El tiempo se llevó las siniestras imágenes del semidesnudo Marat asesinado a puñaladas dentro de su bañera por una fanática empeñada en detener el proceso revolucionario que él liderizaba. Eso provocó una hecatombe social que desembocó en el cuartelazo del general Napoleón Bonaparte, empeñado además en ser emperador de Europa.
La magia teatral reconstruyó esos patéticos hechos históricos que alteraron para siempre el destino de Francia y ahora durante 16 noches los exhibieron en la sala Rajatabla, gracias al director Ibrahim Guerra y la profesional participación de un conjunto de actores empeñados en obtener su licenciatura de teatro de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, y además mostrar un montaje que hiciera historia en las artes escénicas criollas. Lo cual consiguieron tras largos meses de ensayos y sacrificios con el espectáculo Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, tal y como fue representado en el sanatorio de Charenton por el marques de Sade o simplemente Marat-Sade, basado en el texto original (1963) de Peter Weiss, en la adaptación y el guión cinematográfico (1965) de Peter Brook y, además, en la traducción al español de Alfonso Sastre.
Ambientado durante el 13 de julio de 1808, Weiss utiliza las historias de Marat y la revolución francesa, además de la rocambolesca saga del Marqués de Sade, para hacer teatro dentro del teatro. Inventa una representación sobre el asesinato de “el amigo del pueblo” y la exhibe utilizando a los locos de Charenton, cuando precisamente Sade hacia de la suyas para no desaparecer como intelectual y entretener a la nueva burguesía que había creado el emperador Napoleón.
Reiteró Weiss las innegables contradicciones del neocapitalismo, donde conviven la violencia establecida y la violencia revolucionaria; donde el individuo lucha para que no lo devore un colectivismo impuesto a la fuerza; donde el arte es mercancía y sólo queda hacer otra revolución pero con compromisos, con libertad de mercados y tantos otros lemas que apestan por su vetustez.
Guerra utilizó el espacio de la Sala Rajatabla para involucrar la acción escénica y el público, colocado de manera bifrontal ante el espectáculo. La planta de movimientos, perfecta en su sincronía, logró crear una sórdida atmósfera orgiástica que golpeaba los sentidos de la audiencia que miraba el impactante “juego de tenis” entre el delirante Marat en su bañera o la monstruosa guillotina entregada a su “labor depurativa”, al tiempo que los directivos del asilo y Sade disfrutaban, coordinaban o censuraban el rumboso ritual de los locos, que en este caso era uno diestro conjunto de actores venezolanos.
“Mi versión es en prosa, lo cual me permite tratar los planteamientos políticos sin artificios poéticos y métricos, más allá de lo que la prosa abierta permite para procesar de manera cruda y directa los diferentes criterios conceptuales que componen la pieza”, puntualiza Guerra.
Marat-Sade es una metáfora de Weiss para cuestionar revoluciones, regimenes democráticos y totalitarios surgidos de sangrientos procesos de cambios sociales y económicos, los cuales culminan por arrinconar o restringir las libertades individuales especialmente de todos los que no detentan el poder. Él, perseguido por nazis y comunistas, terminó pendulando entre un anarquismo recalcitrante y un existencialismo extremo, al reconocer que las sociedades modernas sí habían inventado las revoluciones para derrotar al oscurantismo, pero no sabían después que hacer con ellas, se desgastaban y terminaban por autoconsumirse, para dar puerta franca a otros sistemas tan autoritarios y sangrientos como los derrocados. Y lo decía por todo lo que había ocurrido en los primeros 60 años del siglo XX, cuando ya la Cortina de Hierro empezaba su derrumbe.
Tanto la versión literaria como el montaje, hacen dos preguntas para que las responda el público: ¿Fue Marat un dictador o un dirigente que solo buscaba el bienestar social a través de la igualdad de todos los ciudadanos? Y ¿por qué fueron los que lo acompañaron en el proceso revolucionario, que liquidó a todos los viejos esquemas de gobierno e instauró un nuevo orden social, quienes procuraron su muerte?
16 funciones
El grupo que presentó las 16 funciones de la primera temporada de Marat-Sade, la cual culmina hoy, lo componen Robert Alberto Álvarez Castro, Yurahy Castro Cáceres, Dora Farias Zamora, Demis Gutiérrez, Rossana Hernández, Rolando Jiménez, Israel Moreno, Fabiola Pinto, María Elena Prieto, Jean Carlos Rodríguez, Ulrike Sánchez, Alonso Santana, Roselyn Sosa y Daniel Suárez. Y el equipo de producción reúne a Carlos del Castillo, Carmelo Castro, Ruffino Dorta, Inna López, Maigualida Gamero, Frank Silva y Durwin Vicentelli. En los diseños y realización se encuentran Jorge Marcelino Hernández, Jorge Martínez, Armando Zullo, Andrés Izarra y Ioana Bunescu. Imposible olvidar las actuaciones de Rolando e Israel en los roles del revolucionario Marat y el excéntrico Marques de Sade.
