sábado, julio 13, 2013

Esclavo de Dios

El venezolano Joel Novoa Schneider, unigénito de los artistas José Ramón y Elia, inició su carrera de cineasta al  estrenar su ópera prima Esclavo de Dios y lograr que no pasara desapercibida gracias a la compleja temática abordada y la correcta y humilde factura de su producción.
Esclavo de Dios es, para nuestros gustos y disgustos, una modesta ficción sobre un atentado terrorista cometido el 18 de julio de 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en Buenos Aires, donde perecieron 85 personas, además del atacante suicida, y no menos de 300 heridos. El guionista Fernando Butazzoni redujo casi todas las hipótesis reales del siniestro suceso a una rocambolesca guerra a muerte entre una célula terrorista musulmana  y  el Mossad (el  todopoderoso servicio secreto de Israel), la cual se escenifica, fundamentalmente en la capital argentina y Caracas. Nada hay en ese filme sobre el trasfondo nuclear que habría incitado a la agresión terrorista y donde estaría involucrada  hasta una poderosa nación del  Oriente Medio empeñada en tener su propio armamento atómico. ¿Tenemos que esperar a que Hollywood haga una multimillonaria película y plasme la verdad que ellos quieran contar?
¿Por qué este criollo Esclavo de Dios evade todo esa fantástica investigación policial sobre la AMIA que mantuvo pendiente al mundo durante la última década del siglo XX  y se queda en un sencillo thriller  que tiene  hasta un final inesperado y abierto?
No podemos hablar de lo que no se hizo, sino ponderar lo exhibido, aunque el cineasta Novoa Schneider ha dicho que ese crimen colectivo es el más grande  de los últimos tiempos en America Latina  y es grave que aún exista impunidad 19 años después…y no existe aún una película en género thriller del mismo tema.  “Este atentado no es tan lejano a nosotros en Venezuela, ya que existen teorías de vínculos desde ese momento. Es un caso de intolerancia extrema y mostrar estas realidades ayuda a prevenir que ocurran nuevamente”.
La acción fílmica está siempre en un óptimo punto de ruptura, apuntalado en actores como Al Khaldi (Ahmed), Vando Villamil  (David),  Daniela Alvarado (Inés), Laureano Olivares (Tarik), Marialejandra Martín (Sara) y Jhonny Jabbour (Rasul), quienes crean verosímiles personajes, muy teatrales además.
Que no se haya mostrado la película esperada ante tales magnitudes argumentales es más que explicable, pero lo obtenido demuestra que Novoa Schneider tiene talento, sabe lo que debe ser el cine moderno y que su compromiso como artista latinoamericano es  importante y fundamental, aunque no tenga dólares.Ahora es que comienza a subir la cuesta de la creación  artística, muy competida ademas...pero sin soberbia puede llegar lejos.
Pero hay algo en Esclavo de Dios que nos obliga a escribir: es un alegato por el amor y la paz entre todos los seres humanos, especialmente quienes practican religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes. Y lo remarca con su largo final: los contrincantes liquidan al enemigo común y después se perdonan sus vidas, quizás para disfrutar de sus familias, quienes son siempre las grandes perdedoras. ¿Invitaciòn al amor como lo ha predicado Dios y remarcado con sus profetas?


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