Ya el Séptimo Festival Internacional
de Teatro de Caracas 2018 (organizado por Fundarte) es un punto respetable en
la historia del arte teatral criollo para este siglo y aquí en la capital
venezolana aún hay posibilidad de ver y ponderar una de las piezas estrenadas
durante ese lapso del 27 de abril al 6 de junio. Nos referimos a Develario, un complejo texto dramático en
clave de vernáculo melodrama policial, de Rodolfo Porras, quien además lo
dirigió y estrenó en el sala Alberto de Paz y Mateos con los correctos trabajos
profesionales de los comediantes Arnaldo Mendoza, Adriana Bustamante, Ludwig Pineda, María Alejandra
Tellis, Celeste Gil, Darío Soto y Ronny Mújica, pertenecientes al elenco
estable de la Compañía Nacional de Teatro, ente oficial responsable de la
producción global del espectáculo.
Develario es la segunda pieza de la programación 2018 de la Compañía Nacional de
Teatro (que dirige Carlos Arroyo) para este año. Es otra pieza, la número 18,
de Rodolfo Porras (nació en Caracas hace 59 años), quien la culminó este 2018 y
ahora le ha tocado estrenar y hacer temporada en el histórico teatro Alberto de
Paz y Mateos, lo de histórico es porque ahí germinó y se catapultó la Santísima Trinidad del
Teatro Venezolano (título periodístico
que impuso Lorenzo Batallán), o sea a la
tripleta de calidad que hicieron los dramaturgos Isaac Chocrón, Román Chalbaud
y José Ignacio Cabrujas, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
Develario es la primera pieza que se lleva a escena
sobre la reciente violencia venezolana, esa que le costó la vida a más de un
centenar de venezolanos durante el año 2017, en ese nefasto episodio de las
guarimbas. Este Develario, y lo ha subrayado muy
sensatamente el autor Porras, es
una comedia dramática escrita al estilo de la novela negra, o el cine
negro. Donde utiliza los ingredientes emblemáticos de este nada fácil género
y a la hora de reconocer influencias no niega que se acerque más a Bertolt
Brecht que a Raymond Chandler. Es decir, sí es una obra política que trata
de alejarse del panfleto, del mensaje directo, es un detalle de honestidad intelectual,
un gesto poco frecuente entre los autores criollos, que oscilan más hacia el discurso
político y menos hacia la incómoda y vertical verdad de los hechos. En este caso,
sin embargo, es como cualquier pieza teatral, porque todas responden a una
ideología, a una postura filosófica y política, por parte del escritor o autor
del texto teatral, donde la ficción teatral es libre.
PADRES BURGUESES
Con Develario, Porras pretende que el
público venezolano se encuentre con un texto y una puesta que le permita un
goce estético, se divierta y pueda entrar en contacto con la posibilidad de
leer la realidad más allá de lo aparente. El elenco tiene un nivel actoral parejo,
aunque las performances de Tellis y Soto (no menos de seis personajes) son
excepcionales y fundamentales para el desenlace de la pieza, pero todos
engranan de tal manera que permiten una puesta en escena dinámica, limpia y se
convierte en un buen espectáculo, con una ejemplar demostración de economía de
los recursos materiales y sustentados en una firme dirección actoral y un
siempre mejorable ritmo escénico, clave del hecho teatral mismo
Develario, cuya duración no supera los 90 minutos, muestra a
una atribulada madre burguesa solicitando los servicios profesionales de un
detective privado para que eche luces sobre la misteriosa muerte de su joven
hijo durante una manifestación pública o protesta organizada contra el
gobierno. El sabueso, como cualquier hijo de Dick Tracy, contacta a varios
funcionarios policiales que estuvieron implicados en la muerte del adinerado
muchacho y encuentra detalles claves, al tiempo ue indaga en los orígenes y los
desplazamientos de los adoloridos padres, abiertos opositores al gobierno,
hasta que parece un hecho fortuito: hay una fotos del suceso, cuando mataron al
jovenzuelo y ahí se pueden deducir que otros terceros conocen o participaron en
el crimen. Los supuestos criminales o autores materiales pierden la prudencia y
tratan de silenciar al investigador pero este se salva de una muerte segura y
así descubre que fue su propio padre quien disparó y mató al muchacho, al
parecer porque se equivocó de blanco en la manifestación. El final es abierto,
por si decirlo. Y suscitará comentarios. Se esperan otros teatros sobre esa
etapa de la historia venezolana.
