La prueba de fuego para todo cineasta es la exhibición. Esa confrontación con el público, considerado “el crítico de las cabezas”, y con los críticos de oficio, cuando los hay. Los creadores anhelan ese dilatado momento, pero tienen pavor ante lo desconocido que se les avecina: ingresos por taquilla y las sesudas observaciones de los especialistas. Y todo eso, y algo más, lo está sintiendo en carne propia el caraqueño Carlos Villegas (1966) porque le tocó abrir la temporada 2007 de cine venezolano con su largometraje Al borde de la línea, protagonizado por Daniela Bascopé, Roque Valero, Jerónimo Gil, Caridad Canelón, Armando Gota y Aníbal Grunn. El rodaje duró seis semanas y se hizo en Caracas, excepto algunas tomas en La Guaira y en la carretera Guarenas-Caucagua. Contó con el financiamiento del Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
—¿De dónde nace la historia de su película?
—Al borde de la línea, surge porque quería contar la historia de un personaje que estuviera encerrado, y viviera en un espacio con ciertas dificultades para salir. De cómo esta persona se enfrenta a ese mundo que le rodea y del cual quiere escapar. De cómo se las ingenia para salir de allí en búsqueda de lo que cree es su verdadero destino. Pensaba además, en una chica que no sólo logra salir de ese espacio sino que además debe afrontar que su destino no es el gran destino de una telenovela. Es un poco resolver la pregunta: ¿Será qué nuestra vida está guiada por la suerte o por el destino, o por ambas cosas? Bajo esta premisa fui desarrollando el guión de la historia en coautoría con Annie Van Der Dys. Le colocamos a la protagonista su respectiva historia de amor, sus obstáculos en la vida y así fueron saliendo todos esos personajes que acompañan a la protagonista en el filme. Estructuramos esos sueños que yo había imaginado hacia mucho tiempo atrás y además descubrimos que no sólo nuestras obsesiones eran parecidas, sino que milagrosamente coincidieron. Por lo menos en ese momento de nuestras vidas.
—¿De dónde parte el guión?
—Hay espacios como los hoteles de citas, que son muy atractivos para tomar de ellos a los personajes que allí habitan, y sobre todo los que trabajan limpiando. Ellos deben imaginarse las pasiones amorosas de sus usuarios y quizás tener fantasías con lo que imaginan. Eso nos interesó mucho. Esta historia es para contar la vida de unos seres marginados, de personajes que son unos perdedores y que en el fondo tienen pequeñas historias. Claudia debe entender que su gran destino es su pequeña suerte en la vida, y que debe aprender a ser feliz con esos pequeños momentos.
—¿Cuál es el perfil psicológico de la protagonista?
—En el momento que estábamos creando el personaje decidimos que nuestra protagonista fuera Claudia (Daniela Bascopé), chica muy ingenua que se crió en un hotel de citas. Nace y crece en este lugar, pero además, es abandonada allí por su madre. Lamentablemente a Claudia no le queda otro camino que trabajar como mucama y ser la amante del dueño para poder sobrevivir. Aún así nuestro personaje tiene algo mágico, es fantasiosa y siempre sueña con un destino mejor. Cree en la suerte y la buena estrella. En algún momento, nuestro personaje principal se entera de que su madre se ha ido a trabajar en un bar próximo al mar; sabiendo esto, ubica todas las cosas bonitas y buenas de la vida rodeada cerca del océano. Está obsesionada con ese mundo marino y aun cuando tiene momentos terribles se abstrae de la realidad a través de sus fantasías.
—¿Por qué la temática es el mundo femenino a la venezolana y dentro de un contexto machista ansioso del dinero como fin previo o para comprar la felicidad?
—Venezuela es un país que quien lo empuja es la mujer. Ellas día a día son la que solas crían y tratan de impulsar a sus hijos a una mejor vida o a la vida que ellas creen que es la mejor. Es un matriarcado. Y cada una en su ámbito es la que lucha por el destino de sus hijos. Y el hombre se ha caracterizado por querer comerse el mundo con sus sueños de grandeza sin importarle perjudicar al otro. Claro que el amor y el deseo intervienen para aderezar su comportamiento. Con dinero se compra todo, esa es la filosofía. Cuando los sentimientos los ponen en primer lugar generalmente ya es tarde.
—¿Román Chalbaud tocó esas temáticas a lo largo de medio siglo y usted las revive, consciente o inconscientemente?
—Es inconsciente. Pero creo que el tema de los marginados y perdedores es muy atractivo y fascinante para crear.
—¿Le molesta que lo identifiquen con la temática chalbaudiana o que lo relacionen con Pedro Almodóvar más heterodoxo?
—No me molesta porque respeto el trabajo de ambos directores. Ellos, cada uno en su estilo, han realizado obras muy importantes y que se han convertido en referencia para otros directores. Son parte vital de la cinematografía de Venezuela y España. Lo que pienso es que, de tener influencias, éstas se adaptan a mi estilo personal. Estoy en la búsqueda de mi mundo y de ser lo más honesto conmigo mismo.
- ¿De qué sirve tanto esfuerzo para darle la mayoría de los ingresos de la taquilla, creo que el 80 o el 60 por ciento, al sector exhibidor-distribuidor? ¿Qué se puede hacer para cambiar esa relación?
