Nadie discute la originalidad y la calidad de la obra teatral Las lunas de Maisanta que le mereció el primer premio del II Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora 2008 al dramaturgo Néstor Caballero (Aragua de Barcelona, 1953). Ahora hay que esperar que ese texto sea convertido en espectáculo y así su metáfora apasione al público especialmente. Esa es la verdadera prueba de fuego, cuando la palabra se hace carne y sangre, además de sonido y movimiento desde un escenario.
También se espera que los otros dos textos que llegaron en el segundo y tercer renglón, sean publicados y representados, nos referimos a Tengo que admitir que mi madre es una vieja abominable de Guillermo Urdaneta y Loco Santo de Alocha de Ángela Marina López.
Mientras tanto, gracias al razonado veredicto del jurado que presidió Gilberto Agüero —y en el cual participaron Tomás Jurado Zabala, Rubén Pinto, Carlos Herrera, y José Daniel Suárez Hermoso— hemos querido hacer públicas algunas de las opiniones que ahí se vertieron, las cuales juzgamos importantes porque radiografían una realidad que hay que analizar posteriormente.
Llama la atención el poco interés mostrado por la mayoría de los participantes (92 en total) en abordar temas ligados a la realidad latinoamericana o nacional, ya que el grueso de los concursantes recurrieron a argumentos intimistas o banales, o tomaron como fuente de inspiración historias, mitos o leyendas y personajes del teatro clásico, que fusionaron con personajes de la novelística y otros creados por ellos mismos.
Apenas 13 autores ubicaron las tramas en nuestro país. Nueve tocaron temas de la vida cotidiana y los cuatro restantes trataron de reflejar la Venezuela de la época independentista y de los primeros años del siglo XX. Dos de esas cuatro piezas están muy bien documentadas históricamente, no así las restantes.
Apenas dos dramaturgos fijaron su mirada en Latinoamérica; el primero lo hizo a través de una comedia mordaz y satírica que ridiculiza la figura de Eva Perón; el segundo nos presenta de una manera sesgada y a través de la figura de Jorge Eliécer Gaitán, una Colombia desdibujada a la cual oculta bajo un falso nombre.
Muchas de las obras son de contenido escapista, superficial y en algunos casos pretenciosos. Los textos reflexivos, emplazadores, revolucionarios, de carácter social, reinan por su ausencia; tal vez dos de las piezas calificadas se podrían ubicar en esa categoría.
Asimismo, un segmento de los autores reveló cierto grado de descuido en el uso del lenguaje. Las deficiencias más notables están centradas en problemas de sintaxis y deficiencia en la orquestación idiomática y en algunos casos se detecto el desconocimiento de los rudimentos de las técnicas del drama.
Ahora, los autores ganadores y los que no lo fueron, deben arrancar para la otra entrega, que será en el 2010. Un lapso verdaderamente importante por aquello del bicentenario de la primera independencia latinoamericana.
Y no podíamos cerrar estos comentarios sin repetir el chisme sobre el colmo del despiste, protagonizado por un reputado autor criollo, recién premiado, quien envió su obra al concurso…. pero no le quitó o no le retiró la firma, se le olvidó sustituirla por el seudónimo respectivo , y el jurado de marras, con mucho dolor y hasta con preocupación, pues optó por retirarlo de la competencia , porque no cumplía con esa elemental norma del concurso, que es el anonimato formal, ya que a los autores de postín se les conoce por sus temáticas y por el estilo, pero siempre hay que guardar las apariencias.
También se espera que los otros dos textos que llegaron en el segundo y tercer renglón, sean publicados y representados, nos referimos a Tengo que admitir que mi madre es una vieja abominable de Guillermo Urdaneta y Loco Santo de Alocha de Ángela Marina López.
Mientras tanto, gracias al razonado veredicto del jurado que presidió Gilberto Agüero —y en el cual participaron Tomás Jurado Zabala, Rubén Pinto, Carlos Herrera, y José Daniel Suárez Hermoso— hemos querido hacer públicas algunas de las opiniones que ahí se vertieron, las cuales juzgamos importantes porque radiografían una realidad que hay que analizar posteriormente.
Llama la atención el poco interés mostrado por la mayoría de los participantes (92 en total) en abordar temas ligados a la realidad latinoamericana o nacional, ya que el grueso de los concursantes recurrieron a argumentos intimistas o banales, o tomaron como fuente de inspiración historias, mitos o leyendas y personajes del teatro clásico, que fusionaron con personajes de la novelística y otros creados por ellos mismos.
Apenas 13 autores ubicaron las tramas en nuestro país. Nueve tocaron temas de la vida cotidiana y los cuatro restantes trataron de reflejar la Venezuela de la época independentista y de los primeros años del siglo XX. Dos de esas cuatro piezas están muy bien documentadas históricamente, no así las restantes.
Apenas dos dramaturgos fijaron su mirada en Latinoamérica; el primero lo hizo a través de una comedia mordaz y satírica que ridiculiza la figura de Eva Perón; el segundo nos presenta de una manera sesgada y a través de la figura de Jorge Eliécer Gaitán, una Colombia desdibujada a la cual oculta bajo un falso nombre.
Muchas de las obras son de contenido escapista, superficial y en algunos casos pretenciosos. Los textos reflexivos, emplazadores, revolucionarios, de carácter social, reinan por su ausencia; tal vez dos de las piezas calificadas se podrían ubicar en esa categoría.
Asimismo, un segmento de los autores reveló cierto grado de descuido en el uso del lenguaje. Las deficiencias más notables están centradas en problemas de sintaxis y deficiencia en la orquestación idiomática y en algunos casos se detecto el desconocimiento de los rudimentos de las técnicas del drama.
Ahora, los autores ganadores y los que no lo fueron, deben arrancar para la otra entrega, que será en el 2010. Un lapso verdaderamente importante por aquello del bicentenario de la primera independencia latinoamericana.
Y no podíamos cerrar estos comentarios sin repetir el chisme sobre el colmo del despiste, protagonizado por un reputado autor criollo, recién premiado, quien envió su obra al concurso…. pero no le quitó o no le retiró la firma, se le olvidó sustituirla por el seudónimo respectivo , y el jurado de marras, con mucho dolor y hasta con preocupación, pues optó por retirarlo de la competencia , porque no cumplía con esa elemental norma del concurso, que es el anonimato formal, ya que a los autores de postín se les conoce por sus temáticas y por el estilo, pero siempre hay que guardar las apariencias.
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