Jorge Cogollo,autor venezolano |
A
través de la Compañía Nacional de Teatro, el Ministerio del Poder Popular para
la Cultura, estrena el viernes 1 de noviembre la pieza Merdonalds, escrita por Jorge Cogollo y dirigida por Marisol Martínez
con las actuaciones de los estudiantes del Laboratorio de Creación Teatral de
la institución en su sede de la Sala Alberto de Paz y Mateos.
Merdonalds es una
puesta en escena que narra las realidades del emigrante y los sueños que dejan
atrás en busca de ampliar nuevos horizontes. La realidad de una de las grandes
industrias transnacionales y lo que ofrecen a los migrantes que llegan con
todas las ganas de tener mejor calidad de vida. En esta obra se expresa como se
sufre detrás de las pantallas de un celular y de cómo dicha empresa expresa
externamente una realidad distinta a la que se vive dentro de ellas.
Esta
obra brinda dos realidades, en las cuales se ve reflejada lo que se vive en el mundo
real y los anhelos mentales e imaginarios de todo individuo, que desea cumplir
sus sueños al migrar; es un mensaje directo a la falacia que se esconde
detrás
de la sonrisa y la publicidad engañosa de esta empresa. “Es un homenaje a mi
país y amigos migrantes e inmigrantes; tal vez a mí mismo de nuestras experiencias lejos de país
y del arte. Es un recordar de nuestra supervivencia” indicó el escritor de la obra,
quien actualmente reside en Ciudad de México.
En
este espectáculo participan los estudiantes del Laboratorio de Creación
Teatral: Klaus Yánez, David Vincenti, Nella Alfonzo, Jean Carlos Brito, Brenda
Guerrero, Dervis Benarés, Gilberto J. Osorio y Kleiber Rodríguez.
Las
funciones estarán disponibles del 1 al 17 de noviembre de jueves a domingo en la
Sala Alberto de Paz y Mateos ubicado en la Av. Andrés Bello con Prolongación
los Manolos a las 4:00 p.m.
ALLENDE LAS FRONTERAS
Jorge Cogollo (Caracas, 1986) desde Ciudad de México, comunica que uno de
sus textos teatrales se ha presentado en Europa. Se trata de El ojo de
Hamlet.
¿Quiénes
la hacen?
Dos grandes amigos del teatro, el
Chino Monagas y Cynthia Sholz, quienes migraron a Alemania
hace cuatro años y han hecho alianzas con grupos
teatrales, y con sus ganas de mantenerse cerca del escenario, luchan
contra todo para seguir con el discurso. Y afortunadamente se van
instalando entre otros grupos teatrales europeos.
¿De qué escribes
en esa obra?
La obra es una alianza con
Shakespeare; nos permitimos inyectarle al clásico nuestra contemporaneidad
y nuestro dolor. El Hamlet que construimos se inicia cuando es
exiliado de Dinamarca, pero este Hamlet se niega a regresar a Dinamarca,
el exilio lo ha convertido en un cobarde, ya no tiene su corona del
príncipe. Se dice la obra que él ya pertenece a ningún lugar, y mientras
Dinamarca estalla por culpa de un Claudio ineficiente, él se
queda limpiando la barra de un bar esperando que los días pasen. Ofelia lo
espera con locura, y en forma de una Penélope guerrera reclama su
regreso.
¿Qué futuro hay con ese espectáculo y ha pensado que se pueda hacer o
mostrar aquí, en Caracas?
El recorrido de este Hamlet, mi Hamlet, por ahora no deja de darnos
sorpresas. Porque fue estrenada en una pequeña sala donde apenas entraban cinco
personas, y ahora en noviembre comenzará una gira por tres ciudades
europeas que serán Dortmund, Bochum y Duisburg. Acompañados del grupo
teatral Artscenico, el proyecto
crece con firmeza. Por ahora físicamente la obra no estará en Venezuela
pero sí virtualmente, a que me refiero con esto. El chino Monagas y Cynthia
aprovechando el poder de conexión que tienen las redes han
decidido construir un dispositivo escénico, con cámaras y micrófono que
permite proyectar la obra en vivo por Facebook, logrando que la
obra se ha vista en otros espacios, con otros amigos y por supuesto con nuestros
iguales venezolanos. Cabe destacar que la obra para los actores plantea el
reto que está contada en dos idiomas, en alemán y en español, acentuando tal
vez uno de los grandes problemas que se enfrenta un migrante: el idioma.
