El legado intelectual de Rómulo Gallegos está vigente y nutriendo a las nuevas generaciones, así lo demuestra Elio Palencia (Maracay,1963), teatrero desde su infancia, quien ha podido materializar uno de sus mas caros sueños: ver y manosear su primer libro, de carácter individual, Mi hermano José Rosario y otras piezas teatrales, editado por la empresa estatal El Perro y la Rana.
Esta publicación que, a buena hora enriquece la siempre incipiente biblioteca teatral criolla, reúne tres textos: “Mi hermano José Rosario”, “Arráncame la vida” y un trabajo muy libre sobre la novela de Gallegos: “Doña Bárbara, la perfecta ama de casa”. Con estas obras, lleva diez editadas de las 24 escritas hasta ahora.
MENAGE A TROIS
Confiesa el autor que “Doña Bárbara, la perfecta ama de casa” es lo más libre y arriesgado que ha escrito. No ha sido montada. “Es un texto difícil y lo publicó hace poco la revista Conjunto de Casa Las Américas . Allí sí penetro en un mito nacional específico, a partir de la novela de Gallegos y lo mucho que se ha hablado de ella. Tres cocineros preparan un pabellón con barandas mientras se desarrolla el conflicto de la necesidad de aceptarnos y desde allí evolucionar. Bárbara (barbarie) y Santos (civilismo) prácticamente piden a Marisela (arquetípificada como el pueblo) asumir lo que cada uno es realmente, en la imperfección y las necesidades profundas, y hasta le proponen un menage a trois al que a ella, degradada y embrutecida, en mi versión, le cuesta acceder. Es quizás un planteamiento bastante iconoclasta, dirigido a replantear preguntas sobre nosotros mismos y nuestro drama histórico como país y como individuos, a romper arquetipos a ver si avanzamos”.
“Mi hermano José Rosario” (escrito en 1996 y montado en el 2004, cuando lo reconocieron con el Premio Celcit) hace parte de una trilogía llamada “Relajos de la memoria” con la que trata de responder a ciertas preguntas sobre la “venezolanidad”, partiendo de una visión retrospectiva, con cierta ligereza bastante corrosiva y crítica y en el ejercicio formal de proponer a retos a los actores del país. Plasma la historia de tres amigos, en el tránsito de la ruralidad a la fuerte decadencia ética vivida en los últimos 80 y 90’s, pasando, claro, por el boom petrolero de los 70’s. Se pregunta sobre la incoherencia como rasgo de subdesarrollo, por la traición del pueblo por el propio pueblo, desde lo individual a lo social… de algún modo, es una revisión de arquetipos que han pensado otros en el país.
“Arráncame la vida” (dirigida por Román Chalbaud durante el 1997) es una indagación sobre el tema del VIH-Sida a partir de la óptica de la madre, en este caso una mujer de Puerto Cambur, pueblo-metáfora de la intolerancia, el prejuicio y la doble moral. “Ahí me planteé un juego formal que desde la escritura pretendía ser luminoso, optimista, contraponiendo la realidad de los avances de la ciencia y de la evolución de una mujer que está viva, a los mitos y fantasmas surgidos en la mente del hijo a partir de los monstruos sociales que tejidos por la pandemia. La actuaron Aura Rivas y Gregorio Scala”.
PURA VOCACIÓN
Elio explica que desde niño tuvo una pulsión vocacional, definida por una especie de encantamiento hacia todo lo que fuera “representación”. Es decir, comenzó a escribir desde el hecho teatral en sí, “por necesidades expresivas dentro de la escena, donde debuté como actor y luego fui interesándome por otros campos y posibilidades de contenido y forma, tanto en la dramaturgia como en la puesta en escena y la producción, a cuyos círculos casi siempre he estado ligado. De hecho, varias de mis piezas han sido escritas para colectivos de actores, en una dialéctica creativa con ellos y también con directores. Porque para mí la pieza termina de escribirse sobre el escenario. Los demás géneros literarios me han dado cierto pudor, aunque recientemente me he atrevido a con la prosa. Una serie de relatos que, bajo el título de “Re-sentir”, abordan un tema recurrente en mí que es el de la memoria, pero desde la perspectiva de un niño”.
