La temporada 2007 arrancó y le correspondió al Teatro Chacaíto con el espectáculo Cata de hombres. Ignorar la importancia de esa sala sería desconocer décadas de eventos artísticos vitales para el desarrollo del gusto teatral vernáculo, porque además ahí se explotó hasta la saciedad el teatro de temática gay u homosexual, porque era el más aplaudido o solicitado por el público, especialidad que ha continuado no solo en ese espacio.
Hay que recordar que a finales de los años sesenta se gestó en la terraza del Centro Comercial Chacaíto esa sala. Horacio Peterson, Jorge Palacios, Guillermo González y Jorge Bulgaris fueron los instigadores, un espacio privado o particular que resultó útil para la cultura, ya que aupó a lo largo del siglo XX la creación en Caracas de un movimiento de teatro comercial o profesional, financiado por las taquillas y capitales de los productores, el cual le disputaba, y aún continúa en la brega, los espectadores al teatro de arte o subvencionado por el Estado. A instancias del “modelo chacaítesco” —así se le apodó despectivamente— surgieron salas como Las Palmas, Los Cedros y Santa Sofía, para citar a las que sobrevivieron hasta los años noventa.
Ya en el siglo XXI, el único empresario que aún continúa en el Teatro Chacaíto —dueño de la patente de comercio y administrador de ese espacio de no más de 300 butacas— es el abogado Jorge Bulgaris, porque los otros desertaron o abrieron “casa aparte” o fallecieron. Algún día los historiadores de las artes escénicas tendrán que analizar las informaciones sobre las tumultuosas temporadas que ahí se hicieron, curiosear algunos de los textos representados —el más exitoso La importancia de llamarse Andrés— y hasta revisar la saga de varios actores que debutaron y saltaron después a la televisión y el cine, o a otras salas.
Y como el Teatro Chacaíto no cerró en Navidad abrió este 2007 con un característico y ambiguo espectáculo erótico, pues vimos y nos entretuvimos, el pasado 6 de enero, con Cata de hombres, de Rosa Clemente, puesto en escena por Napoleón Rivero y con la protagonización de Andreína Álvarez, Alexxey Córdoba y el exótico travestido Pedro París. Ahí se degusta la búsqueda que Priscilla emprende en pos de su príncipe azul, la cual comienza desde el diván de un psiquiatra, donde ella recuenta el sueño que la acosa: está en un programa de concurso de televisión, en el que le ofrecen la posibilidad de catar o probar diversos fenotipos de hombres, quienes van desde el profesional maduro, pasando por el bisexual artista bohemio que vive al día, el macho criollo dominante y un comodín para usar en cualquier momento.
La obra tiene “muchas costuras” o sea que carece de originalidad y recuerda de inmediato al monólogo El aplauso va por dentro. El espectáculo, huérfano de una dirección rigurosa, se salva por el histrionismo de Andreína Álvarez, comedianta que está en el mismo camino de Mimí Lazo, correctamente apuntalada en las tareas de Córdoba y París.
¡El Teatro Chacaíto sigue, pues, haciendo historia!
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