Nada de lo que se hace en el teatro venezolano es producto de la generación espontánea o del acaso o brotó del cubilete de un mago. Todo lo que se exhibe es la consecuencia de aportes, de sacrificios, de sueños materializados y trabajos positivos de un conjunto de artistas en décadas anteriores. Y, fundamentalmente, por un público que se ha ido acrecentando y culturizando para así exigir siempre más productos y de la mejor calidad. Reiteramos esto, precisamente en tiempos de revolución, para que nadie se llame a engaño, para que piense siempre en función del colectivo o de la comunidad, y así se pueda trabajar mejor o se logre apreciar con mayor conocimiento e interés lo que consume o en lo que se participa.
Y por eso recordamos, que, cuando expulsaron o retiraron al chileno Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, lo cual permitió el ingresó del argentino Carlos Giménez a esa institución, aquel maestro luchó tesoneramente hasta poner en marcha al Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y lograr ubicarlo en la salida Sureste del Metro de Bellas Artes, gracias al apoyo del Centro Simón Bolívar y el Conac, desde 1994.
Por eso existe ese espacio para la formación, capacitación y exhibición de las generaciones de teatreros; permanece abierto gracias al apoyo del Estado venezolano y por la paciencia y el amor de Carmen Jiménez, quien está siempre de guardia para atender a la muchachada que urge un horario para ensayar o mostrarse o intervenir en un taller sobre alguna disciplina creativa. Ahí se capacitan con práctica y teoría a los nuevos teatreros, como lo soñaba el maestro Peterson (22 de abril de 1922/25 de noviembre de 2002), quien aquí formó a miles de actores y actrices, montó más de 120 piezas y además desarrolló un especial método de capacitación, el cual se aplica en su Laboratorio, ese que ahora necesita crecer para continuar siendo más útil. ¿Quién le pone al cascabel al gato? ¿Quién ayuda al futuro en gestación?
Y actualmente en ese Laboratorio se presenta, para 30 espectadores por función, durante dos semanas más, el plausible y conmovedor espectáculo La cotufa no baila más del dramaturgo y actor José Antonio Barrios Valle, inspirado en una siniestra leyenda urbana caraqueña, según la cual una bailarina clásica, apodada “La cotufa”, que después terminó exhibiéndose en siniestros cabarets, desaparece y luego es descuartizada en un edificio del Conjunto Residencial Parque Central, donde alquilaba una habitación en el apartamento de unos caballeros de “conductas desordenadas”, a quienes las autoridades imputaron el crimen posteriormente.
Este melodrama, donde además el fantasma de “La cotufa” ronda por los pasillos de la multifamiliar edificación, es contado desde la perspectiva de la esfera íntima de familiares y conocidos de la bailarina, con quienes el público se identifica por la contemporaneidad del texto y la ambiciosa puesta escénica, la cual se desarrolla dentro de un ascensor, tal como lo propone el dramaturgo.
Partiendo de la cruda realidad, Barrios Valle retomó esa saga macabra, la poetizó y llevó a una pieza teatral, donde todos los habitantes del edificio son sospechosos, víctimas y victimarios, pero al mismo tiempo aborda tópicos como el amor, la desesperanza, los sueños inconclusos, la infidelidad, la solidaridad, el odio y los problemas sociales de la vida urbana, todos inteligentemente mezclados hasta crear una fantástica bola de nieve de intrigas.
Asombra el artístico trabajo global presente en La cotufa no baila más, gracias el esfuerzo del grupo Emergente de Caracas, bajo la sólida dirección general de Orlando Chirinos, quien con solo 21 años de vida ya da atisbos de creatividad escénica, como lo demuestra con este montaje, y con las precisas participaciones actorales de Wendy Bermejo (la que más tablas tiene y ahí lo demuestra), Jesús Delgado, Betsabé Clavell, Geraldin Ascanio, Catherine Tadger, Yuruby Soto, Rafael Calleja y Dailyn Valdivieso, además del apoyo de los “locutores” Luis Loreto y Luis Gerardo Galdona.
Hay que advertir que el grupo teatral Emergente de Caracas fue registrado formalmente como asociación civil sin fines de lucro en febrero de 2009, pero ya venía trabajando desde hacía dos años en montajes de corte minimalista y usando textos escritos por algunos de sus miembros, hasta que debutó con el montaje de la pieza Destello en noche cerrada de Jesús Delgado, dirigida por Orlando Chirinos, la cual hizo temporada en el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y participó en el marco del Festival Creajoven 2007. En este año 2009, emprendió la producción de La cotufa no baila más sorteando cientos de obstáculos y dificultades para encontrar espacio, patrocinantes, apoyo de instituciones públicas y/o privadas. Llenos de energía, de conocimientos y con mucho tiempo y trabajo invertido, como lo demuestra este montaje, inician definitivamente un recorrido, que esperamos sea largo y provechoso, en las tablas venezolanas. ¡Otra generación pide su derecho a ser vista y escuchada desde el escenario!
Y por eso recordamos, que, cuando expulsaron o retiraron al chileno Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, lo cual permitió el ingresó del argentino Carlos Giménez a esa institución, aquel maestro luchó tesoneramente hasta poner en marcha al Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y lograr ubicarlo en la salida Sureste del Metro de Bellas Artes, gracias al apoyo del Centro Simón Bolívar y el Conac, desde 1994.
Por eso existe ese espacio para la formación, capacitación y exhibición de las generaciones de teatreros; permanece abierto gracias al apoyo del Estado venezolano y por la paciencia y el amor de Carmen Jiménez, quien está siempre de guardia para atender a la muchachada que urge un horario para ensayar o mostrarse o intervenir en un taller sobre alguna disciplina creativa. Ahí se capacitan con práctica y teoría a los nuevos teatreros, como lo soñaba el maestro Peterson (22 de abril de 1922/25 de noviembre de 2002), quien aquí formó a miles de actores y actrices, montó más de 120 piezas y además desarrolló un especial método de capacitación, el cual se aplica en su Laboratorio, ese que ahora necesita crecer para continuar siendo más útil. ¿Quién le pone al cascabel al gato? ¿Quién ayuda al futuro en gestación?
Y actualmente en ese Laboratorio se presenta, para 30 espectadores por función, durante dos semanas más, el plausible y conmovedor espectáculo La cotufa no baila más del dramaturgo y actor José Antonio Barrios Valle, inspirado en una siniestra leyenda urbana caraqueña, según la cual una bailarina clásica, apodada “La cotufa”, que después terminó exhibiéndose en siniestros cabarets, desaparece y luego es descuartizada en un edificio del Conjunto Residencial Parque Central, donde alquilaba una habitación en el apartamento de unos caballeros de “conductas desordenadas”, a quienes las autoridades imputaron el crimen posteriormente.
Este melodrama, donde además el fantasma de “La cotufa” ronda por los pasillos de la multifamiliar edificación, es contado desde la perspectiva de la esfera íntima de familiares y conocidos de la bailarina, con quienes el público se identifica por la contemporaneidad del texto y la ambiciosa puesta escénica, la cual se desarrolla dentro de un ascensor, tal como lo propone el dramaturgo.
Partiendo de la cruda realidad, Barrios Valle retomó esa saga macabra, la poetizó y llevó a una pieza teatral, donde todos los habitantes del edificio son sospechosos, víctimas y victimarios, pero al mismo tiempo aborda tópicos como el amor, la desesperanza, los sueños inconclusos, la infidelidad, la solidaridad, el odio y los problemas sociales de la vida urbana, todos inteligentemente mezclados hasta crear una fantástica bola de nieve de intrigas.
Asombra el artístico trabajo global presente en La cotufa no baila más, gracias el esfuerzo del grupo Emergente de Caracas, bajo la sólida dirección general de Orlando Chirinos, quien con solo 21 años de vida ya da atisbos de creatividad escénica, como lo demuestra con este montaje, y con las precisas participaciones actorales de Wendy Bermejo (la que más tablas tiene y ahí lo demuestra), Jesús Delgado, Betsabé Clavell, Geraldin Ascanio, Catherine Tadger, Yuruby Soto, Rafael Calleja y Dailyn Valdivieso, además del apoyo de los “locutores” Luis Loreto y Luis Gerardo Galdona.
Hay que advertir que el grupo teatral Emergente de Caracas fue registrado formalmente como asociación civil sin fines de lucro en febrero de 2009, pero ya venía trabajando desde hacía dos años en montajes de corte minimalista y usando textos escritos por algunos de sus miembros, hasta que debutó con el montaje de la pieza Destello en noche cerrada de Jesús Delgado, dirigida por Orlando Chirinos, la cual hizo temporada en el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y participó en el marco del Festival Creajoven 2007. En este año 2009, emprendió la producción de La cotufa no baila más sorteando cientos de obstáculos y dificultades para encontrar espacio, patrocinantes, apoyo de instituciones públicas y/o privadas. Llenos de energía, de conocimientos y con mucho tiempo y trabajo invertido, como lo demuestra este montaje, inician definitivamente un recorrido, que esperamos sea largo y provechoso, en las tablas venezolanas. ¡Otra generación pide su derecho a ser vista y escuchada desde el escenario!
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