El diario La Nación, de Buenos Aires, tiene excelentes periodistas y columnistas de espectáculos por lo que dicho matutino presenta las mejores páginas de estretenimientos, o al menos las más actuales y las más consultadas de ese país, y es precisamente de ahí que hemos tomado este artículo de Carlos Pacheco, publicado el pasado 22 de mayo, donde advierte que la historia, una vez más, nutre a los escenarios de esa gran urbe, la cual tiene la mayor cartelera de espectáculos del mundo de habla hispana, para no meternos con los sajones ni con los franceses.
Además, y por eso lo hacemos, creemos que los artistas venezolanos deberían, de vez en cuando, “copiarse” de los hermanos sureños y seguir la huella por donde ellos andan, ya que no pueden seguir solamente mirando al norte.¡Y no es una c uña de Telesur!
Pasado y presente: en textos y personajes
Pacheco afirma que emblemáticos políticos y artistas de renombre se están transformando en personajes de la ficción teatral y muchos de ellos son los ejes de una serie de espectáculos que están mostrándose o preparándose en Buenos Aires. En Guayaquil, de Mario O Donnell, que Lito Cruz y Rubén Stella recrean en la sala Cátulo Castillo, se cruzan José de San Martín y Simón Bolívar. Entretanto, en La Comedia, Leonor Benedetto, Julieta Cardinali y Laura Palmucci, con la dirección de China Zorrilla, construyen un supuesto encuentro entre Eva Perón y Victoria Ocampo con Eva y Victoria, de Mónica Ottino. Con la dirección de Santiago Doria, Juan Palomino y Raúl Rizzo ensayan La tentación, también de O Donnell, donde se enfrentan Manuel Dorrego y Lord Posomby, para estrenarla en julio en el Payró.
A ellos se agregan El día que Nietzsche lloró, de Irvin Yalon, según adaptación de Luciano Cazaux y dirección de Lía Jelín, que expone un supuesto encuentro entre Nietzsche y Josef Breuer, y que, protagonizada por Luciano Suardi y Claudio Da Passano, se presenta en La Comedia; Vincent, creada e interpretada por Hilario Quinteros, con dirección de Christian Forteza, repasa aspectos de la vida de Van Gogh, en El Excéntrico de la 18; La última carta de Goya, con textos de Reynaldo Sietecase, dirección de Guillermo Asencio, dirección musical de Néstor Ballesteros y con Carolina Valcárcel, Rosalinda Varveri y Pablo Cheselsky, en el Museo Larreta, y, por último, Cartas de amor a Stalin, de Juan Mayorga, que se estrenará en julio.
"La historia argentina es una proveedora de maravillosos argumentos. Puede decirse que tiene una imaginación frondosa", comenta el dramaturgo O Donnell cuando se le pregunta el porqué de su interés por recuperar próceres. En los últimos años, el autor ha trasladado al escenario a Juan Manuel de Rosas (El sable), San Martín y Bolívar (Guayaquil) y ahora a Dorrego y al por entonces embajador británico lord Posomby (La tentación). "Es un riesgo poner a estos hombres en escena -aclara- porque todos tenemos imágenes muy fuertes de ellos. Los hemos calcado, hemos dado lecciones orales sobre sus vidas y actividades. Hay una opinión construida por la historia que siempre nos han enseñado y, en general, son reducidos a muy pocas palabras: Rosas es el tirano; San Martín cruzó los Andes; Bolívar era un hombre ambicioso, y Dorrego fue fusilado. En verdad, en su convención de heroicidad, no nos resultan admirables porque un héroe o superhombre se parece al Hombre Araña. En cambio, si uno repara en que San Martín sufría enfermedades, Rosas vivió su exilio en la más absoluta miseria o que Dorrego estaba en Buenos Aires representando los intereses provinciales y populares en pleno centro de la política elitista y hegemónica, eso los hace mucho más admirables, porque vemos gente que ha podido sobreponerse y trazarse un destino. Quizá no se dieron cuenta, pero encontraron un vigoroso sentido a sus vidas, sea o no discutible".