¿Por qué camino
o vereda o autopista andan sus otros proyectos teatrales?
Por ahora esta alianza hecha entre el
Chino y Cynthya se mantiene; estamos eligiendo
entre dos proyectos de mi autoría, uno se llama Ciudades, que
son tres venezolanos conversando por internet y cada uno
habla de la imposibilidad que tiene para encontrarse, uno de ellos se encuentra
en México, otro en Alemania y otro en Venezuela. La otra es un Ulises, que
llamamos Los migrantes también aman, con una Penélope que espera y
un guerrero que se debate en cuál es el momento de regresar. Con un amigo
residenciado en Miami estamos viendo la posibilidad de trabajar en una versión
de La hora menguada de Rómulo Gallegos, traerla a una
ciudad cerca del mar, inventando dos mujeres que esperan siempre en el mismo
día, que construyen siempre la noche de fin de año. Y siempre con los grupos
teatrales de Venezuela, tratar de no perder contacto: Jennifer Morales
trabaja en una obra que hasta ahora se llama Una comedia menor. Es
un rockero que ha pasado ya la edad famosa de los 27 años y se niega a dejar el
sueño de la música para entregarse al mundo real.
¿Cómo van sus cosas personales en ese
México tan pujante, donde se vive y se ama al lado del monstruo gringo?
En México estoy intentando entender a esta ciudad enorme, donde las distancias son casi incalculable, en la simpleza de conocer amigos nuevos, de entender una cultura mágica, probando todos los platos de comida posible, viendo los altares del día de los muertos, reconociendo la simpleza de los encuentros, de los besos cerca de una bandera que no es mía, extrañando siempre amigo. Trabajo en un bar que tiene su propio editorial, que hace poco me invitaron actuar en la feria del libro de Zócalo; estuvo divertido; hice una pequeña versión del Circo ausente, para recordar como el cuerpo acciona desde la calle. Sigo también en una escuela, donde imparto la asignatura de teatro. En fin descubriéndome en otro fragmento, para poder levantarse con más fuerza que la noche anterior.
En México estoy intentando entender a esta ciudad enorme, donde las distancias son casi incalculable, en la simpleza de conocer amigos nuevos, de entender una cultura mágica, probando todos los platos de comida posible, viendo los altares del día de los muertos, reconociendo la simpleza de los encuentros, de los besos cerca de una bandera que no es mía, extrañando siempre amigo. Trabajo en un bar que tiene su propio editorial, que hace poco me invitaron actuar en la feria del libro de Zócalo; estuvo divertido; hice una pequeña versión del Circo ausente, para recordar como el cuerpo acciona desde la calle. Sigo también en una escuela, donde imparto la asignatura de teatro. En fin descubriéndome en otro fragmento, para poder levantarse con más fuerza que la noche anterior.
CODA
A manera de colofón podemos
recordar que la inconclusa obra creativa y gerencial del teatrero Carlos
Giménez sigue gravitando positivamente, a más de 25 años de su salida hacia el
infinito, en esta segunda década del siglo XXI. No todo se ha perdido en este
carnaval de estúpidos egoísmos donde todos participamos. Hay artistas que se
formaron y ahora por sus propios méritos y sacrificios reclaman su puesto en el
desarrollo de las sufridas artes escénicas venezolanas.
Es el caso de este artista múltiple,
Jorge Cogollo, a quien conocimos y ponderamos cuando era el actor protagonista
de históricos espectáculos infantiles como Oliverio y Simón,
logrados por el programa social Niños Actores de Venezuela, en la última década
de los 90, cuando tenía ocho años y era dirigido por Roberto Stopello,
otro que anda por Estados Unidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario