“Hoy, más que nunca la primera necesidad de nosotros los venezolanos es la educación y la cultura, una responsabilidad compartida entre la familia y el Estado, consagrada en la Constitución Nacional Bolivariana de la República de Venezuela. Pero erradicar el analfabetismo es solo un paso. Hay que acabar con el analfabetismo funcional, es igual o peor a no saber leer y escribir porque nos convierte en tontos útiles, fáciles de manipular. El teatro bien hecho contribuye en gran parte a paliar esta urgencia que va desde algo que pareciera elemental como lo es aprender a comportarnos en público con la premisa del respeto a los demás, a enriquecer nuestro lenguaje y a contemplar un hecho artístico, sólo por nombrar algunos aspectos positivos”.
Así piensa el director de teatro, dramaturgo y guionista para televisión Carmelo Castro (Caracas, 6 de diciembre de 1954), al solicitarle su opinión sobre el estado actual del teatro para niños en Venezuela.
Castro advierte que “es necesario aclarar que hay autores como Alfredo Mantovani, que establecen una diferencia entre “teatro infantil” y “teatro para niños”. Para el caso que nos ocupa utilizaré esos términos indistintamente”.
-¿Qué pasa con el teatro infantil?
-El teatro que se hace para niños en nuestro país está a cargo de agrupaciones independientes, muchas de las cuales con más de 20 años en la escena y en una pequeña porción en manos de nuevos empresarios con buenas intenciones, pero con poca experiencia, quienes comienzan a explorar lo que en publicidad se podría catalogar como un “nicho”, más, si tomamos en cuenta que el grueso de nuestra población está conformada por niños y jóvenes.
Subraya que desde “unos años para acá existe el Teatro Infantil Nacional (TIN) institución de la cual compartí la responsabilidad de su fundación, junto a José León, Juan Carlos Azuaje, Dagoberto González y Armando Carías, y desde donde se han generado programas con el objeto de estimular a las agrupaciones y de preservar la memoria del teatro para niños en Venezuela, todos con las mejores intenciones pero que aún son insuficientes para abarcar todo el país. El caso es que se requiere un mayor esfuerzo por parte del Estado que quien posee los recursos”.
-¿Qué caminos lleva?
-Si hacemos un balance justo, nos damos cuenta que el público que demanda esos espectáculos ha ido creciendo con el tiempo, de otra manera cómo explicar que se pueda mantener un montaje en cartelera durante meses y con una asistencia calculada en más de 12 mil espectadores, muchas veces superior a los espectáculos para adultos más taquilleros. Otro tema sería analizar la calidad de lo que se está haciendo y eso es algo que cada director y cada agrupación debe revisar con mucha objetividad por la responsabilidad que implica el destinatario de nuestro trabajo, el niño. Por ser un optimista incorregible pienso que el límite es el cielo. Las generaciones que vienen detrás tienen que ser mejores que las presentes porque si no, no hay evolución. Hay un público cada vez más ávido de buenos espectáculos.
-¿Es comercial o altruístico?
-El artista al igual que cualquier otro ser humano tiene necesidades imperiosas que atender. Siempre he pensado que hay que dignificar la profesión. Me opongo de manera rotunda a que el artista de cualquier disciplina, se siga viendo como un ser etéreo que se alimenta del aire al mejor estilo de los bohemios románticos del siglo XIX. Más, si desde hace muchos años a esta parte, la política del Estado ha sido ir disminuyendo el apoyo económico a los grupos teatrales en contraposición con el estimulo que sí recibe la música, por ejemplo. Craso error, ya que no han entendido que la fortaleza del teatro está precisamente en las agrupaciones consolidadas, de las que hay muchas en todo el país. Eso en cuando a la primera parte de la pregunta, en lo que respecta al altruismo, siempre está presente, comenzando por el hecho de que el teatro infantil es un arte anónimo, ya que al niño no le interesa quien actúa, ni quien dirige, lo que quiere es pasarla bien.
-¿Sirve para preparar actores o espectadores?
-Por supuesto que sí. En el caso de los actores, siempre se ha dicho que el que haya hecho teatro para niños o teatro de calle es capaz de enfrentarse a cualquier tipo de público. Muchas de las figuras de nuestro teatro de hoy provienen del teatro de la escuela primaria o del liceo. Otro ejemplo a mencionar es la Compañía Teatral de Lily Álvarez Sierra, donde se iniciaron personalidades como Elianta Cruz, Ibrahim Guerra, Carlos Omobono y Orlando Urdaneta. De Thalía, la agrupación que dirijo, puedo mencionar a: José Manuel Ascensao, Wilmer Ramírez, Karl Hoffman, José Ángel Ávila, José Romero, Miguel Lizardi, Javier Zapata, César Rojas y a Natalia Capelleti. En lo que toca a los nuevos espectadores, siempre insisto ante los actores que en cada función tenemos la responsabilidad de develarles la magia del teatro a muchos niños que seguramente asisten por primera vez a un espectáculo teatral y de ahí nuestra responsabilidad de que esta experiencia los marque de una manera positiva para el resto de sus vidas. Prefiero hablar del niño como espectador en evolución y no como espectador del futuro, porque desde que el público pisa la sala ya recibe una información, está en contacto con el arte.