Eva Perón a escena
Durante siete años y medio, China Zorrilla interpretó Eva y Victoria, primero junto a Luisina Brando y luego con Soledad Silveyra. Hoy, cuando le toca dirigirla, recuerda que desde que recibió la obra de manos de la autora Mónica Ottino su mayor preocupación era cómo iba a tomar la gente, sobre todo los adeptos al peronismo, el encuentro entre estas dos mujeres y, sobre todo, algunos momentos de la pieza como cuando el personaje de Victoria, que ella interpretaba, dice: "Soy una argentina que sobrevive apenas en este prostíbulo mal aireado en que han convertido ustedes el país". La actriz y directora agrega: "Y nunca pasó nada malo; la gente escuchaba. Me di cuenta de que estaba ayudando a que se escuchara lo que nunca se había escuchado. Tal vez para muchos era la primera vez que atendían a lo que pensaba el otro, el de la vereda de enfrente. En la Argentina no es habitual que se critique a alguien que uno quiere y se lo haga con altura, como en esta obra".
China Zorrilla es contundente cuando afirma que es muy útil poner a estos personajes sobre un escenario. "En los años que hice Eva y Victoria me resultaba muy saludable observar que lo que dice la pieza nunca cayó en el vacío. La gente salía reflexionando y, cuando se iba a tomar un café, hasta discutía y los jóvenes les pedían la opinión a sus padres. De Eva Duarte siempre se va a hablar, mal y bien, y escuchar a estas mujeres permite encontrarse con un pedazo de la historia de la Argentina".
Actores frente a personajes
El actor Luciano Suardi encarna a Nietzsche en El día que Nietzsche lloró , adaptación de la novela de Irvin Yalom, en la que se supone un encuentro entre el filósofo y el médico Josef Breuer, maestro de Sigmund Freud. ¿Cómo construir un personaje tan emblemático, que se conoce más por sus escritos que por sus cualidades personales? "Lo que está bueno -dice Suardi- es que nadie que lo ve ahora vio caminando a Nietzsche. Pero ¿cómo competir con la imagen que cada uno puede tener de él? Ese es el riesgo cuando se construye a un personaje famoso. Cuando hice el biodrama Temperley, apareció una cosa fascinante: la ficción de la escena empezó a decir cómo era el personaje y lo que asomaba era distinto de lo que uno podía saber de la vida real de esa criatura".
El actor le dio forma a su Nietzsche a partir de leer mucho de lo que escribió, pero, fundamentalmente, de observar fotos. "Hay momentos en la composición en que partí de gestos que yo intuía que podía tener. Observaba la foto y suponía qué energía podía desplegar si se movía".
Otro actor, Hilario Quinteros, construye un unipersonal sobre Vincent van Gogh, dividido en dos partes. En la primera, el espectador tomará contacto con el personaje en los últimos días de su vida, junto a su médico Gachet y su hermano Théo. En la segunda, el juego escénico será sumamente onírico, como si Van Gogh resucitara y se materializara en su creación.
En su composición, el actor no buscó recuperar algo de la personalidad del pintor. "No hago del loco que se cortó la oreja -explica-. El trabajo no se desarrolla en un contexto naturalista, sino onírico, simbólico, minimalista." De ahí que lo que más lo impulsa en su construcción es el mundo interno del personaje. "Me siento identificado con lo que piensa y me interesa porque los materiales que conozco suyos son muy genuinos. Su pensamiento me atrapa, me apasiona. Trabajo sobre la esencia de su espíritu".
A Luciano Suardi y a Hilario Quinteros los asombra descubrir algunos puntos de contacto personales con esos personajes. El primero descubre en una pregunta que asoma en la pieza algo que lo moviliza personalmente. "El encuentro de estos hombres -dice Suardi- se da en la mitad de su vida y se están cuestionando cómo vivieron y cómo seguir viviendo. Eso me pega mucho."
