Un espectáculo sobre el horror de la sociedad capitalista |
Un joven actor vio un
ensayo general del espectáculo Ha llegado un inspector, de John B
Priestley, versionado por Ugo Ulive, dirigido y producido con mucho amor y
calidad por Basilio Álvarez para el grupo Skena, en la sala Trasnocho. Él, sin
dudarlo, díjome, antes del estreno, “es una obra comunista”.
Tal observación me impactó y al escribir nuestro comentario sobre aquel estremecedor y urticante montaje, el cual disfruté hasta con lágrimas, gracias a los veraces y comprometidos actores que ahí participan, porque además las palabras del Papa Francisco denunciando que el comunismo le había robado las banderas al cristianismo, habían terminado de convencerme de que no estaba equivocado en mí ya larga vida, hice bien al ayudar a consolar y hacer felices a los que lloran, y a todos aquello que tienen hambre y sed de justicia. Y deduje que si todo lo que pasa y se critica en la pieza de Priestley -estrenada en dos teatros del Moscú de 1945, porque no pudieron hacerlo en Londres, por razones obvias- es comunismo, pues no lo sabía y ahora veo y gozo porque mi teatro venezolano se ha comunizado, no se sabe por cuánto tiempo.
La comunización del teatro venezolano comenzó durante la temporada de 1959 con el estreno de Ha llegado un inspector gracias a la actriz y empresaria Juana Sujo, quien contrató a Carlos Gorostiza para que la dirigiera, en el teatro Los Caobos, teniendo a Fernando Gómez y Carlos Márquez en los roles protagónicos, histriones que aún viven. A 55 años de tal montaje, Jorge Palacios, Juan Carlos Ogando, Patty Oliveros, Valentina Rizo, Alejandro Díaz Iacocca y Jesús Nunez, componen sus urticantes personajes, desde un peculiar escenario inclinado 20 grados a la derecha, para plasmar la patética saga de una elegante y burguesa fiesta de petición de mano que se transforma en un duro interrogatorio por parte de un misterioso inspector de policía, porque una damita joven se ha suicidado, tras perder su trabajo en una factoría, convertirse en prostituta para sobrevivir, ser amante de un ricachón muchacho y al final, preñada y abandonada, decide tomar un desinfectante y reposar en la morgue. ¡El epilogo no lo revelo!
La obra, ambientada en el Reino Unido de mediados del siglo XX, ha sido muy bien recibida por los teatreros y por las comunidades del mundo -todos comunistas y/o cristianos, por supuesto- que se han visto reflejados en esa cruel historia, a sabiendas que eso sucede a diario en todas partes. El texto denuncia a una perversa sociedad explotadora y propone además que la juventud debe tomar conciencia y rebelarse contra la desgraciada conducta de sus progenitores, culpables de tales desatinos. Son la esperanza de un mundo mejor. ¡Ojo con los jovenes comediantes que ahí se baten con los tres veteranos histriones!
Gracias, pues, al "inspector" Jorge (otra vez para ser premiado) y acompañantes por la verdad que le dieron a frases, como estas: “Cada acción que hagas repercute sobre los demás”, “Todos somos culpables de algo que escondemos”, “No vivimos solos, formamos parte de un cuerpo y somos responsables los unos de los otros”; “Si cometimos un delito pero nadie lo sabe… ¿no somos culpables?”. ¡Ah, que viva ese singular comunismo teatral a la venezolana!
Tal observación me impactó y al escribir nuestro comentario sobre aquel estremecedor y urticante montaje, el cual disfruté hasta con lágrimas, gracias a los veraces y comprometidos actores que ahí participan, porque además las palabras del Papa Francisco denunciando que el comunismo le había robado las banderas al cristianismo, habían terminado de convencerme de que no estaba equivocado en mí ya larga vida, hice bien al ayudar a consolar y hacer felices a los que lloran, y a todos aquello que tienen hambre y sed de justicia. Y deduje que si todo lo que pasa y se critica en la pieza de Priestley -estrenada en dos teatros del Moscú de 1945, porque no pudieron hacerlo en Londres, por razones obvias- es comunismo, pues no lo sabía y ahora veo y gozo porque mi teatro venezolano se ha comunizado, no se sabe por cuánto tiempo.
La comunización del teatro venezolano comenzó durante la temporada de 1959 con el estreno de Ha llegado un inspector gracias a la actriz y empresaria Juana Sujo, quien contrató a Carlos Gorostiza para que la dirigiera, en el teatro Los Caobos, teniendo a Fernando Gómez y Carlos Márquez en los roles protagónicos, histriones que aún viven. A 55 años de tal montaje, Jorge Palacios, Juan Carlos Ogando, Patty Oliveros, Valentina Rizo, Alejandro Díaz Iacocca y Jesús Nunez, componen sus urticantes personajes, desde un peculiar escenario inclinado 20 grados a la derecha, para plasmar la patética saga de una elegante y burguesa fiesta de petición de mano que se transforma en un duro interrogatorio por parte de un misterioso inspector de policía, porque una damita joven se ha suicidado, tras perder su trabajo en una factoría, convertirse en prostituta para sobrevivir, ser amante de un ricachón muchacho y al final, preñada y abandonada, decide tomar un desinfectante y reposar en la morgue. ¡El epilogo no lo revelo!
La obra, ambientada en el Reino Unido de mediados del siglo XX, ha sido muy bien recibida por los teatreros y por las comunidades del mundo -todos comunistas y/o cristianos, por supuesto- que se han visto reflejados en esa cruel historia, a sabiendas que eso sucede a diario en todas partes. El texto denuncia a una perversa sociedad explotadora y propone además que la juventud debe tomar conciencia y rebelarse contra la desgraciada conducta de sus progenitores, culpables de tales desatinos. Son la esperanza de un mundo mejor. ¡Ojo con los jovenes comediantes que ahí se baten con los tres veteranos histriones!
Gracias, pues, al "inspector" Jorge (otra vez para ser premiado) y acompañantes por la verdad que le dieron a frases, como estas: “Cada acción que hagas repercute sobre los demás”, “Todos somos culpables de algo que escondemos”, “No vivimos solos, formamos parte de un cuerpo y somos responsables los unos de los otros”; “Si cometimos un delito pero nadie lo sabe… ¿no somos culpables?”. ¡Ah, que viva ese singular comunismo teatral a la venezolana!
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