-¿Cómo llega al teatro y como ha sido tu vida desde entonces?
- Ya en primaria reunía a compañeros y hasta rayaba algunas líneas para ser montadas. Igual en el liceo y ya, al entrar en la universidad, fue la gran definición vocacional, el descubrimiento de un camino y el principio de una visión hacia lo creativo en el teatro en paralelo con mi propio crecimiento vital. Terminé una carrera, empecé otra, que no terminé, porque la mayor parte de mi tiempo estaba ganada por el intento de profesionalizarme. Allí fue el camino con Rajatabla, la Compañía Nacional y, luego, el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, etcétera. Creo que he sido un privilegiado al haber accedido a unas referencias sobre ética y estética teatral que han sido muy importantes en este país, como es el apogeo del Nuevo Grupo, el GA80, Theja, TET y otros con una visión clara y consecuente con un modo de entender el teatro como arte. Sí, he sido un privilegiado.
-¿Que ha pasado con la televisión y el cine?
Desde mi regreso hace dos años estoy en la planta de escritores de Venevisión y ahora disfrutando mucho con “Voltea pa que te enamores” junto a su autora Mónica Montañes, a quien he conocido a partir de este proyecto y me merece una gran admiración, pues con inteligencia y discreción, de alguna manera, al igual que Padrón y Barrera, retoma una continuidad con el hilo sembrado por Cabrujas, Garmendia, Chalbaud en el intento de hacer una televisión comercial de calidad, y sobre todo ética, entretenida pero respetuosa con el espectador, afortunadamente la respuesta del público está respaldándonos. El cine es una asignatura pendiente, la experiencia en España me creó un “mono” de escribir cine increíble. Pero luego de la experiencia con Chalbaud y el desaparecido y talentosísimo David Suárez, no he tenido la fortuna de escribir otro guión. Desde aquí me ofrezco a colaborar con cualquier cineasta que lo desee. Es un lenguaje que me seduce mucho. Hoy por hoy más que cinéfilo creo que soy cineadicto. Espero con esperanza. Quiero probarme en ese medio, con la conciencia y la humildad de reconocer que el cine “es” básicamente del director.
-¿Cuál es el teatro que se merece Venezuela y cual el que podemos hacer?
-Se merece el mejor de todos. En este país, durante veinte años (los 70 y los 80) se vivió un fenómeno inédito –me atrevo a calificar- en la escena de cualquier otro país hispanoamericano. Tanto en relación a los recursos y su utilización, como a los niveles de creación, formación y acceso a las referencias. Actualmente se percibe un letargo, una indefinición o aturdimiento respecto a la escena, una medianía que parece haber sido definida por el mercantilismo de la última década; pero ese “poso” está allí y afortunadamente, aunque en niveles de promoción y con exiguos recursos hay quijotes que se mantienen allí: como Xiomara Moreno, Teatrela, el Tet, Textoteatro, los Festivales de Occidente y Oriente, el Iudet, La Bacante, Contrajuego, así como creadores emergentes. Pienso que en ellos está el hilo, la conexión con un riguroso nivel comprometido con el arte, que en la medida de su coherencia es compromiso con la sociedad. Es necesario revitalizar las referencias y brindarlas al espectador. Junto al reconocimiento del trabajo escénico comunitario, es vital y urgente brindar los recursos hacia arriba también. En la música se ve claro, pero en el teatro ¿cuál es el equivalente a las orquestas sinfónicas y filarmónicas? ¿Dónde están esas compañías que representen los clásicos universales, latinoamericanos y nacionales, donde veamos a Gonzalo Camacho, Aura Rivas, Francis Rueda, Omar Gonzalo, Alfredo Sandoval, Elba Escobar o Gonzalo Cubero brindándoles a su comunidad, como un buen violinista, la maravilla del trabajo de años con sus instrumentos? ¡Pero no puedes tener un actor haciendo Shakespeare, Chejov, Beckett o Santana pensando en cómo pagará la renta en tres meses cuando acabe la temporada, cómo alimentará a sus hijos! Sigue siendo quijotesco. En Cuba, coexistieron perfectamente El Escambray con el Teatro Estudio y Flora Lauten con su experimentación, no son excluyentes, al contrario se retroalimentan y elevan el nivel del espectador. El primer socialismo español entendió que debía crear un Centro Dramático Nacional, como inversión social, garantizando a sus creadores sueldos y producciones dignas y, al público, creaciones de alto nivel, (ojo que no quiere decir de alto presupuesto necesariamente, no es asunto de fastos) así como las nuevas tendencias escénicas. Eso, aparte de apoyar a colectivos con un trabajo serio demostrado por años. La edición de dramaturgia nacional es un paso importante y vaya mi reconocimiento a la iniciativa de “El Perro y La Rana”, pero sabemos que parte de la construcción de un teatro nacional pasa también por montar su lo que escriben sus dramaturgos. Y montarla bien, difundirla en pueblos y barrios. Pero por sobre todo es necesario revisar la política teatral como inversión social y eso pasa por darle a los creadores una vida digna, propiciando su perfeccionamiento para dar lo mejor de sí a los demás. La reivindicación del creador teatral sigue siendo una deuda histórica. Y así como un individuo sano cuida su espíritu, un país ha de cuidar a sus creadores para crecer. Hay claros esfuerzos e iniciativas en otras artes, como el circo, la poesía, la música y el proyecto Demo, la plástica y las megaexposiciones, la restauración del patrimonio arquitectónico, el indudable impulso de la edición con la reapertura de una imprenta nacional y libros a bajo costo… pero en el teatro el panorama es aún muy difuso. Desde mi punto de vista, sigue siendo una asignatura pendiente.
Esta publicación que, a buena hora enriquece la siempre incipiente biblioteca teatral criolla, reúne tres textos: “Mi hermano José Rosario”, “Arráncame la vida” y un trabajo muy libre sobre la novela de Gallegos: “Doña Bárbara, la perfecta ama de casa”. Con estas obras, lleva diez editadas de las 24 escritas hasta ahora.
MENAGE A TROIS
Confiesa el autor que “Doña Bárbara, la perfecta ama de casa” es lo más libre y arriesgado que ha escrito. No ha sido montada. “Es un texto difícil y lo publicó hace poco la revista Conjunto de Casa Las Américas . Allí sí penetro en un mito nacional específico, a partir de la novela de Gallegos y lo mucho que se ha hablado de ella. Tres cocineros preparan un pabellón con barandas mientras se desarrolla el conflicto de la necesidad de aceptarnos y desde allí evolucionar. Bárbara (barbarie) y Santos (civilismo) prácticamente piden a Marisela (arquetípificada como el pueblo) asumir lo que cada uno es realmente, en la imperfección y las necesidades profundas, y hasta le proponen un menage a trois al que a ella, degradada y embrutecida, en mi versión, le cuesta acceder. Es quizás un planteamiento bastante iconoclasta, dirigido a replantear preguntas sobre nosotros mismos y nuestro drama histórico como país y como individuos, a romper arquetipos a ver si avanzamos”.
“Mi hermano José Rosario” (escrito en 1996 y montado en el 2004, cuando lo reconocieron con el Premio Celcit) hace parte de una trilogía llamada “Relajos de la memoria” con la que trata de responder a ciertas preguntas sobre la “venezolanidad”, partiendo de una visión retrospectiva, con cierta ligereza bastante corrosiva y crítica y en el ejercicio formal de proponer a retos a los actores del país. Plasma la historia de tres amigos, en el tránsito de la ruralidad a la fuerte decadencia ética vivida en los últimos 80 y 90’s, pasando, claro, por el boom petrolero de los 70’s. Se pregunta sobre la incoherencia como rasgo de subdesarrollo, por la traición del pueblo por el propio pueblo, desde lo individual a lo social… de algún modo, es una revisión de arquetipos que han pensado otros en el país.
“Arráncame la vida” (dirigida por Román Chalbaud durante el 1997) es una indagación sobre el tema del VIH-Sida a partir de la óptica de la madre, en este caso una mujer de Puerto Cambur, pueblo-metáfora de la intolerancia, el prejuicio y la doble moral. “Ahí me planteé un juego formal que desde la escritura pretendía ser luminoso, optimista, contraponiendo la realidad de los avances de la ciencia y de la evolución de una mujer que está viva, a los mitos y fantasmas surgidos en la mente del hijo a partir de los monstruos sociales que tejidos por la pandemia. La actuaron Aura Rivas y Gregorio Scala”.
PURA VOCACIÓN
Elio explica que desde niño tuvo una pulsión vocacional, definida por una especie de encantamiento hacia todo lo que fuera “representación”. Es decir, comenzó a escribir desde el hecho teatral en sí, “por necesidades expresivas dentro de la escena, donde debuté como actor y luego fui interesándome por otros campos y posibilidades de contenido y forma, tanto en la dramaturgia como en la puesta en escena y la producción, a cuyos círculos casi siempre he estado ligado. De hecho, varias de mis piezas han sido escritas para colectivos de actores, en una dialéctica creativa con ellos y también con directores. Porque para mí la pieza termina de escribirse sobre el escenario. Los demás géneros literarios me han dado cierto pudor, aunque recientemente me he atrevido a con la prosa. Una serie de relatos que, bajo el título de “Re-sentir”, abordan un tema recurrente en mí que es el de la memoria, pero desde la perspectiva de un niño”.
-¿Cómo llega al teatro y como ha sido tu vida desde entonces?
- Ya en primaria reunía a compañeros y hasta rayaba algunas líneas para ser montadas. Igual en el liceo y ya, al entrar en la universidad, fue la gran definición vocacional, el descubrimiento de un camino y el principio de una visión hacia lo creativo en el teatro en paralelo con mi propio crecimiento vital. Terminé una carrera, empecé otra, que no terminé, porque la mayor parte de mi tiempo estaba ganada por el intento de profesionalizarme. Allí fue el camino con Rajatabla, la Compañía Nacional y, luego, el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, etcétera. Creo que he sido un privilegiado al haber accedido a unas referencias sobre ética y estética teatral que han sido muy importantes en este país, como es el apogeo del Nuevo Grupo, el GA80, Theja, TET y otros con una visión clara y consecuente con un modo de entender el teatro como arte. Sí, he sido un privilegiado.
-¿Que ha pasado con la televisión y el cine?
Desde mi regreso hace dos años estoy en la planta de escritores de Venevisión y ahora disfrutando mucho con “Voltea pa que te enamores” junto a su autora Mónica Montañes, a quien he conocido a partir de este proyecto y me merece una gran admiración, pues con inteligencia y discreción, de alguna manera, al igual que Padrón y Barrera, retoma una continuidad con el hilo sembrado por Cabrujas, Garmendia, Chalbaud en el intento de hacer una televisión comercial de calidad, y sobre todo ética, entretenida pero respetuosa con el espectador, afortunadamente la respuesta del público está respaldándonos. El cine es una asignatura pendiente, la experiencia en España me creó un “mono” de escribir cine increíble. Pero luego de la experiencia con Chalbaud y el desaparecido y talentosísimo David Suárez, no he tenido la fortuna de escribir otro guión. Desde aquí me ofrezco a colaborar con cualquier cineasta que lo desee. Es un lenguaje que me seduce mucho. Hoy por hoy más que cinéfilo creo que soy cineadicto. Espero con esperanza. Quiero probarme en ese medio, con la conciencia y la humildad de reconocer que el cine “es” básicamente del director.
-¿Cuál es el teatro que se merece Venezuela y cual el que podemos hacer?
-Se merece el mejor de todos. En este país, durante veinte años (los 70 y los 80) se vivió un fenómeno inédito –me atrevo a calificar- en la escena de cualquier otro país hispanoamericano. Tanto en relación a los recursos y su utilización, como a los niveles de creación, formación y acceso a las referencias. Actualmente se percibe un letargo, una indefinición o aturdimiento respecto a la escena, una medianía que parece haber sido definida por el mercantilismo de la última década; pero ese “poso” está allí y afortunadamente, aunque en niveles de promoción y con exiguos recursos hay quijotes que se mantienen allí: como Xiomara Moreno, Teatrela, el Tet, Textoteatro, los Festivales de Occidente y Oriente, el Iudet, La Bacante, Contrajuego, así como creadores emergentes. Pienso que en ellos está el hilo, la conexión con un riguroso nivel comprometido con el arte, que en la medida de su coherencia es compromiso con la sociedad. Es necesario revitalizar las referencias y brindarlas al espectador. Junto al reconocimiento del trabajo escénico comunitario, es vital y urgente brindar los recursos hacia arriba también. En la música se ve claro, pero en el teatro ¿cuál es el equivalente a las orquestas sinfónicas y filarmónicas? ¿Dónde están esas compañías que representen los clásicos universales, latinoamericanos y nacionales, donde veamos a Gonzalo Camacho, Aura Rivas, Francis Rueda, Omar Gonzalo, Alfredo Sandoval, Elba Escobar o Gonzalo Cubero brindándoles a su comunidad, como un buen violinista, la maravilla del trabajo de años con sus instrumentos? ¡Pero no puedes tener un actor haciendo Shakespeare, Chejov, Beckett o Santana pensando en cómo pagará la renta en tres meses cuando acabe la temporada, cómo alimentará a sus hijos! Sigue siendo quijotesco. En Cuba, coexistieron perfectamente El Escambray con el Teatro Estudio y Flora Lauten con su experimentación, no son excluyentes, al contrario se retroalimentan y elevan el nivel del espectador. El primer socialismo español entendió que debía crear un Centro Dramático Nacional, como inversión social, garantizando a sus creadores sueldos y producciones dignas y, al público, creaciones de alto nivel, (ojo que no quiere decir de alto presupuesto necesariamente, no es asunto de fastos) así como las nuevas tendencias escénicas. Eso, aparte de apoyar a colectivos con un trabajo serio demostrado por años. La edición de dramaturgia nacional es un paso importante y vaya mi reconocimiento a la iniciativa de “El Perro y La Rana”, pero sabemos que parte de la construcción de un teatro nacional pasa también por montar su lo que escriben sus dramaturgos. Y montarla bien, difundirla en pueblos y barrios. Pero por sobre todo es necesario revisar la política teatral como inversión social y eso pasa por darle a los creadores una vida digna, propiciando su perfeccionamiento para dar lo mejor de sí a los demás. La reivindicación del creador teatral sigue siendo una deuda histórica. Y así como un individuo sano cuida su espíritu, un país ha de cuidar a sus creadores para crecer. Hay claros esfuerzos e iniciativas en otras artes, como el circo, la poesía, la música y el proyecto Demo, la plástica y las megaexposiciones, la restauración del patrimonio arquitectónico, el indudable impulso de la edición con la reapertura de una imprenta nacional y libros a bajo costo… pero en el teatro el panorama es aún muy difuso. Desde mi punto de vista, sigue siendo una asignatura pendiente.
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