Hilario Quinteros dice que, como Van Gogh, él sigue el camino de su padre (Lorenzo) y de su madre (Tina Serrano) , el arte; su hermano es artista plástico; cumple años el mismo día que Théo, y su hermana se llama Ana, igual que la del artista.
Pasado y presente: en textos y personajes
Pacheco afirma que emblemáticos políticos y artistas de renombre se están transformando en personajes de la ficción teatral y muchos de ellos son los ejes de una serie de espectáculos que están mostrándose o preparándose en Buenos Aires. En Guayaquil, de Mario O Donnell, que Lito Cruz y Rubén Stella recrean en la sala Cátulo Castillo, se cruzan José de San Martín y Simón Bolívar. Entretanto, en La Comedia, Leonor Benedetto, Julieta Cardinali y Laura Palmucci, con la dirección de China Zorrilla, construyen un supuesto encuentro entre Eva Perón y Victoria Ocampo con Eva y Victoria, de Mónica Ottino. Con la dirección de Santiago Doria, Juan Palomino y Raúl Rizzo ensayan La tentación, también de O Donnell, donde se enfrentan Manuel Dorrego y Lord Posomby, para estrenarla en julio en el Payró.
A ellos se agregan El día que Nietzsche lloró, de Irvin Yalon, según adaptación de Luciano Cazaux y dirección de Lía Jelín, que expone un supuesto encuentro entre Nietzsche y Josef Breuer, y que, protagonizada por Luciano Suardi y Claudio Da Passano, se presenta en La Comedia; Vincent, creada e interpretada por Hilario Quinteros, con dirección de Christian Forteza, repasa aspectos de la vida de Van Gogh, en El Excéntrico de la 18; La última carta de Goya, con textos de Reynaldo Sietecase, dirección de Guillermo Asencio, dirección musical de Néstor Ballesteros y con Carolina Valcárcel, Rosalinda Varveri y Pablo Cheselsky, en el Museo Larreta, y, por último, Cartas de amor a Stalin, de Juan Mayorga, que se estrenará en julio.
"La historia argentina es una proveedora de maravillosos argumentos. Puede decirse que tiene una imaginación frondosa", comenta el dramaturgo O Donnell cuando se le pregunta el porqué de su interés por recuperar próceres. En los últimos años, el autor ha trasladado al escenario a Juan Manuel de Rosas (El sable), San Martín y Bolívar (Guayaquil) y ahora a Dorrego y al por entonces embajador británico lord Posomby (La tentación). "Es un riesgo poner a estos hombres en escena -aclara- porque todos tenemos imágenes muy fuertes de ellos. Los hemos calcado, hemos dado lecciones orales sobre sus vidas y actividades. Hay una opinión construida por la historia que siempre nos han enseñado y, en general, son reducidos a muy pocas palabras: Rosas es el tirano; San Martín cruzó los Andes; Bolívar era un hombre ambicioso, y Dorrego fue fusilado. En verdad, en su convención de heroicidad, no nos resultan admirables porque un héroe o superhombre se parece al Hombre Araña. En cambio, si uno repara en que San Martín sufría enfermedades, Rosas vivió su exilio en la más absoluta miseria o que Dorrego estaba en Buenos Aires representando los intereses provinciales y populares en pleno centro de la política elitista y hegemónica, eso los hace mucho más admirables, porque vemos gente que ha podido sobreponerse y trazarse un destino. Quizá no se dieron cuenta, pero encontraron un vigoroso sentido a sus vidas, sea o no discutible".
Eva Perón a escena
Durante siete años y medio, China Zorrilla interpretó Eva y Victoria, primero junto a Luisina Brando y luego con Soledad Silveyra. Hoy, cuando le toca dirigirla, recuerda que desde que recibió la obra de manos de la autora Mónica Ottino su mayor preocupación era cómo iba a tomar la gente, sobre todo los adeptos al peronismo, el encuentro entre estas dos mujeres y, sobre todo, algunos momentos de la pieza como cuando el personaje de Victoria, que ella interpretaba, dice: "Soy una argentina que sobrevive apenas en este prostíbulo mal aireado en que han convertido ustedes el país". La actriz y directora agrega: "Y nunca pasó nada malo; la gente escuchaba. Me di cuenta de que estaba ayudando a que se escuchara lo que nunca se había escuchado. Tal vez para muchos era la primera vez que atendían a lo que pensaba el otro, el de la vereda de enfrente. En la Argentina no es habitual que se critique a alguien que uno quiere y se lo haga con altura, como en esta obra".
