El pan duro del exilio se come en silencio y sólo se añora en un pronto regreso al hogar dejado atrás. Pero eso no es fácil y menos cuando se han tejido sueños quiméricos a veces. Recordamos esto, que es nuestro lema cotidiano como exiliados que somos, porque Fernando Then, Marcelo Rodríguez, Pedro de Llano, Gredivel Vásquez, Eduardo Navas, Alfonso Rey, María Fernanda de Rey y Gabriel Flores son actores y técnicos venezolanos que en Nueva York participan en las producciones de la institución Repertorio Español, la misma que tiene actualmente en cartelera la comedia dramática O.K. de Isaac Chocrón.
Citamos a esos compatriotas porque recientemente los vimos desempeñándose dignamente en el espectáculo La fiesta del chivo, sólida adaptación y brillante dirección de Jorge Alí Triana, creada a partir de la novela homónima del peruano Mario Vargas Llosa, el cual ya habíamos disfrutado desde sus primeras funciones en aquel febrero de 2003.
La fiesta del chivo es una excelente fabulación, a partir de hechos históricos y reales, sobre el epílogo de la tiranía del dictador Rafael Leonidas Trujillo(Octubre 24, 1891/Mayo 30, 1961), masacrado por sus enemigos, y la instauración de un nuevo régimen, menos criminal pero con similares directrices clasistas, comandado por Joaquín Balaguer. En la novela y en la versión escénica se destaca la saga espeluznante de cómo un padre permite que el tirano abuse de su hija Urania, de 13 años, para recuperar así las bendiciones políticas y económicas del susodicho mandatario, que cae después asesinado por sus rivales.
Triana, uno de los mejores puestistas colombianos, hizo un magistral trabajo de síntesis para obtener una versión teatral -se desarrolla en unos 120 minutos- que muestra las peripecias de Urania, cuando regresa a Santo Domingo para despedir a su anciano progenitor, 30 años después de la muerte de Trujillo, en medio del fantástico recuento del magnicidio de aquel 30 de mayo de 1961.
Como ocurre con los espectáculos que están en la “bodega” de Repertorio Español, ahora hay urgentes sustituciones actorales y demás ajustes en el espectáculo, con lo cual ganan todos. Y eso ha pasado con La fiesta del chivo a cuatro años de su debut: luce más compacta, los interpretes juegan generosamente con sus roles y por consiguiente el montaje ha ganado en la precisión de su denuncia: el tenebroso ejercicio del poder en una nación latinoamericana, como la República Dominicana, y la salida maquiavélica que utilizaron los luchadores por la democracia para recuperar la dignidad de esa lacerada nación. Ahí aplaudimos nuevamente las precisas performances de los criollos y de todos los ahí involucrados.¡Es teatro comprometido!
Citamos a esos compatriotas porque recientemente los vimos desempeñándose dignamente en el espectáculo La fiesta del chivo, sólida adaptación y brillante dirección de Jorge Alí Triana, creada a partir de la novela homónima del peruano Mario Vargas Llosa, el cual ya habíamos disfrutado desde sus primeras funciones en aquel febrero de 2003.
La fiesta del chivo es una excelente fabulación, a partir de hechos históricos y reales, sobre el epílogo de la tiranía del dictador Rafael Leonidas Trujillo(Octubre 24, 1891/Mayo 30, 1961), masacrado por sus enemigos, y la instauración de un nuevo régimen, menos criminal pero con similares directrices clasistas, comandado por Joaquín Balaguer. En la novela y en la versión escénica se destaca la saga espeluznante de cómo un padre permite que el tirano abuse de su hija Urania, de 13 años, para recuperar así las bendiciones políticas y económicas del susodicho mandatario, que cae después asesinado por sus rivales.
Triana, uno de los mejores puestistas colombianos, hizo un magistral trabajo de síntesis para obtener una versión teatral -se desarrolla en unos 120 minutos- que muestra las peripecias de Urania, cuando regresa a Santo Domingo para despedir a su anciano progenitor, 30 años después de la muerte de Trujillo, en medio del fantástico recuento del magnicidio de aquel 30 de mayo de 1961.
Como ocurre con los espectáculos que están en la “bodega” de Repertorio Español, ahora hay urgentes sustituciones actorales y demás ajustes en el espectáculo, con lo cual ganan todos. Y eso ha pasado con La fiesta del chivo a cuatro años de su debut: luce más compacta, los interpretes juegan generosamente con sus roles y por consiguiente el montaje ha ganado en la precisión de su denuncia: el tenebroso ejercicio del poder en una nación latinoamericana, como la República Dominicana, y la salida maquiavélica que utilizaron los luchadores por la democracia para recuperar la dignidad de esa lacerada nación. Ahí aplaudimos nuevamente las precisas performances de los criollos y de todos los ahí involucrados.¡Es teatro comprometido!
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