La verdadera misión del teatro es estar al lado de los vencidos y vencidos somos todos los que creemos que vendrá un líder o un salvador que nos arreglará los problemas. Así lo enseñó el director argentinovenezolano Carlos Giménez, fallecido hace 14 años, y ahora en Bogotá lo aplica el puñado de actores del grupo Teatro R101, tal como lo comprobamos al viajar para degustar su vanguardista espectáculo Mi lucha-farsa o Mein Kampf: farsa de George Tabori (Budapest, 1914), con el cual hicieron temporada entre agosto de 2006 y marzo de 2007, bajo la dirección de Hernán Parra (Bogotá, 20 de abril de 1974).
Ver dos funciones de la pieza de Tabori, recreada por Parra y conversar con los integrantes del Teatro R101, nos permitió ponderar una nueva generación de artistas, alumnos de maestros como Enrique Buenaventura, Santiago García y especialmente Ricardo Camacho. Un serio conjunto de teatristas, egresados de la selecta Universidad de los Andes, que desde 1995 se propuso fundamentar una auténtica alternativa cultural para sus coterráneos, especialmente hacia esa generación que durante los años 90 se topó con un país ensangrentado por las luchas fraticidas de guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares y mafias políticas.
El Teatro R101, que nos evocó al caraqueño grupo Rajatabla de los años 70 y 80, cuando Giménez vivía su etapa más creativa, produce espectáculos para público culto y convencido que sólo la inteligencia lo puede ayudar a sobrevivir en medio del imperio del miedo, ese angustioso dilema existencial sobre la oscuridad del mañana. Y nada mejor que mostrar ahora los orígenes, o la protohistoria, de Adolfo Hitler (Braunau am Inn, Austria, 20 de abril de 1889 - Berlín, 30 de abril de 1945) por intermedio de la trasgresora creación de Tabori, la cual permite ver a un desajustado joven que trata de ser pintor y fracasa, ante lo cual incursiona en la política y termina por llevar a la guerra a su país y crear un caos general en el mundo.
Parra advierte, porque es un teatrista que conceptualiza, que Mi lucha-farsa no es más que un maravilloso y terrible ejemplo de cómo expresar las grandes tragedias del hombre del hombre a través de la literatura y en particular con el teatro. Reitera que la obra describe literalmente la inesperada relación entre Schhlomo Herzl, judío improvisado pero bastante informado, y el tosco Adolfo Hitler. Tabori no ridiculiza al futuro líder del nazismo, sino que lo cita a partir de su histórico texto Mein Kampf. El texto teatral está lleno de símbolos, de metalenguajes, de situaciones cotidianas y de temas trascendentales, enmarcados en un suceso histórico que sigue presente en lo más profundo del conciente colectivo.Y con su montaje saca provecho al máximo de las imágenes que brotan del texto y además acentúa con picardía colombiana la metáfora que se gesta a lo largo de los 130 minutos que dura la representación con unos actores inigualables, como es el caso de Carlos Gutiérrez y Hernán Cabiativa.¡Bravo!
Aunque la pieza muestra personajes históricos, en medio del caótico realismo mágico escénico, advierte al público que Hitler era un ser humano pervertido por un irracional sistema político y religioso, y que ahora en el siglo XXI existe la posibilidad de que muchos otros “hitlersitos” están siendo incubados para resolver los problemas de sus conciudadanos. ¡Excelente espectáculo en lo conceptual, lo lúdico, y maravillosa su colombianísima metáfora escénica!
Ver dos funciones de la pieza de Tabori, recreada por Parra y conversar con los integrantes del Teatro R101, nos permitió ponderar una nueva generación de artistas, alumnos de maestros como Enrique Buenaventura, Santiago García y especialmente Ricardo Camacho. Un serio conjunto de teatristas, egresados de la selecta Universidad de los Andes, que desde 1995 se propuso fundamentar una auténtica alternativa cultural para sus coterráneos, especialmente hacia esa generación que durante los años 90 se topó con un país ensangrentado por las luchas fraticidas de guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares y mafias políticas.
El Teatro R101, que nos evocó al caraqueño grupo Rajatabla de los años 70 y 80, cuando Giménez vivía su etapa más creativa, produce espectáculos para público culto y convencido que sólo la inteligencia lo puede ayudar a sobrevivir en medio del imperio del miedo, ese angustioso dilema existencial sobre la oscuridad del mañana. Y nada mejor que mostrar ahora los orígenes, o la protohistoria, de Adolfo Hitler (Braunau am Inn, Austria, 20 de abril de 1889 - Berlín, 30 de abril de 1945) por intermedio de la trasgresora creación de Tabori, la cual permite ver a un desajustado joven que trata de ser pintor y fracasa, ante lo cual incursiona en la política y termina por llevar a la guerra a su país y crear un caos general en el mundo.
Parra advierte, porque es un teatrista que conceptualiza, que Mi lucha-farsa no es más que un maravilloso y terrible ejemplo de cómo expresar las grandes tragedias del hombre del hombre a través de la literatura y en particular con el teatro. Reitera que la obra describe literalmente la inesperada relación entre Schhlomo Herzl, judío improvisado pero bastante informado, y el tosco Adolfo Hitler. Tabori no ridiculiza al futuro líder del nazismo, sino que lo cita a partir de su histórico texto Mein Kampf. El texto teatral está lleno de símbolos, de metalenguajes, de situaciones cotidianas y de temas trascendentales, enmarcados en un suceso histórico que sigue presente en lo más profundo del conciente colectivo.Y con su montaje saca provecho al máximo de las imágenes que brotan del texto y además acentúa con picardía colombiana la metáfora que se gesta a lo largo de los 130 minutos que dura la representación con unos actores inigualables, como es el caso de Carlos Gutiérrez y Hernán Cabiativa.¡Bravo!
Aunque la pieza muestra personajes históricos, en medio del caótico realismo mágico escénico, advierte al público que Hitler era un ser humano pervertido por un irracional sistema político y religioso, y que ahora en el siglo XXI existe la posibilidad de que muchos otros “hitlersitos” están siendo incubados para resolver los problemas de sus conciudadanos. ¡Excelente espectáculo en lo conceptual, lo lúdico, y maravillosa su colombianísima metáfora escénica!
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