Llevan 18 años juntos y es posible que continúen otros 18 más, cuando sus edades biológicas sean las verdaderas de sus personajes, Sigmund Freud y Carlos Marx, padres del psicoanálisis y del comunismo moderno, dos hombres que alteraron el rumbo de la historia tanto en las biografías íntimas de hombres y mujeres, como en las sagas de las sociedades mundiales. Nos referimos a la pareja de comediantes Fermín Reina y Dimas González, integrantes de la agrupación Teatro Itinerante de Venezuela, muy conocidos por su espectáculo La secreta obscenidad de cada día, del chileno Marco Antonio De la Parra, la pieza que desde 1989 están exhibiendo con notable éxito de público y hasta de crítica, con la cual ahora hacen temporada en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas.
Pero ahora, para festejar aquel arranque escénico, sus 18 años de supervivencia, Fermín y Dimas han remontado la pieza de Marco Antonio, un texto que subió a escena en el Chile de Pinochet en 1984 y logró sortear a censores y esbirros del régimen hasta que logró salir al exterior y servir de ariete contra la tiranía que terminó saliendo por la fuerza del voto de los chilenos, aunque prosiguió tutoreando a la incipiente democracia chilena por unos diez años más.
La secreta obscenidad de cada día es una impactante metáfora sobre dos hombres que interpretan a Freud y a Marx, pero que a su vez son una pareja de alienados o enloquecidos ex prisioneros políticos que fueron torturados de tal manera que ahora juegan a ser esas personalidades, que, como el mismo autor ha escrito, espantaban a las instituciones de poder político y al status quo, porque son los autores de las teorías del “subconsciente” y la “lucha de clases”, fuerzas incontenibles que emergían de la sociedad y de la historia, con el potencial para desencadenar hasta un millar de revoluciones por minuto en el campo de las ideas, pero también y, más peligrosamente, en el campo de la acción social, en el terreno de la historia viva.
El espectáculo, realista hasta la exageración, divierte por la clave circense como ha sido elaborado, pero además impacta por la verdad del pensamiento de ambos hombres, contradictorio para algunos, pero preñado de buenas intenciones. Dos tendencias del pensamiento humanista que sirvieron para aminorar unas cuantas contradicciones sociales, pero que en algunos países ahora son tomadas como “teorías demenciales” y se persigue cual terroristas a quienes las difunden, porque no conviene que las nuevas generaciones las conozcan y jueguen a ponerlas en práctica.
Nosotros también hemos disfrutado del peculiar histrionismo, casi delirante y hasta un tanto clownesco, de Fermín y Dimas, con otro espectáculo que estrenaron en aquel ya lejano 1989: ¿Hay tigres en el Congo? (o el sida no es asunto mío), de los finlandeses Bengt Ahlforsy Johan Bargun. Un excelente pretexto didáctico sobre esa pandemia que sigue matando a hombres y mujeres.
Pero ahora, para festejar aquel arranque escénico, sus 18 años de supervivencia, Fermín y Dimas han remontado la pieza de Marco Antonio, un texto que subió a escena en el Chile de Pinochet en 1984 y logró sortear a censores y esbirros del régimen hasta que logró salir al exterior y servir de ariete contra la tiranía que terminó saliendo por la fuerza del voto de los chilenos, aunque prosiguió tutoreando a la incipiente democracia chilena por unos diez años más.
La secreta obscenidad de cada día es una impactante metáfora sobre dos hombres que interpretan a Freud y a Marx, pero que a su vez son una pareja de alienados o enloquecidos ex prisioneros políticos que fueron torturados de tal manera que ahora juegan a ser esas personalidades, que, como el mismo autor ha escrito, espantaban a las instituciones de poder político y al status quo, porque son los autores de las teorías del “subconsciente” y la “lucha de clases”, fuerzas incontenibles que emergían de la sociedad y de la historia, con el potencial para desencadenar hasta un millar de revoluciones por minuto en el campo de las ideas, pero también y, más peligrosamente, en el campo de la acción social, en el terreno de la historia viva.
El espectáculo, realista hasta la exageración, divierte por la clave circense como ha sido elaborado, pero además impacta por la verdad del pensamiento de ambos hombres, contradictorio para algunos, pero preñado de buenas intenciones. Dos tendencias del pensamiento humanista que sirvieron para aminorar unas cuantas contradicciones sociales, pero que en algunos países ahora son tomadas como “teorías demenciales” y se persigue cual terroristas a quienes las difunden, porque no conviene que las nuevas generaciones las conozcan y jueguen a ponerlas en práctica.
Nosotros también hemos disfrutado del peculiar histrionismo, casi delirante y hasta un tanto clownesco, de Fermín y Dimas, con otro espectáculo que estrenaron en aquel ya lejano 1989: ¿Hay tigres en el Congo? (o el sida no es asunto mío), de los finlandeses Bengt Ahlforsy Johan Bargun. Un excelente pretexto didáctico sobre esa pandemia que sigue matando a hombres y mujeres.
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