¿Cuántos años tiene el
teatro en Venezuela? Diríamos 413 si aceptamos aquel documento sobre el primer espectáculo
representado en Caracas, el 28 de junio de 1600, o solo 185 si partimos del decreto que el Libertador
firmó en Santafé de Bogotá para autorizar la construcción de un teatro en
Caracas, el 13 de noviembre de 1828. Eran tiempos de la Gran Colombia y nada se
movía en esta urbe sin el visto bueno del altiplano. Ahí hay un tema para
valiosa investigación sobre la saga de nuestro teatro, ese que sus artistas y
su pueblo han vivido y celebrado a lo largo de ya varios siglos.
Esta es una invitación para
que críticos y artistas investigadores
busquen entre los archivos bolivarianos
y organicen la documentación necesaria
para que un día, ojalá durante en este asombroso siglo, las autoridades redacten un decreto más
acorde con la verdad histórica. Quien no mira al pasado no entiende el presente
y mucho menos comprenderá el futuro.
Mientras tanto, y
ciñéndonos a los hechos históricos, recordemos estas palabras del dramaturgo y
pintor Cesar Rengifo (Caracas, 1915-1980):
“Nuestro teatro es y será el producto de hondos y tenaces esfuerzos
colectivos, y de ninguna manera producto de individualidades o de realizaciones
aisladas del pueblo venezolano y sus aconteceres”.
Esto lo escribió para el
programa del caraqueño Primer Festival de Teatro Venezolano, en 1959, evento con
15 montajes de obras criollas, y el cual era consecuencia de un movimiento
teatral impregnado de vocación, de ética y consecuencia del trabajo colectivo.
Nadie vivía del teatro, los teatreros trabajaban en otras cosas y hacer teatro
significaba incluso gastos de su propio bolsillo, como podría recontarlo ahora el maestro Humberto Orsini, uno de los
sobrevivientes de aquellos tiempos, quien todavía instruye en los claustros de
la Unearte, a sus 87 años.
A seis décadas de ese memorable festival que
sirvió de lanzamiento para toda una vibrante dramaturgia nacional, el teatro ha
crecido y lucha para tener un perfil propio en el contexto americano y mundial,
y es precisamente por su ebullición creativa y la petición de sus artistas y
público que durante los últimos tres años aquí en Caracas se ha dado una
singular revolución teatral: se rescataron los viejos teatros, se fabricaron
otros y la capital no tiene menos de 20 espacios del Estado, los cuales se han
usado para un circuito teatral y dos
festivales que han sido muy bien recibidos por multitudes de tirios y troyanos.
Hay, pues, un fenómeno
cultural, que nunca se pensó en 1959: un teatro comercial que depende de la
taquilla y cada fin de semana presenta
no menos de 50 montajes, y otro teatro, mal llamado “oficial”, que llamaríamos “popular”,
el cual se hace con aportes financieros
del Estado. Dos tendencias que tienen audiencias y plenan las salas de la Gran
Caracas. Sendos estilos que cuentan con centenares de artistas y miles de
espectadores, los cuales cuestionan la misma realidad. No es frívolo ni
complaciente.
Y para concluir, queremos
resaltar la gestión adelantada por el poeta y artista Freddy Ñañez al frente de
Fundarte durante los últimos tres años. Sus festivales y el actual circuito,
donde participan desde Mimi Lazo, Basilio Álvarez Héctor Manrique y otros
artistas, son una muestra de sabia gerencia cultural.
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