Dos actores de postín. |
Sin lugar a dudas que el militar y político Isaías Medina
Angarita (San Cristóbal,6 de julio de 1897/Caracas,15 de septiembre de 1953) se merecía una pieza teatral para pulsar su condición humana y sus
aportes a la historia política venezolana, después de la cual deberá
suscitarse una mayor investigación sobre el periplo existencial de
ese venezolano y todo lo que desencadenó.
Lo decimos porque el enamoró a Estrella Serfati de Chocrón (la
madre de Isaac), con quien tuvo dos descendientes,a quienes reconoció y les dio su apellido, y después fungió
como Presidente de la República desde 1941 hasta 1945. A pesar de que había sido elegido para
el período 1941-1946 no
terminó su mandato presidencial, ya que fue derrocado por un Golpe de Estado perpetrado
por un sector del ejército, alentado y aliado con dirigentes y militantes del naciente partido Acción Democrática, con Rómulo Betancourt
en primera fila. El gobernante tuvo tiempo para modernizar al Estado,
introduciendo audaces reformas, las que convirtieron a Venezuela en una
república moderna y plenamente integrada al siglo XX. Eso no se le puede
negar.
Y es por eso que ahora aplaudimos el estreno y la temporada de Animal
político, un extraordinario momento de Jesús Farías, con los
destacados actores Juan Carlos Ogando y Germán Anzola, dirigidos
equilibradamente por Rafael Barazarte y producida muy profesionalmente
por Douglas Palumbo, la cual se presenta en el espacio Alterno del Trasnocho
Cultural.
Este texto Animal político, un extraordinario momento es
un severo encuentro entre Medina Angarita y Laureano Vallenilla Lanz Planchart (París el 6 de agosto de 1912/París,
1975) precisamente en un frío día de enero de 1947, en el Central Park de Nueva
York, cuando el joven político ha sido llamado por los militares para que los
asesore en el nuevo gobierno que sustituirá a Rómulo Gallegos.
No hay que ser un versado especialista en la historia política
venezolana para reconocer que el autor Farías ha hilvanado muy bien los hechos
reales o históricos con la ficción, para crear así estos personajes
que soportan una fría mañana y se reaniman tomando coñac con ponsigué
mientras analizan lo que se puede hacer en Venezuela con el nuevo
régimen que se gesta, presidido por el general Marcos Pérez Jiménez.
Incluso en medio de revelaciones personales entablarán una conversación
sobre lo que consideran que es la idiosincrasia del venezolano y exclaman que
“el venezolano es flojo. Bueno, poco comprometido con el país”.
Queda muy claro que Medina Angarita sí
estaba con el régimen castrense que se avecinaba y hasta advierte que no
puede de regresar a Caracas porque su salud no se lo permitía, cosa que resultó
ser cierta.Laureano Vallenilla
Lanz-Planchart, según la historia, fue “la eminencia gris” del gobierno de
Pérez Jiménez y salió por la presión de los militares que provocaron el Golpe
de Estado del 23 de enero de 1958.
Más allá del discurso político que
puede resultar fastidioso para los no interesados, hay que resaltar el pulcro
ritual de este par de comediante, dos auténticos señores conversadores que si
creían que su país se merecía lo mejor y por eso ellos lo propiciaron.
La reacción del público fue notable,
pues se vio una clase auténtica sobre las maquiavélicas tramas que usan todos
los políticos para perpetuarse en sus cargos y además se manifiesta
la complicidad de Medina Angarita para sacar del Palacio de Miraflores
a Betancourt y toda su corte. La historia que vino después ya es
suficientemente conocida por las actuales generaciones y además vividas: elecciones, 40 años de democracia
representativa y el actual experimento
sociopolítico que instauró Chávez y su continuidad con
Nicolás Maduro.
Ojala que se realicen foros o conferencias sobre ese proceso del ascenso de los militares al poder en aquellos años 40.
Ojala que se realicen foros o conferencias sobre ese proceso del ascenso de los militares al poder en aquellos años 40.
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