-¿Se enseñan técnicas del teatro infantil?
-Que yo tenga conocimiento, fuera de los grupos dedicados al género, no. Sé que Armando Carías, fundador y director del Grupo Chichón de la UCV por muchos años, ha abogado porque se imparta como materia en las diferentes instituciones que tienen a su cargo la formación de actores. En una oportunidad, ambos formamos un equipo, junto a Néstor Caballero y a José León. para diseñar y dictar una maestría de teatro infantil a licenciados egresados del IUDET, pero la experiencia no se volvió a repetir, ahora el teatro infantil sólo ha quedado reducido a un crédito de la mención docencia teatral, sin mayor trascendencia.
-¿Qué pasa con el público y el teatro infantil?
-Ya he mencionado que contamos con un público cada vez más exigente y continuo crecimiento. Creo que la cuestión está en llevar el teatro a aquellos niños que bien por falta de iniciativa de sus padres o por carencias económicas hasta el momento no ha sido favorecido. Hace unos 25 años tuvimos la oportunidad por iniciativa de Carlos Alfaro, estando al frente de la Dirección de Cultura del Municipio Sucre, de realizar funciones de calle en diferentes barrios de Petare, contando con todo el poyo de la comunidad en esa ocasión.
-¿Cómo se comportan los padres y cómo los niños?
-El padre o representante es quien escoge la obra que va a ir a ver el niño, en algunas ocasiones por aquello de que “protección implica dominación”. A partir de ahí hay detalles significativos que resaltar como es el caso de que son las madres en mayor números las que conducen a su prole al teatro. Lo primero que hacen, ya en la sala mientras esperan el inicio del espectáculo es leerles la sinopsis a los pequeños (de ahí que recomiendo que siempre se escriba esta, en forma de cuento para hacerla más amena pero sin revelar el final). Ya iniciada la obra, el adulto participa y disfruta. En cuanto al niño, siempre responde de manera honesta ante el espectáculo. Si no le gusta, enseguida muestra el rechazo que va desde el llanto a la protesta airada pero si lo logras enganchar, se convierte en el mejor espectador del mundo premiándote con su sonrisa.
-¿Es un buen negocio?
-La mayoría de los que hemos escogido con responsabilidad el género del teatro infantil como campo de trabajo, primero pensamos en el niño y después en lo demás. Con la ausencia de un verdadero apoyo por parte del Estado para quien ahora la prioridad del circo pareciera estar por encima a la del teatro y también ante la indiferencia de gran parte de la empresa privada, se hace imperante cada vez más depender de la taquilla para la supervivencia del teatro para niños. Se debe tomar en cuanta también que hacer un buen espectáculo tiene sus costos. No podemos regatear con un producto que va a consumir lo más preciado de cualquier sociedad, su infancia.
Así piensa el director de teatro, dramaturgo y guionista para televisión Carmelo Castro (Caracas, 6 de diciembre de 1954), al solicitarle su opinión sobre el estado actual del teatro para niños en Venezuela.
Castro advierte que “es necesario aclarar que hay autores como Alfredo Mantovani, que establecen una diferencia entre “teatro infantil” y “teatro para niños”. Para el caso que nos ocupa utilizaré esos términos indistintamente”.
-¿Qué pasa con el teatro infantil?
-El teatro que se hace para niños en nuestro país está a cargo de agrupaciones independientes, muchas de las cuales con más de 20 años en la escena y en una pequeña porción en manos de nuevos empresarios con buenas intenciones, pero con poca experiencia, quienes comienzan a explorar lo que en publicidad se podría catalogar como un “nicho”, más, si tomamos en cuenta que el grueso de nuestra población está conformada por niños y jóvenes.
Subraya que desde “unos años para acá existe el Teatro Infantil Nacional (TIN) institución de la cual compartí la responsabilidad de su fundación, junto a José León, Juan Carlos Azuaje, Dagoberto González y Armando Carías, y desde donde se han generado programas con el objeto de estimular a las agrupaciones y de preservar la memoria del teatro para niños en Venezuela, todos con las mejores intenciones pero que aún son insuficientes para abarcar todo el país. El caso es que se requiere un mayor esfuerzo por parte del Estado que quien posee los recursos”.
-¿Qué caminos lleva?
-Si hacemos un balance justo, nos damos cuenta que el público que demanda esos espectáculos ha ido creciendo con el tiempo, de otra manera cómo explicar que se pueda mantener un montaje en cartelera durante meses y con una asistencia calculada en más de 12 mil espectadores, muchas veces superior a los espectáculos para adultos más taquilleros. Otro tema sería analizar la calidad de lo que se está haciendo y eso es algo que cada director y cada agrupación debe revisar con mucha objetividad por la responsabilidad que implica el destinatario de nuestro trabajo, el niño. Por ser un optimista incorregible pienso que el límite es el cielo. Las generaciones que vienen detrás tienen que ser mejores que las presentes porque si no, no hay evolución. Hay un público cada vez más ávido de buenos espectáculos.
