Carlos Giménez nos confesó, tras estrenar su versión teatral de la novela Oficina No.1, en julio de 1992, nueve meses antes de su dolorosa muerte, que el más grande escritor de Venezuela, quien sí había logrado captar la totalidad de la esencia de su pueblo y fue capaz de vertirla en sus obras literarias, era Miguel Otero Silva (MOS). Soñaba, cuando se recuperara de su extrañas dolencias –fiebres vespertinas acompañadas de intensos dolores de cabeza- trabajar con urgencia narraciones como La muerte de Honorio y Cuando quiero llorar no lloro para subirlas a la escena, como ya lo había logrado antes con Fiebre y Casas muertas, porque ahí estaban las claves de la moderna Venezuela, esa que pedía cambios a gritos antes de comenzar el siglo XXI. Él quería ver otra Venezuela, lo presentía.
También Giménez comentaba, porque era un ser agradecido, que MOS (26 de octubre de 1908/28 de agosto de 1985) fue quien lo trajo desde Buenos Aires para que montara su versión del astracán La venganza de Don Mendo, del autor español Pedro Muñoz Seca, convertida en Don Mendo 71, deliciosa comedia humorística a la venezolana, cuya heroína era América Alonso. Todo eso lo atrapó, le permitió conocer al grande y único amor de su vida y se quedó para siempre , pero antes fundó e hizo debutar al grupo Rajatabla (27 de febrero de 1971), con el show músico-poético-teatral Tu país esta feliz, y después convertirlo en la institución que ha apuntalado los cambios irreversibles del teatro criollo.
Muerto Carlos Giménez el 28 de marzo de 1993, a consecuencia del Sida, el actor y gerente Francisco Alfaro asumió la dirección general de Rajatabla y desde entonces ha mantenido tenido a flote la nao teatral, sorteando todo tipo de conflictos, desde las muertes anunciadas hasta el olvido de los que eran “amigos”. Y es por eso que para la temporada 2009, dentro de los festejos por el centenario de MOS, ha seleccionado el montaje de una versión de Cuando quiero llorar no lloro, para lo cual ha pedido y pide colaboración de varios escritores, entre ellos Vicente Lira, ya que en abril del 2009 comenzarán los ensayos finales en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas, conducidos por José Domínguez. Será una producción donde se invertirán no menos de 200 mil bolívares.
Precisamente, el dramaturgo Vicente Lira nos dice, con unos cuantos croquis y diversos papeles en mano, consecuencia de su esmerado trabajo de versionista, que una teatralización de Cuando quiero llorar no lloro, tal como èl la ha trabajado, debe ser un espectáculo que aborde los sueños frustrados en una sociedad que gira alrededor de sus errores humanos. Tres Victorinos (Peralta, Perdomo y Pérez) que son representaciones humanas y símbolos sociales, son definidos o utilizados por MOS para mostrar una historia que los enlaza sin permitirles conocerse, nacen y mueren un 8 de noviembre, día remarcado por una conducta humana, animalizada por la política. Se conmemora la muerte de los mártires coronados, militares fieles a Roma, que después de martirizados fueron arrojados a una gran cantidad de perros, para que los devoraran. Y aunque los romanos se salvaron milagrosamente de morir a dentelladas no sobrevivieron al daño infringido por los romanos.
El caso de los Victorinos venezolanos, símbolos de clases sociales que son sacrificados en los tumultuosos años sesenta, mantiene el paralelismo con la historia romana. Cada uno de estos personajes persisten en una sociedad que siente que los anula, y la mejor forma que encuentran para resaltarla, es llevarle la contraria a ese sueño corporizado por sus madres, que simbolizan a una Venezuela deseosa de sueños, y a sus amantes, que son los amores inalcanzables, no sólo por el alcance físico, sino espiritual y social .Una Venezuela que quiere recibir, pero es obviada ante la realidad que asalta a los protagonistas de esta historia.
Por supuesto que todo se definirá en la escena, tras largos estudios de mesa y los precisos ensayos, según la partitura del director José Domínguez, quien viene de mostrar su novedoso espectáculo Plenilunio, donde además destacaron jóvenes actores, una generación más formada y que tratará de superar el trágico destino de los Victorinos de MOS o de Rajatabla.
¿Qué estaría haciendo ahora Carlos Giménez?