La magia teatral reconstruyó esos patéticos hechos históricos que alteraron para siempre el destino de Francia y ahora durante 16 noches los exhibieron en la sala Rajatabla, gracias al director Ibrahim Guerra y la profesional participación de un conjunto de actores empeñados en obtener su licenciatura de teatro de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, y además mostrar un montaje que hiciera historia en las artes escénicas criollas. Lo cual consiguieron tras largos meses de ensayos y sacrificios con el espectáculo Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, tal y como fue representado en el sanatorio de Charenton por el marques de Sade o simplemente Marat-Sade, basado en el texto original (1963) de Peter Weiss, en la adaptación y el guión cinematográfico (1965) de Peter Brook y, además, en la traducción al español de Alfonso Sastre.
Ambientado durante el 13 de julio de 1808, Weiss utiliza las historias de Marat y la revolución francesa, además de la rocambolesca saga del Marqués de Sade, para hacer teatro dentro del teatro. Inventa una representación sobre el asesinato de “el amigo del pueblo” y la exhibe utilizando a los locos de Charenton, cuando precisamente Sade hacia de la suyas para no desaparecer como intelectual y entretener a la nueva burguesía que había creado el emperador Napoleón.
Reiteró Weiss las innegables contradicciones del neocapitalismo, donde conviven la violencia establecida y la violencia revolucionaria; donde el individuo lucha para que no lo devore un colectivismo impuesto a la fuerza; donde el arte es mercancía y sólo queda hacer otra revolución pero con compromisos, con libertad de mercados y tantos otros lemas que apestan por su vetustez.
Guerra utilizó el espacio de la Sala Rajatabla para involucrar la acción escénica y el público, colocado de manera bifrontal ante el espectáculo. La planta de movimientos, perfecta en su sincronía, logró crear una sórdida atmósfera orgiástica que golpeaba los sentidos de la audiencia que miraba el impactante “juego de tenis” entre el delirante Marat en su bañera o la monstruosa guillotina entregada a su “labor depurativa”, al tiempo que los directivos del asilo y Sade disfrutaban, coordinaban o censuraban el rumboso ritual de los locos, que en este caso era uno diestro conjunto de actores venezolanos.
“Mi versión es en prosa, lo cual me permite tratar los planteamientos políticos sin artificios poéticos y métricos, más allá de lo que la prosa abierta permite para procesar de manera cruda y directa los diferentes criterios conceptuales que componen la pieza”, puntualiza Guerra.
Marat-Sade es una metáfora de Weiss para cuestionar revoluciones, regimenes democráticos y totalitarios surgidos de sangrientos procesos de cambios sociales y económicos, los cuales culminan por arrinconar o restringir las libertades individuales especialmente de todos los que no detentan el poder. Él, perseguido por nazis y comunistas, terminó pendulando entre un anarquismo recalcitrante y un existencialismo extremo, al reconocer que las sociedades modernas sí habían inventado las revoluciones para derrotar al oscurantismo, pero no sabían después que hacer con ellas, se desgastaban y terminaban por autoconsumirse, para dar puerta franca a otros sistemas tan autoritarios y sangrientos como los derrocados. Y lo decía por todo lo que había ocurrido en los primeros 60 años del siglo XX, cuando ya la Cortina de Hierro empezaba su derrumbe.
Tanto la versión literaria como el montaje, hacen dos preguntas para que las responda el público: ¿Fue Marat un dictador o un dirigente que solo buscaba el bienestar social a través de la igualdad de todos los ciudadanos? Y ¿por qué fueron los que lo acompañaron en el proceso revolucionario, que liquidó a todos los viejos esquemas de gobierno e instauró un nuevo orden social, quienes procuraron su muerte?
16 funciones
El grupo que presentó las 16 funciones de la primera temporada de Marat-Sade, la cual culmina hoy, lo componen Robert Alberto Álvarez Castro, Yurahy Castro Cáceres, Dora Farias Zamora, Demis Gutiérrez, Rossana Hernández, Rolando Jiménez, Israel Moreno, Fabiola Pinto, María Elena Prieto, Jean Carlos Rodríguez, Ulrike Sánchez, Alonso Santana, Roselyn Sosa y Daniel Suárez. Y el equipo de producción reúne a Carlos del Castillo, Carmelo Castro, Ruffino Dorta, Inna López, Maigualida Gamero, Frank Silva y Durwin Vicentelli. En los diseños y realización se encuentran Jorge Marcelino Hernández, Jorge Martínez, Armando Zullo, Andrés Izarra y Ioana Bunescu. Imposible olvidar las actuaciones de Rolando e Israel en los roles del revolucionario Marat y el excéntrico Marques de Sade.
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