ECONOMIA Y COMPROMISO
Vale la pena destacar lo austero del montaje que está resuelto con
materiales reciclados y reducidos al mesón de un bar, un escritorio del
detective que se convierte en mesa del comedor de casa burguesa, dos sillas
toné y un perchero. Es una muestra que con buenos actores y un texto bien resuelto
se puede conseguir un montaje nada costoso pero si muy enriquecedor en lo ideológico.
En un momento de crisis como el que se vive en Venezuela, el dramaturgo
Rodolfo Porras admite que es un ser humano feliz, pero eso no quiere decir que “esté
satisfecho…la sensación y la certeza de completitud es enorme, cosa que me
obliga a seguir haciendo, pensando, dudando, equivocándome… las satisfacciones
que funcionan, a mi criterio, son las circunstanciales, las perecederas. De
hecho tengo la sensación de que las satisfacciones permanentes son una especie
de fracaso. A parte del aprendizaje que significa haber convivido y
crecido vinculado a la actividad teatral, yo estudié formalmente en el IFAD, y
recibí una enseñanza privilegiada, dada la pléyade de profesores que me tocaron
en suerte. Luego me integré al Teatro Universitario de la UCV, bajo la tutela
de Luis Márquez Páez, me hice escenógrafo profesional por las enseñanzas de
Ramón Aguirre, con quien trabajé en teatro y el cine, hasta que me independicé
en ese oficio. En la Escuela de Letras, no sólo fui alumno sino preparador de
Eduardo Gil. Es decir, tengo un aprendizaje formal. Por supuesto, que también
hay un aprendizaje informal que implica el roce en el oficio y la adquisición
de unas herramientas de manera autodidacta, como creo que es el proceso de
aprendizaje de todo el que se dedica a aprender una disciplina. Creo que no se
puede hacer teatro sin compartir el conocimiento, el aprendizaje, la
experiencia y los saberes. El teatro es una actividad colectiva, gregaria y de
constante aprendizaje”.
Pero puntualiza que todo teatro es comprometido, hasta el muy malo. “Hay
un teatro comprometido con el dinero, otro que está comprometido con la
religión, hay un teatro comprometido hasta los tuétanos con la vanidad, otro
más con el arte en sí mismo, otro con posturas políticas… lo que es difícil, si
no imposible es que exista un teatro no comprometido. He escrito y llevado a
escena obras comprometidas con el ideario político revolucionario, otras con la
libertad, otras con la diversión, alguna más con la literatura, todas con
varias cosas a la vez. Cuando se habla de teatro comprometido se suele aludir al
político o al militante… yo he escrito eso que llaman teatro de urgencia o
panfletario, pero no es lo que más me gusta, de hecho no me interesa… Creo que
el teatro, el arte en general tiene un compromiso con la vida, lo humano, la
justicia, y también tiene un compromiso con altos contenidos estéticos y
filosóficos. El arte, el teatro tiene la capacidad de colocar al artista y a su
receptor en una atmósfera, en una sintonía especial que lo hace mirarse y mirar
al otro con libertad, con amor por lo humano y sus capacidades creadoras. Ese
es el compromiso intrínseco del arte, pero es el más fácil de eludir, casi
siempre en nombre de esos otros compromisos”
La historia dirá que pasó con Rodolfo Porras, quien ahora queda como un
comprometido autor, estrenado en un magno evento.
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