Planes
Según Francisco Alfaro, Rajatabla vive de su trabajo artístico y de los aportes que recibe del Estado venezolano –nunca más de 140 mil bolívares-además de la caja chica que les depara el cafetín Rajatabla, donde, a punta de vender cervezas y pastelitos de queso, brota un circulante básico. “Tenemos una nómina de 25 personas y debemos además cubrir los gastos de mantenimiento de la sala. No es nada fácil, pero durante 2009 haremos una temporada en el Celarg con José Amindra, la creación de Roberto Azuaje sobre el generalísimo Francisco de Miranda, y con Trastos viejos, de Javier Vidal, en el Teatro Trasnocho. Además hay otros eventos con nuestras piezas de repertorio, con las cuales recorreremos la geografía nacional”.
También Giménez comentaba, porque era un ser agradecido, que MOS (26 de octubre de 1908/28 de agosto de 1985) fue quien lo trajo desde Buenos Aires para que montara su versión del astracán La venganza de Don Mendo, del autor español Pedro Muñoz Seca, convertida en Don Mendo 71, deliciosa comedia humorística a la venezolana, cuya heroína era América Alonso. Todo eso lo atrapó, le permitió conocer al grande y único amor de su vida y se quedó para siempre , pero antes fundó e hizo debutar al grupo Rajatabla (27 de febrero de 1971), con el show músico-poético-teatral Tu país esta feliz, y después convertirlo en la institución que ha apuntalado los cambios irreversibles del teatro criollo.
Muerto Carlos Giménez el 28 de marzo de 1993, a consecuencia del Sida, el actor y gerente Francisco Alfaro asumió la dirección general de Rajatabla y desde entonces ha mantenido tenido a flote la nao teatral, sorteando todo tipo de conflictos, desde las muertes anunciadas hasta el olvido de los que eran “amigos”. Y es por eso que para la temporada 2009, dentro de los festejos por el centenario de MOS, ha seleccionado el montaje de una versión de Cuando quiero llorar no lloro, para lo cual ha pedido y pide colaboración de varios escritores, entre ellos Vicente Lira, ya que en abril del 2009 comenzarán los ensayos finales en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas, conducidos por José Domínguez. Será una producción donde se invertirán no menos de 200 mil bolívares.
Precisamente, el dramaturgo Vicente Lira nos dice, con unos cuantos croquis y diversos papeles en mano, consecuencia de su esmerado trabajo de versionista, que una teatralización de Cuando quiero llorar no lloro, tal como èl la ha trabajado, debe ser un espectáculo que aborde los sueños frustrados en una sociedad que gira alrededor de sus errores humanos. Tres Victorinos (Peralta, Perdomo y Pérez) que son representaciones humanas y símbolos sociales, son definidos o utilizados por MOS para mostrar una historia que los enlaza sin permitirles conocerse, nacen y mueren un 8 de noviembre, día remarcado por una conducta humana, animalizada por la política. Se conmemora la muerte de los mártires coronados, militares fieles a Roma, que después de martirizados fueron arrojados a una gran cantidad de perros, para que los devoraran. Y aunque los romanos se salvaron milagrosamente de morir a dentelladas no sobrevivieron al daño infringido por los romanos.
El caso de los Victorinos venezolanos, símbolos de clases sociales que son sacrificados en los tumultuosos años sesenta, mantiene el paralelismo con la historia romana. Cada uno de estos personajes persisten en una sociedad que siente que los anula, y la mejor forma que encuentran para resaltarla, es llevarle la contraria a ese sueño corporizado por sus madres, que simbolizan a una Venezuela deseosa de sueños, y a sus amantes, que son los amores inalcanzables, no sólo por el alcance físico, sino espiritual y social .Una Venezuela que quiere recibir, pero es obviada ante la realidad que asalta a los protagonistas de esta historia.
Por supuesto que todo se definirá en la escena, tras largos estudios de mesa y los precisos ensayos, según la partitura del director José Domínguez, quien viene de mostrar su novedoso espectáculo Plenilunio, donde además destacaron jóvenes actores, una generación más formada y que tratará de superar el trágico destino de los Victorinos de MOS o de Rajatabla.
¿Qué estaría haciendo ahora Carlos Giménez?
Planes
Según Francisco Alfaro, Rajatabla vive de su trabajo artístico y de los aportes que recibe del Estado venezolano –nunca más de 140 mil bolívares-además de la caja chica que les depara el cafetín Rajatabla, donde, a punta de vender cervezas y pastelitos de queso, brota un circulante básico. “Tenemos una nómina de 25 personas y debemos además cubrir los gastos de mantenimiento de la sala. No es nada fácil, pero durante 2009 haremos una temporada en el Celarg con José Amindra, la creación de Roberto Azuaje sobre el generalísimo Francisco de Miranda, y con Trastos viejos, de Javier Vidal, en el Teatro Trasnocho. Además hay otros eventos con nuestras piezas de repertorio, con las cuales recorreremos la geografía nacional”.
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