China Zorrilla es contundente cuando afirma que es muy útil poner a estos personajes sobre un escenario. "En los años que hice Eva y Victoria me resultaba muy saludable observar que lo que dice la pieza nunca cayó en el vacío. La gente salía reflexionando y, cuando se iba a tomar un café, hasta discutía y los jóvenes les pedían la opinión a sus padres. De Eva Duarte siempre se va a hablar, mal y bien, y escuchar a estas mujeres permite encontrarse con un pedazo de la historia de la Argentina".
Actores frente a personajes
El actor Luciano Suardi encarna a Nietzsche en El día que Nietzsche lloró , adaptación de la novela de Irvin Yalom, en la que se supone un encuentro entre el filósofo y el médico Josef Breuer, maestro de Sigmund Freud. ¿Cómo construir un personaje tan emblemático, que se conoce más por sus escritos que por sus cualidades personales? "Lo que está bueno -dice Suardi- es que nadie que lo ve ahora vio caminando a Nietzsche. Pero ¿cómo competir con la imagen que cada uno puede tener de él? Ese es el riesgo cuando se construye a un personaje famoso. Cuando hice el biodrama Temperley, apareció una cosa fascinante: la ficción de la escena empezó a decir cómo era el personaje y lo que asomaba era distinto de lo que uno podía saber de la vida real de esa criatura".
El actor le dio forma a su Nietzsche a partir de leer mucho de lo que escribió, pero, fundamentalmente, de observar fotos. "Hay momentos en la composición en que partí de gestos que yo intuía que podía tener. Observaba la foto y suponía qué energía podía desplegar si se movía".
Otro actor, Hilario Quinteros, construye un unipersonal sobre Vincent van Gogh, dividido en dos partes. En la primera, el espectador tomará contacto con el personaje en los últimos días de su vida, junto a su médico Gachet y su hermano Théo. En la segunda, el juego escénico será sumamente onírico, como si Van Gogh resucitara y se materializara en su creación.
En su composición, el actor no buscó recuperar algo de la personalidad del pintor. "No hago del loco que se cortó la oreja -explica-. El trabajo no se desarrolla en un contexto naturalista, sino onírico, simbólico, minimalista." De ahí que lo que más lo impulsa en su construcción es el mundo interno del personaje. "Me siento identificado con lo que piensa y me interesa porque los materiales que conozco suyos son muy genuinos. Su pensamiento me atrapa, me apasiona. Trabajo sobre la esencia de su espíritu".
A Luciano Suardi y a Hilario Quinteros los asombra descubrir algunos puntos de contacto personales con esos personajes. El primero descubre en una pregunta que asoma en la pieza algo que lo moviliza personalmente. "El encuentro de estos hombres -dice Suardi- se da en la mitad de su vida y se están cuestionando cómo vivieron y cómo seguir viviendo. Eso me pega mucho."
Hilario Quinteros dice que, como Van Gogh, él sigue el camino de su padre (Lorenzo) y de su madre (Tina Serrano) , el arte; su hermano es artista plástico; cumple años el mismo día que Théo, y su hermana se llama Ana, igual que la del artista.
En Caracas
Pacheco no lo dice en su extensa y bien escrita crónica, porque no esta al tanto de la cronología teatral venezolana, pero Guayaquil ya se mostró aquí en Caracas, precisamente con ese selecto elenco que ahora la exhibe en la capital argentina, y Cartas de amor a Stalin tambien se hizo con actores nacionales. ¡Qué grande y valiosa es la republica del teatro!
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