El director Ibrahim Guerra y el primer actor Carlos Márquez en el camerino de Unearte. |
Arrancó la despedida del primer actor Carlos Márquez (Guanoco, 19
de abril de 1926) con su hermoso e instructivo monólogo Inolvidable, escrito por José
Gabriel Núñez a partir de la biografía Lo
que me tocó vivir del comediante, desde aquel 20 septiembre de 2013, en la
sala de conciertos de Unearte.
Marquez decidió retirarse de las
artes escénicas, como expresó el año
pasado, porque “a los 87 ya no se está para actuar, sino para esperar la muerte
en la tranquilidad del hogar”. Por eso su espectáculo avanza desde Guanoco a la
eternidad de la cultura criolla, haciendo escala a lo largo de 70 años en
numerosos escenarios, sets y platós de Caracas donde hizo su vida artística.
Exaltamos la decisión de
Márquez para su original despedida - se escenificó durante dos fines de
semana en Unearte y desde entonces lo ha mostrado 16 veces más en otros
escenarios, como ocurrió la semana pasada en el teatro Principal- la cual
aplaudimos a rabiar por la honestidad de tal acto celebratorio, logrado gracias al afecto, la paciencia y la
creatividad que aplicaron el dramaturgo Núñez (consumió 18 meses en la
redacción del guión) y el director Ibrahim Guerra.
Ellos hicieron que Inolvidable no
fuese únicamente un revisión existencial del artista, sino que diese
valiosa información sobre varias décadas de los avatares del teatro y una
excelente demostración de las dotes histriónicas que él conserva.
El histrión le contó a Núñez
varias facetas de su vida y este estructuró el unipersonal, con apoyatura
musical en vivo de Tony Monserrat. Lo obtenido es una deliciosa recreación, a
partir del monólogo El canto del cisne (1886) de Antón Chejov, enriquecido con anécdotas del artista, como
sus desencantos por los personajes que anheló hacer y nunca se los dieron, como
aquellos legendarios príncipes Hamlet y Segismundo, de Shakespeare y
Calderón, metas consagratorias para muchísimos comediantes en etapa
cruciales de sus profesiones.
Tal como lo plantea Chejov, Márquez encarna
el anciano cómico Vasili Vasílievich que termina la función con la cual finaliza su
carrera teatral y se queda viendo
desde el escenario la sala vacía para iniciar un melancólico viaje a través de
sus recuerdos.
Inolvidable es un gran tributo a la nostalgia que ha acompañado a este comediante,
quien luchó denodadamente para llegar a ser lo que es: primera figura en el
arte de la interpretación, la cual es la actividad más arraigada,
genéticamente, en todo ser viviente, y más, si a este lo complementa el
intelecto, tal es el caso de Carlos Márquez.
Aristóteles pide en todo acto teatral
un conflicto para la expiación de la audiencia y Márquez lo obtiene con su saga de amor, sus luchas y el amargo
final, tal como ocurrió con la pionera Juana Sujo, su primera
esposa, insigne actriz y productora del mejor teatro de arte de los 50 y 60.
Desaparecen las risas y el silencio es elocuente, pero el público estalla
minutos después cuando interpreta el tango Cuesta abajo y el bolero Inolvidable. ¡Cae el telón!
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