miércoles, abril 25, 2007

Los generales visitan a Gilberto Pinto

El dramaturgo y maestro de actores Gilberto Pinto lleva un año dejando plantado al barquero Caronte y es posible que tal espera se prolongue muchísimo más, porque este caraqueño de 78 años asegura que su “final de partida” no ha llegado aún y lo demuestra con su incesante trabajo intelectual, pues, incluso, su prolongada dolencia cardiaca no le ha impedido terminar otra obra de teatro, La visita de los generales, ya editada por Fundarte, y además darle los últimos toques a El peligroso encanto de la ociosidad, la cual podría ser escenificada, muy pronto, por la agrupación Rajatabla.
Pinto, autor de 18 obras teatrales, entre ellas: Los fantasmas de Tulemón, La guerrita de Rosendo, El hombre de la rata y La muchacha del bluejean, comenta que La visita de los generales fue escrita para denunciar la miserable persecución que sufren los sabios o científicos atómicos. “Es un tema que me había estado latiendo en la cabeza desde hace años, después de que leí que un físico norteamericano que le salió un cáncer inoperable lo obligaron a pasar los pocos días que le quedaban de vida dictando los descubrimientos o reflexiones científicas que él no había asentado o escrito en sus informes. Eso me dio pie a mí para esta pieza, porque considero que hoy los científicos que quieren dedicarse a la investigación están dominados o chantajeados por los gobiernos o por los perros de la guerra para que construya armas, cada vez más sofisticadas. Esa es la idea principal de mi obra. Es un texto de ocho escenas y debe durar unos 90 minutos su representación”.
— ¿Usted quiere dirigirla?
— Eso quiero, pero no me disgustaría que lo hiciera otra persona, lo que pasa es que tenemos otros trabajos con mi agrupación El duende, y además, la primera actriz Francis Rueda, mi esposa, tiene compromisos afuera. Ella quiere hacer esta obra, por encima de todo, ya que está emocionada con el personaje de Sara, la mujer de Arthur Zenning, el físico nuclear acorralado.
— ¿Qué balance hace sobre su tránsito por el teatro?
— No voy a realizar un balance como tal, lo único que puedo decir es que uno escribe mejor cuando le cuesta hacerlo y no cuando no le cuesta escribir. Este tiempo con mi dolencia me ha permitido serenar mi estilo y acercarme a lo que proponía Ibsen, que era ser económico en las palabras y profundo en el uso de ellas. Eso me ha permitido descubrir que yo escribía de más.
Pinto, quien obtuvo el Premio Nacional de Teatro en 1999 y lleva medio siglo dedicado a la formación de actores, comenta que ha abandonado la docencia por razones obvias, pero eso no le impide reiterar que “la actuación es una sola, todo lo demás son tonterías. La actuación es una, bien sea en teatro, cine o televisión, porque en cada una de esas especialidades hay que cumplir las exigencias generales de la profesión”.
— ¿Cuáles son esas exigencias?
— La sensibilidad, la imaginación, la concentración y sobre todo el deseo de jugar a ser otro, lo cual es importantísimo, porque quien no tiene ese deseo no puede ser actor.
— ¿Y la investigación?
— La investigación ayuda a todo lo demás. La investigación ayuda a profundizar, pero tiene que partir del juego, porque actuar es como jugar, por eso es que en el mundo sajón actuar se identifica con el término play, porque actuar es como jugar. Cuando se actúa se juega a ser otro. Es un juego de niños pero emancipados, no es el niño que juega a ser Superman, no, nosotros los adultos jugamos a ser otras cosas porque estamos emancipados. Una de mis mayores satisfacciones es el haber dejado una profunda huella en una gente que hoy está actuando o dirigiendo. Yo los veo en la televisión, en el cine o el teatro y me llena de satisfacción que algunos de ellos hayan cristalizados sus aspiraciones profesionales y artísticas, porque no hay que olvidar que no todos llegan, hay un 95 por ciento que se queda en el camino.

Violencia globalizada
La visita de los generales
, 84 páginas, remite de inmediato a la dramaturguia de Henrik Ibsen por la profundidad reflexiva sobre el tema, el diálogo de serena agresividad y la carnalidad con que conforma a sus personajes, como lo afirma Francis Rueda en el amoroso prólogo de esta publicación.”Siguiendo la línea de Pacífico 45, Pinto vuelve en esta pieza a un tema universal de gran actualidad por tanta violencia globalizada y tecnología infernal: la frustración de los científicos deseosos de dedicarse a la investigación libre”.

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