Presenciamos el debut del director Carlos Omobono (Caracas, 1959), durante la noche del 18 de enero de 1979, en la sala Juana Sujo del Nuevo Grupo. Fue con la comedia Mónica y el florentino de Isaac Chocrón, quien celebró así, con un puestista que insurgía y una actriz que ya descollaba, Elba Escobar, sus primeros 20 años teatrales. ¡La memoria siempre reitera la importancia de la historia!
Mucho teatro ha visto Caracas durante los últimos 29 años y es seguro que las mejores épocas vendrán, precisamente cuando los elencos de sus exigentes espectáculos tienen actrices de la talla de una Marina Baura, “estrella” de la mejor televisión venezolana exhibida durante en los últimos 50 años. Y por ello, Carlos Omobono puso su granito de arena al llamar a la venezolana Julia Pérez (nombre legal de la primera actriz, nacida en Vigo, España, el 1 de noviembre de 1941), para encarnar a Graciela, obstinada colombiana que después de 12 años de matrimonio opta por deshacerse de su marido, tal como lo escribió Gabriel García Márquez en Diatriba de amor contra un hombre sentado, el único monólogo que se le conoce al Nobel de Literatura 1982.
Diatriba de amor contra un hombre sentado no es otra cosa que el conflicto entre la dicha pública y la infelicidad privada de la mujer que pretende festejar sus bodas de seda, pero Graciela se quita la máscara y descarga sus frustraciones y en especial arremete contra la frialdad íntima del esposo -“se nos agotó el amor de tanto usarlo”, como dice la canción- al parecer cansado de ella, quien aún es diestro seductor de jovencitas y posiblemente menos poderosas económicamente.
Este monólogo, estrenado hacia 1988 en Buenos Aires y ocho años después en Bogotá, es una bella pieza literaria. Todo un exacerbado alegato sobre la infelicidad de la mujer que lo tiene todo, menos la paciencia ante la desaparición del amor que la unió a su marido. Pero los 90 minutos que consume el montaje caraqueño son insoportables ante la carencia de teatralidad del texto, a pesar de las hábiles alusiones y guiños musicales que el director hace con la cantante venezolana Maria Teresa Chacín y los juegos de los actores con la escenografia creada por Valentina Herz para animar la escena.
La impactante performance de Marina Baura y la estoica participación del joven intérprete José Alex Romero, como “el marido”, lograron atrapar al cómplice público del estreno, función fatal por fallas con el sonido, pero que fue exorcizada con los positivos deseos de los entusiastas amigos del elenco y del director, además de los interesados espectadores ante la aparición de una nueva compañía productora de espectáculos teatrales, el Grupo Halternativa.
Marina Baura demostró que está en plena madurez de su carrera actoral, tiene un mágico dominio de escena y una habilidad única para obviar desatinos técnicos y hacer llevadero el tiempo escénico lastrado por la fantástica abundancia literaria del escritor. ¡No siempre los novelistas son buenos dramaturgos,aunque trabajen con las palabras; los buenos autores teatrales hacen poesía escénica, o sea manejan aquello que los teóricos llaman "dramaturgia de la imagen" o están en vías de conseguirlo
Mucho teatro ha visto Caracas durante los últimos 29 años y es seguro que las mejores épocas vendrán, precisamente cuando los elencos de sus exigentes espectáculos tienen actrices de la talla de una Marina Baura, “estrella” de la mejor televisión venezolana exhibida durante en los últimos 50 años. Y por ello, Carlos Omobono puso su granito de arena al llamar a la venezolana Julia Pérez (nombre legal de la primera actriz, nacida en Vigo, España, el 1 de noviembre de 1941), para encarnar a Graciela, obstinada colombiana que después de 12 años de matrimonio opta por deshacerse de su marido, tal como lo escribió Gabriel García Márquez en Diatriba de amor contra un hombre sentado, el único monólogo que se le conoce al Nobel de Literatura 1982.
Diatriba de amor contra un hombre sentado no es otra cosa que el conflicto entre la dicha pública y la infelicidad privada de la mujer que pretende festejar sus bodas de seda, pero Graciela se quita la máscara y descarga sus frustraciones y en especial arremete contra la frialdad íntima del esposo -“se nos agotó el amor de tanto usarlo”, como dice la canción- al parecer cansado de ella, quien aún es diestro seductor de jovencitas y posiblemente menos poderosas económicamente.
Este monólogo, estrenado hacia 1988 en Buenos Aires y ocho años después en Bogotá, es una bella pieza literaria. Todo un exacerbado alegato sobre la infelicidad de la mujer que lo tiene todo, menos la paciencia ante la desaparición del amor que la unió a su marido. Pero los 90 minutos que consume el montaje caraqueño son insoportables ante la carencia de teatralidad del texto, a pesar de las hábiles alusiones y guiños musicales que el director hace con la cantante venezolana Maria Teresa Chacín y los juegos de los actores con la escenografia creada por Valentina Herz para animar la escena.
La impactante performance de Marina Baura y la estoica participación del joven intérprete José Alex Romero, como “el marido”, lograron atrapar al cómplice público del estreno, función fatal por fallas con el sonido, pero que fue exorcizada con los positivos deseos de los entusiastas amigos del elenco y del director, además de los interesados espectadores ante la aparición de una nueva compañía productora de espectáculos teatrales, el Grupo Halternativa.
Marina Baura demostró que está en plena madurez de su carrera actoral, tiene un mágico dominio de escena y una habilidad única para obviar desatinos técnicos y hacer llevadero el tiempo escénico lastrado por la fantástica abundancia literaria del escritor. ¡No siempre los novelistas son buenos dramaturgos,aunque trabajen con las palabras; los buenos autores teatrales hacen poesía escénica, o sea manejan aquello que los teóricos llaman "dramaturgia de la imagen" o están en vías de conseguirlo
El director Carlos Omobono debe cortar tanta prosa literaria para salvar la teatralidad, precisamente después que les “rebajò” las bodas de plata a la pareja y se las convirtió en bodas de seda. Hay que volver a Escena 8 para ver si es cierto que el director Carlos Omobono hizo los cortes precisos que aligeran la pieza y la hacer más soportable para el público o el crítico de las mil cabezas, con lo cual los actores, especialmente Marina Baura, tendrán más oportunidad de lucirse
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