número telefónico de su casa y yo le di el mío que era el de una pensión que funcionaba en una casa ubicada en las inmediaciones del viejo edificio de Viasa. Hasta que un día me llamó y me invitó para que hiciera critica de teatro en el diario La República, el cual dirigía Luis Esteban Rey, cuando precisamente iba a comenzar el Tercer Festival de Teatro de Venezuela, en septiembre de 1966. Así fue que comencé oficialmente como critico, precisamente reseñando todo ese importante evento teatral. Hacia 1969, a los pocos meses de haber comenzado el gobierno del presidente Rafael Caldera, desapareció La República, porque era un periódico del partido Acción Democrática, el cual acaba de perder las elecciones y le daba la entrada del partido Copei, y pasé a escribir en las revistas Imagen, del Inciba, y en Kena, que era de la Cadena Capriles, y así estuve hasta 1971, cuando me marché a Europa como diplomático venezolano.
-¿Pero siguió escribiendo y después vinieron los libros?
-Si, así ha sido mi trabajo como crítico, y con respecto a los libros de temática teatral llevo 14, con el texto que me acaba de publicar la Academia Venezolana de la Lengua, de la cual soy miembro de número. Son 11 títulos sobre teatro venezolano y tres sobre teatro griego.
-¿Qué ha pasado con el proyecto Cabrujas?
-Vienen tres libros más. A finales de este año debe salir el tercer tomo de su obra dramática, con ocho textos de diferente calidad. Después hay un libro que reúne entrevistas y conversaciones con Cabrujas y hasta algunos artículos suyos, pero todavía no se que titulo ponerle, y seguro será para el 2012. Este tercer libro me interesa muchísimo porque hay dos Cabrujas: el Cabrujas que le habló al país y el Cabrujas pensador y creador. Y hay un cuatro libro que es mi análisis de todo lo que legó Cabrujas. Pero tengo en mi computador otros dos libros, porque yo continué con la investigación de las fuentes documentales del teatro venezolano.
Inevitable ciclo histórico
Para el critico Leonardo Azparren Giménez, el teatro venezolano actual esta pasando por una grave crisis de creatividad, en sus niveles de dramaturgia y de puesta en escena. “Es la crisis más severa que yo recuerde del teatro venezolano durante los últimos 60 años. Pero la crisis no hay que verla en sentido peyorativo, porque se trata de inevitables ciclos históricos por los que pasan todos los movimientos teatrales del mundo y creo que este es uno de los más graves en buena parte de la historia venezolana. Además, la actual situación sociopolítica ha terminado por agravar esa crisis teatral, ya que el teatro de arte ha sido agredido severamente, cosa que nunca antes había ocurrido. Y es lo que esta sucediendo. Ocurre lo que se dio en España después de Calderón de la Barca, y aquí, en estos tiempos, se le reclama a los dramaturgos contemporáneos que no están en sintonía con lo que esta pasando en el país. Y con respecto a la puesta en escena, hay que reconocer que hay directores muy jóvenes y por ende no tienen la adecuada formación para un trabajo más creativo y verdaderamente profesional. Pero aquí quiero subrayar que esta crisis no es de ahora, esta crisis arrancó a finales de los años 80 y principios de los años 90, como es la desaparición de El Nuevo Grupo en 1988 y la muerte de Carlos Giménez en 1993, porque siempre las he considerado dos heridas mortales para el teatro venezolano. Pero además de esto, nunca el teatro venezolano ha sabido asumir su profesionalización como tal, que no es otra cosa que asumir el teatro como un proyecto de vida. Y aquí es donde yo establezco una diferencia entre el teatro comercial y el teatro de arte, y entre el teatro profesional y el que no lo es. Se puede hacer un teatro comercial de alta calidad profesional y por supuesto un teatro de arte de alta calidad profesional. Yo no amarro lo profesional a lo comercial, porque lo profesional es un alta calidad en la actividad que se adelantada o desempeña.
Guaro en Caracas
Leonardo Azparren Giménez desertó de su natal Barquisimeto para estudiar en la Universidad Central de Venezuela y de ahí egresó en 1966 como Licenciado en Filosofía. Ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores en 1971 y tras fungir como diligente funcionario diplomático a lo largo de 20 años, renunció y se vinculó al cuerpo profesoral de la UCV, especialmente en la Escuela de Artes, hasta jubilarse como profesor titular a dedicación exclusiva, en el 2006, aunque actualmente coordina el posgrado de Teatro Latinoamericano
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