—Creo que hay que luchar por cambiar esos porcentajes. Es un trabajo de todos los sectores y debe existir voluntad de la empresa privada, del Estado, de los gremios, de los productores y todos los que trabajan en el cine para que se modifique esta relación económica. Una cinematografía pequeña como la nuestra requiere la lucha constante y hay muchos cineastas que han luchado por cambiarla. La continuidad en el trabajo de los cineastas depende, entre muchas cosas, de que estos porcentajes cambien.
—¿De dónde nace la historia de su película?
—Al borde de la línea, surge porque quería contar la historia de un personaje que estuviera encerrado, y viviera en un espacio con ciertas dificultades para salir. De cómo esta persona se enfrenta a ese mundo que le rodea y del cual quiere escapar. De cómo se las ingenia para salir de allí en búsqueda de lo que cree es su verdadero destino. Pensaba además, en una chica que no sólo logra salir de ese espacio sino que además debe afrontar que su destino no es el gran destino de una telenovela. Es un poco resolver la pregunta: ¿Será qué nuestra vida está guiada por la suerte o por el destino, o por ambas cosas? Bajo esta premisa fui desarrollando el guión de la historia en coautoría con Annie Van Der Dys. Le colocamos a la protagonista su respectiva historia de amor, sus obstáculos en la vida y así fueron saliendo todos esos personajes que acompañan a la protagonista en el filme. Estructuramos esos sueños que yo había imaginado hacia mucho tiempo atrás y además descubrimos que no sólo nuestras obsesiones eran parecidas, sino que milagrosamente coincidieron. Por lo menos en ese momento de nuestras vidas.
—¿De dónde parte el guión?
—Hay espacios como los hoteles de citas, que son muy atractivos para tomar de ellos a los personajes que allí habitan, y sobre todo los que trabajan limpiando. Ellos deben imaginarse las pasiones amorosas de sus usuarios y quizás tener fantasías con lo que imaginan. Eso nos interesó mucho. Esta historia es para contar la vida de unos seres marginados, de personajes que son unos perdedores y que en el fondo tienen pequeñas historias. Claudia debe entender que su gran destino es su pequeña suerte en la vida, y que debe aprender a ser feliz con esos pequeños momentos.
—¿Cuál es el perfil psicológico de la protagonista?
—En el momento que estábamos creando el personaje decidimos que nuestra protagonista fuera Claudia (Daniela Bascopé), chica muy ingenua que se crió en un hotel de citas. Nace y crece en este lugar, pero además, es abandonada allí por su madre. Lamentablemente a Claudia no le queda otro camino que trabajar como mucama y ser la amante del dueño para poder sobrevivir. Aún así nuestro personaje tiene algo mágico, es fantasiosa y siempre sueña con un destino mejor. Cree en la suerte y la buena estrella. En algún momento, nuestro personaje principal se entera de que su madre se ha ido a trabajar en un bar próximo al mar; sabiendo esto, ubica todas las cosas bonitas y buenas de la vida rodeada cerca del océano. Está obsesionada con ese mundo marino y aun cuando tiene momentos terribles se abstrae de la realidad a través de sus fantasías.
—¿Por qué la temática es el mundo femenino a la venezolana y dentro de un contexto machista ansioso del dinero como fin previo o para comprar la felicidad?
—Venezuela es un país que quien lo empuja es la mujer. Ellas día a día son la que solas crían y tratan de impulsar a sus hijos a una mejor vida o a la vida que ellas creen que es la mejor. Es un matriarcado. Y cada una en su ámbito es la que lucha por el destino de sus hijos. Y el hombre se ha caracterizado por querer comerse el mundo con sus sueños de grandeza sin importarle perjudicar al otro. Claro que el amor y el deseo intervienen para aderezar su comportamiento. Con dinero se compra todo, esa es la filosofía. Cuando los sentimientos los ponen en primer lugar generalmente ya es tarde.
—¿Román Chalbaud tocó esas temáticas a lo largo de medio siglo y usted las revive, consciente o inconscientemente?
—Es inconsciente. Pero creo que el tema de los marginados y perdedores es muy atractivo y fascinante para crear.
—¿Le molesta que lo identifiquen con la temática chalbaudiana o que lo relacionen con Pedro Almodóvar más heterodoxo?
—No me molesta porque respeto el trabajo de ambos directores. Ellos, cada uno en su estilo, han realizado obras muy importantes y que se han convertido en referencia para otros directores. Son parte vital de la cinematografía de Venezuela y España. Lo que pienso es que, de tener influencias, éstas se adaptan a mi estilo personal. Estoy en la búsqueda de mi mundo y de ser lo más honesto conmigo mismo.
- ¿De qué sirve tanto esfuerzo para darle la mayoría de los ingresos de la taquilla, creo que el 80 o el 60 por ciento, al sector exhibidor-distribuidor? ¿Qué se puede hacer para cambiar esa relación?
—Creo que hay que luchar por cambiar esos porcentajes. Es un trabajo de todos los sectores y debe existir voluntad de la empresa privada, del Estado, de los gremios, de los productores y todos los que trabajan en el cine para que se modifique esta relación económica. Una cinematografía pequeña como la nuestra requiere la lucha constante y hay muchos cineastas que han luchado por cambiarla. La continuidad en el trabajo de los cineastas depende, entre muchas cosas, de que estos porcentajes cambien.
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