La película venezolana La clase, de José Antonio Varela, será estrenada durante el ultimo trimestre de 2007, para proponerle a su audiencia no sólo una amarga reflexión sobre los sórdidos prolegómenos del Caracazo y especialmente esa reiterada violencia policial contra los habitantes de las barriadas ahí captada, sino que también invita al público a tomar partido y apoyar, si es el caso, la inmensa labor social que adelanta, desde hace 36 largos años, el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, el mismo proyecto cultural que ha sido supremo protagonista en los exitosos largometrajes criollos Maroa —de Solveig Hoogesteijn— y Tocar y luchar, de Alberto Arvelo, estrenados durante los dos últimos años.
Sobre el porqué de la presencia de los agrupaciones musicales juveniles en la argumentación de este nuevo filme de la Villa del Cine, que financia el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el director Varela comenta que con su hermano José Luis transformaron la novela La clase, de Farruco Sesto, en un singular guión homónimo, el cual ya ha sido rodado íntegramente y está en avanzado proceso de postproducción, porque deberá ser estrenado durante las primeras semanas del próximo octubre.
—¿Dónde se desarrolla la trama del filme?
—Todo nuestro trabajo de campo se adelantó en los espacios de la comunidad de Zumba, en Guarenas, y en unos sectores del Gramoven caraqueño. Originalmente la trama se desarrollaba en una barriada de Guarenas de hace unos 20 años, pero hemos obtenido para la película un barrio menos hacinado, menos agresivo y donde ya están apareciendo ciertas conductas agresivas. No hay que olvidar que el barrio de las ciudades venezolanas es una prolongación de la Venezuela rural.
Concreta Varela que el largometraje La clase, su ópera prima, lleva a la pantalla un historia ambientada en 1989, precisamente en esa Venezuela agravada por una crisis social, económica y política, y está centrada en Tita (Carolina Rivero), una muchacha de barrio que se esfuerza por ser la primera violinista de una orquesta juvenil y que se ve obligada a tomar una decisión: dejar atrás el amor de su entorno familiar para alcanzar su meta artística, ya que su familia y el barrio no son compatibles con la vida de un músico. Ella tiene la oportunidad de escapar a un mundo nuevo, diferente al que conoce, pero el destino de un país la lleva a una encrucijada definitiva, la cual escoge el 27 de febrero de 1989
—¿Por qué debuta con una película que evoca las filmografías de Román Chalbaud o Clemente de la Cerda?
—Porque no puedo olvidarme del sector social de donde vengo, porque creo que debo trabajar intensamente sobre lo que conozco. Tengo 33 años y estoy trabajando en el cine desde hace casi diez años. Me dieron a leer varios proyectos y me entusiasmé con el borrador de lo que después se convirtió en la novela La clase. Me atrapó, me gustaron sus atmósferas y de ahí surgió el guión, que Farruco no conoce. Ahí agregamos personajes y situaciones, pero la esencia de la película es Tita y su relación con el barrio y todos los conflictos que ella tiene superar. A mí, y lo reiteró aquí, me gusta ese cine de los sesenta y los setenta, que fue precisamente el más taquillero en la historia de nuestro cine, porque fundamentalmente atrapo la esencia venezolana.
Sobre el porqué de la presencia de los agrupaciones musicales juveniles en la argumentación de este nuevo filme de la Villa del Cine, que financia el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el director Varela comenta que con su hermano José Luis transformaron la novela La clase, de Farruco Sesto, en un singular guión homónimo, el cual ya ha sido rodado íntegramente y está en avanzado proceso de postproducción, porque deberá ser estrenado durante las primeras semanas del próximo octubre.
—¿Dónde se desarrolla la trama del filme?
—Todo nuestro trabajo de campo se adelantó en los espacios de la comunidad de Zumba, en Guarenas, y en unos sectores del Gramoven caraqueño. Originalmente la trama se desarrollaba en una barriada de Guarenas de hace unos 20 años, pero hemos obtenido para la película un barrio menos hacinado, menos agresivo y donde ya están apareciendo ciertas conductas agresivas. No hay que olvidar que el barrio de las ciudades venezolanas es una prolongación de la Venezuela rural.
Concreta Varela que el largometraje La clase, su ópera prima, lleva a la pantalla un historia ambientada en 1989, precisamente en esa Venezuela agravada por una crisis social, económica y política, y está centrada en Tita (Carolina Rivero), una muchacha de barrio que se esfuerza por ser la primera violinista de una orquesta juvenil y que se ve obligada a tomar una decisión: dejar atrás el amor de su entorno familiar para alcanzar su meta artística, ya que su familia y el barrio no son compatibles con la vida de un músico. Ella tiene la oportunidad de escapar a un mundo nuevo, diferente al que conoce, pero el destino de un país la lleva a una encrucijada definitiva, la cual escoge el 27 de febrero de 1989
—¿Por qué debuta con una película que evoca las filmografías de Román Chalbaud o Clemente de la Cerda?
—Porque no puedo olvidarme del sector social de donde vengo, porque creo que debo trabajar intensamente sobre lo que conozco. Tengo 33 años y estoy trabajando en el cine desde hace casi diez años. Me dieron a leer varios proyectos y me entusiasmé con el borrador de lo que después se convirtió en la novela La clase. Me atrapó, me gustaron sus atmósferas y de ahí surgió el guión, que Farruco no conoce. Ahí agregamos personajes y situaciones, pero la esencia de la película es Tita y su relación con el barrio y todos los conflictos que ella tiene superar. A mí, y lo reiteró aquí, me gusta ese cine de los sesenta y los setenta, que fue precisamente el más taquillero en la historia de nuestro cine, porque fundamentalmente atrapo la esencia venezolana.
Comenzó con un infierno
Carolina Rivero está en el cine desde el año 2001. Debut con El infierno perfecto de Leonardo Henríquez y continuó con Las postales de Leningrado de Mariana Rondón, Cyrano Fernández de Betty Arvelo, y ahora protagoniza La clase. Su formación como actriz fue en la Compañía Nacional de Teatro en el año 1999, donde estuvo dos años. Esta muy satisfecha de su rol como Tita, “porque a nivel ideológico me parece que al final da un vuelco y vemos la esencia de lo que ella es. Por eso es que se debate entre una cosa y la otra, y al final vemos que obedece a lo que ella es: su casa su familia, su barrio".
Además de Carolina Rivero, participan en esta ópera prima de Varela: Manuelita Zelwer, Guillermo Londoño, Darío Soto, Zair Montes, Arnaldo Mendoza, Laureano Olivares, Rosalía Hernández, Gabriel Rojas, William Cuao, Asdrúbal Meléndez, Gonzalo Cubero, Rosa María Poncelón y Verónica León, entre otros.
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