Un espectáculo que siempre será oportuno. |
Teatro en Resistencia, que alude al actual contexto social y político
de Venezuela, es un valioso proyecto de difusión cultural que adelanta, desde
hace varias semanas, el Grupo Actoral 80 (que lideriza Héctor Manrique). Está destinado
a mostrar gratuitamente, una vez al mes, algunos de los espectáculos que se
exhiben en la salas comerciales de Caracas, gracias a la complicidad de sus
gerentes, buscando así propiciar la reflexión y drenar la tensión nerviosa de
los espectadores, sin distinción de tendencias políticas e ideológicas.
Ahora le tocó el turno al Teatro Municipal de Chacao -antes se hizo en
el Teatro Trasnocho- donde ha exhibido, nada nada y nada menos, que Fresa y chocolate, obra anti
homofóbica del cubano Senel Paz (1950). Bien dirigida por
Manrique y actuada gracias a Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Wadih
Hadaya, y con la pulcra producción de Carolina Rincón.
El grupo Actoral 80 ingresó
oportunamente a la liza anti homofóbica, cuando estrenaron, durante la
temporada 2015, Fresa y chocolate, cuyo texto nació del cuento El lobo,
el bosque y el hombre nuevo del
mismo Senel Paz y después se hizo cine (1994) gracia a los directores
Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.
A buena hora, el teatro criollo
tercia y acentúa su presencia en la lucha que se libra en el mundo contra
ese crimen de odio que es la homofobia; enfermedad psicosocial que se caracteriza
por tener una profunda aversión hacia los homosexuales, otra más de las
manifestaciones del fascismo, miasma ideológica que utilizan algunos
deshonestos activistas políticos de izquierda o derecha. Conocen los teatreros que el mundo se divide entre
países que persiguen la homosexualidad y los que reconocen y amparan los
derechos de gays y lesbianas, pero que en unos y otros persiste el odio hacia
las relaciones íntimas entre seres del mismo sexo. Y por eso los hacedores
de las artes escénicas están en combate.
CRUDA REALIDAD SOCIAL
En el teatro Municipal de Chacao, el
pasado domingo 21, se plasmó de nuevo la cruda realidad social de la Cuba
revolucionaria, durante varias décadas del siglo XX. Plasma la relación de
amistad que brota y se establece entre Diego (Juan Vicente Pérez), artista gay
que cree en la libertad y trata de ejercerla, y David (Daniel Rodríguez),
estudiante universitario cargado de prejuicios en contra de la homosexualidad,
quien además sigue las orientaciones del régimen castrista. La personalidad
racional y desenfadada y tierna de Diego penetra y conquista finalmente la
mentalidad del revolucionario David, quien reevalúa sus concepciones no solo de
la homosexualidad, sino también sobre lo que significa ser un auténtico
revolucionario, a pesar de su homofóbico compañero Miguel (Wadih Hadaya) quien planea utilizarlo para espiar
a Diego, persona a quien el régimen considera "aberrante y peligrosa”. El
desenlace es el nacimiento de una fuerte amistad entre Diego y David,
quienes se separan porque el artista gay sale de la isla en pos de otras metas.
No tiene Fresa y chocolate
un final edulcorado ni nada que se le parezca, solo una propuesta para que el
público analice y tome una posición, porque sí entre los antiguos
romanos, griegos, chinos y egipcios la homosexualidad era solo una manifestación
más de la sexualidad del ser humano, sin calificativos ni otra relevancia,
las religiones judeocristianas y la era moderna hicieron cambiar tal situación,
hasta castigar, censurar y prohibir tal expresión, por intermedio de la
homofobia, que puede incluso llevar a la cárcel o a la muerte. En Cuba el odio
ha disminuido porque incluso Fidel Castro admitió que su régimen se excedió y
hasta una sobrina suya, Vilma Castro Espín, ahora es líder y defensora de los
derechos de los LGTBI.
El montaje venezolano que deja sin
aliento al público por la veracidad de su representación, exalta el talento que
como sobrio puestista y director de actores tiene Manrique y las notables
condiciones que han desarrollado Rodríguez, Pérez y Hadaya. ¡Verlo es
decir no a la homofobia!
Hay que recordar al público que
aunque la homofobia está prohibida en Venezuela, según la Carta Magna de 1999,
esa enfermedad psicosocial esta tan enraizada en la sociedad venezolana, que
pasaran muchas generaciones hasta que el respeto hacia los demás sea norma de
vida y para la educación, y en especial las artes, son las más eficaces herramientas.
Y es por todo eso
que Manrique y el GA 80 han escenificado Fresa y chocolate y la han convertido en su pieza de repertorio.
Ellos creen y manifiestan que “la razón fundamental para montar esta obra
es que en la sumatoria de todas las voluntades estará la solución de nuestros
problemas como sociedad, en Fresa y chocolate se ejemplifica
como la marginación en cualquiera de sus estadios sólo lleva a la fractura
íntima y pública del hombre y esas fracturas y desarraigos llevan al
empobrecimiento de las personas”. Y reiteran que “el amor es una
fuerza modificadora. Creemos que si hay algo que le está haciendo falta a
nuestra sociedad es el respeto a la vida, a las ideas de los demás, porque nos
enriquecen”.
CRIMEN DE ODIO
Mientras el cine venezolano denuncia y fustiga
a la homofobia con sus peliculas y las lleva a los festivales internacionales,
donde además gana premios de prestigio, nuestro teatro también lo hace o lo
prosigue haciendo porque así lo comenzó Isaac Chocrón, en 1971, con esa pieza
icónica que es La revolución, puesta en escena por Román Chalbaud y
con Rafael Briceño y José Ignacio Cabrujas en su reparto. No es gratuito, pues,
que en este siglo los films criollos Azul y no tan rosa de
Miguel Ferrari (2012), Pelo malo de Mariana Rondón
(2013), Desde allá de Lorenzo Vigas (2015) y Tamara
de Elia Schneider (2917) sean un cuarteto de oro cultural y mediático contra
una de las más feroces discriminaciones: la homofobia. El Grupo Actoral 80
(GA80), como lo señalamos antes, ingresó oportunamente a la liza anti
homofóbica con su excelente Fresa y chocolate. El montaje deja
sin aliento al público por la veracidad de su representación, exalta el talento
que como sobrio puestista y director de actores tiene Manrique y las notables
condiciones que han desarrollado Rodríguez, Pérez y Hadaya. ¡Verlo es decir no
a la homofobia! A buena hora, el teatro y el cine
criollos tercian y acentúan su presencia en la lucha que se libra en el
mundo contra ese crimen de odio que es la homofobia. Y por eso que todos
los hacedores de las artes escénicas están en combate, con su Teatro en Resistencia.
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