-¿Es comercial o altruístico?
-El artista al igual que cualquier otro ser humano tiene necesidades imperiosas que atender. Siempre he pensado que hay que dignificar la profesión. Me opongo de manera rotunda a que el artista de cualquier disciplina, se siga viendo como un ser etéreo que se alimenta del aire al mejor estilo de los bohemios románticos del siglo XIX. Más, si desde hace muchos años a esta parte, la política del Estado ha sido ir disminuyendo el apoyo económico a los grupos teatrales en contraposición con el estimulo que sí recibe la música, por ejemplo. Craso error, ya que no han entendido que la fortaleza del teatro está precisamente en las agrupaciones consolidadas, de las que hay muchas en todo el país. Eso en cuando a la primera parte de la pregunta, en lo que respecta al altruismo, siempre está presente, comenzando por el hecho de que el teatro infantil es un arte anónimo, ya que al niño no le interesa quien actúa, ni quien dirige, lo que quiere es pasarla bien.
-¿Sirve para preparar actores o espectadores?
-Por supuesto que sí. En el caso de los actores, siempre se ha dicho que el que haya hecho teatro para niños o teatro de calle es capaz de enfrentarse a cualquier tipo de público. Muchas de las figuras de nuestro teatro de hoy provienen del teatro de la escuela primaria o del liceo. Otro ejemplo a mencionar es la Compañía Teatral de Lily Álvarez Sierra, donde se iniciaron personalidades como Elianta Cruz, Ibrahim Guerra, Carlos Omobono y Orlando Urdaneta. De Thalía, la agrupación que dirijo, puedo mencionar a: José Manuel Ascensao, Wilmer Ramírez, Karl Hoffman, José Ángel Ávila, José Romero, Miguel Lizardi, Javier Zapata, César Rojas y a Natalia Capelleti. En lo que toca a los nuevos espectadores, siempre insisto ante los actores que en cada función tenemos la responsabilidad de develarles la magia del teatro a muchos niños que seguramente asisten por primera vez a un espectáculo teatral y de ahí nuestra responsabilidad de que esta experiencia los marque de una manera positiva para el resto de sus vidas. Prefiero hablar del niño como espectador en evolución y no como espectador del futuro, porque desde que el público pisa la sala ya recibe una información, está en contacto con el arte.
-¿Se enseñan técnicas del teatro infantil?
-Que yo tenga conocimiento, fuera de los grupos dedicados al género, no. Sé que Armando Carías, fundador y director del Grupo Chichón de la UCV por muchos años, ha abogado porque se imparta como materia en las diferentes instituciones que tienen a su cargo la formación de actores. En una oportunidad, ambos formamos un equipo, junto a Néstor Caballero y a José León. para diseñar y dictar una maestría de teatro infantil a licenciados egresados del IUDET, pero la experiencia no se volvió a repetir, ahora el teatro infantil sólo ha quedado reducido a un crédito de la mención docencia teatral, sin mayor trascendencia.
-¿Qué pasa con el público y el teatro infantil?
-Ya he mencionado que contamos con un público cada vez más exigente y continuo crecimiento. Creo que la cuestión está en llevar el teatro a aquellos niños que bien por falta de iniciativa de sus padres o por carencias económicas hasta el momento no ha sido favorecido. Hace unos 25 años tuvimos la oportunidad por iniciativa de Carlos Alfaro, estando al frente de la Dirección de Cultura del Municipio Sucre, de realizar funciones de calle en diferentes barrios de Petare, contando con todo el poyo de la comunidad en esa ocasión.
-¿Cómo se comportan los padres y cómo los niños?
-El padre o representante es quien escoge la obra que va a ir a ver el niño, en algunas ocasiones por aquello de que “protección implica dominación”. A partir de ahí hay detalles significativos que resaltar como es el caso de que son las madres en mayor números las que conducen a su prole al teatro. Lo primero que hacen, ya en la sala mientras esperan el inicio del espectáculo es leerles la sinopsis a los pequeños (de ahí que recomiendo que siempre se escriba esta, en forma de cuento para hacerla más amena pero sin revelar el final). Ya iniciada la obra, el adulto participa y disfruta. En cuanto al niño, siempre responde de manera honesta ante el espectáculo. Si no le gusta, enseguida muestra el rechazo que va desde el llanto a la protesta airada pero si lo logras enganchar, se convierte en el mejor espectador del mundo premiándote con su sonrisa.
-¿Es un buen negocio?
-La mayoría de los que hemos escogido con responsabilidad el género del teatro infantil como campo de trabajo, primero pensamos en el niño y después en lo demás. Con la ausencia de un verdadero apoyo por parte del Estado para quien ahora la prioridad del circo pareciera estar por encima a la del teatro y también ante la indiferencia de gran parte de la empresa privada, se hace imperante cada vez más depender de la taquilla para la supervivencia del teatro para niños. Se debe tomar en cuanta también que hacer un buen espectáculo tiene sus costos. No podemos regatear con un producto que va a consumir lo más preciado de cualquier sociedad, su infancia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario