El limbo fue, hasta que el papa Benedicto XVI lo eliminó, un lugar donde iban las almas de los niños que morían sin recibir el bautismo. Era, a diferencia del paraíso v el infierno, un espacio creado por la Iglesia Apostólica Católica y Romana. Pero el vulgo o el pueblo, que tampoco creía en ese lugar para los fallecidos sin ser cristianizados, optaron, metafóricamente por enviar al limbo a todas aquellas cosas que no les gustaba o que pretendían hacer desaparecer por alguna razón que tenían o no le encontraban justificación para su existencia. Pero los cultos, como deben serlo los lingüistas y los académicos, redefinieron, el concepto de “estar en el limbo” para aludir a la actitud ausente y lejana que adopta el que “inocentemente” no se entera de lo que ocurre a su alrededor o que parece estar en otro mundo.
El término limbo, en latín significa borde o filo, o sea que estar en el limbo era vivir al borde de una desgracia sin caer en ella o en el filo de una tragedia pero sin perecer.
Hacemos esta introducción para anunciar que en este momento el grupo Rajatabla permanece en el limbo. Sí, después de 37 años de ocupar y utilizar, en el patio trasero de la sede del Ateneo de Caracas, un edificio de tres pisos y no menos de 744 metros cuadrados de construcción, no tiene titulo ninguno de propiedad, porque el terreno es del Estado venezolano y pertenece al patrimonio del Teatro Teresa Carreño, y la construcción de ese galpón de ladrillo rojo fue adelantada por el Ministerio de Obras Públicas.
¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué nadie dijo nada antes?
Cuenta la leyenda, que hace 32 años, cuando el Ateneo aún ocupaba, en comodato, la Quinta Ramia, la presidenta Maria Teresa Castillo de Otero Silva –“la señora Otero”, como siempre se le conoció y como ingresó a la historia- y Carlos Giménez bregaron para que les erigieran esa provisional construcción, pues, además, ya en los corrillos del Palacio de Miraflores, se anunciaba que el gobierno de Rafael Caldera proyectaba construir una monumental edificación, más moderna y adecuada para la pujante institución ateneísta, y por lo tanto era indispensable un espacio o sede provisional, el cual seria un galpón, en el patio trasero. Lo cual se hizo de inmediato. Fue así que Rajatabla y el Ateneo estuvieron bajo el mismo techo y en compleja coexistencia.
Hacia 1983, el Jefe de Estado, Luis Herrera Campins, inauguró la nueva sede ateneísta, cuyo primero y único comodato se otorgó seis años después y por un lapso de dos décadas. Lo que paso ya es parte de la historia de este país.
Pero durante el largo jolgorio por la nueva sede ateneísta a todos se les olvidó el galpón aquel, pero ellos continuaban allí, y han continuado trabajando en positivo para el teatro por la práctica a rajatabla -cueste lo que cueste, a toda costa, a todo trance, sin remisión-, pero en manos de Francisco Alfaro, porque Carlos Giménez falleció en 1993 y María Teresa inició su largo ocaso
Con la salida del Ateneo de Caracas, se queda Rajatabla sin el pararrayos del frente o sin el vecino todopoderoso y, lo más grave, sin un documento de alquiler o de comodato, los cuales deben ser expedidos o negados por el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, sí considera que el solicitante es digno o indigno de recibir ese apoyo.
Pero ese no es el único motivo que tiene Rajatabla para estar penando en el limbo, tiene otro conflicto, muy urgente, que puede ser superado en cuestión de horas, para que el próximo 20 de mayo puedan estrenar, en la sala Anna Julia Rojas, su espectáculo ¿Cuando quiero llorar no lloro?, basado en la novela homónima de Miguel Otero Silva, en ocasión del centenario de su nacimiento. Como el Ateneo de Caracas ya no tiene el control legal del edificio donde estuvo durante los últimos 26 años, le corresponde a la Universidad Nacional Experimental de la Artes autorizar o rechazar la exhibición de ese montaje.
Es posible que Uneartes autorice la representación de ese montaje creado sobre el texto de un autor revolucionario como lo fue MOS, pero el mismo tendría que ser de entrada libre o como lo dispongan las autoridades universitarias.
Conseguir el comodato para estar un tiempo más en ese legendario galpón rojo y recibir la autorización que les permita exhibir su artístico homenaje al autor de La piedra que era Cristo, son los mayores anhelos de la institución que creó Carlos Giménez y lo único que lo sobrevive.
¿Necesitamos otro Benedicto XVI para que saque a Rajatabla del limbo en que ha caído?
El término limbo, en latín significa borde o filo, o sea que estar en el limbo era vivir al borde de una desgracia sin caer en ella o en el filo de una tragedia pero sin perecer.
Hacemos esta introducción para anunciar que en este momento el grupo Rajatabla permanece en el limbo. Sí, después de 37 años de ocupar y utilizar, en el patio trasero de la sede del Ateneo de Caracas, un edificio de tres pisos y no menos de 744 metros cuadrados de construcción, no tiene titulo ninguno de propiedad, porque el terreno es del Estado venezolano y pertenece al patrimonio del Teatro Teresa Carreño, y la construcción de ese galpón de ladrillo rojo fue adelantada por el Ministerio de Obras Públicas.
¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué nadie dijo nada antes?
Cuenta la leyenda, que hace 32 años, cuando el Ateneo aún ocupaba, en comodato, la Quinta Ramia, la presidenta Maria Teresa Castillo de Otero Silva –“la señora Otero”, como siempre se le conoció y como ingresó a la historia- y Carlos Giménez bregaron para que les erigieran esa provisional construcción, pues, además, ya en los corrillos del Palacio de Miraflores, se anunciaba que el gobierno de Rafael Caldera proyectaba construir una monumental edificación, más moderna y adecuada para la pujante institución ateneísta, y por lo tanto era indispensable un espacio o sede provisional, el cual seria un galpón, en el patio trasero. Lo cual se hizo de inmediato. Fue así que Rajatabla y el Ateneo estuvieron bajo el mismo techo y en compleja coexistencia.
Hacia 1983, el Jefe de Estado, Luis Herrera Campins, inauguró la nueva sede ateneísta, cuyo primero y único comodato se otorgó seis años después y por un lapso de dos décadas. Lo que paso ya es parte de la historia de este país.
Pero durante el largo jolgorio por la nueva sede ateneísta a todos se les olvidó el galpón aquel, pero ellos continuaban allí, y han continuado trabajando en positivo para el teatro por la práctica a rajatabla -cueste lo que cueste, a toda costa, a todo trance, sin remisión-, pero en manos de Francisco Alfaro, porque Carlos Giménez falleció en 1993 y María Teresa inició su largo ocaso
Con la salida del Ateneo de Caracas, se queda Rajatabla sin el pararrayos del frente o sin el vecino todopoderoso y, lo más grave, sin un documento de alquiler o de comodato, los cuales deben ser expedidos o negados por el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, sí considera que el solicitante es digno o indigno de recibir ese apoyo.
Pero ese no es el único motivo que tiene Rajatabla para estar penando en el limbo, tiene otro conflicto, muy urgente, que puede ser superado en cuestión de horas, para que el próximo 20 de mayo puedan estrenar, en la sala Anna Julia Rojas, su espectáculo ¿Cuando quiero llorar no lloro?, basado en la novela homónima de Miguel Otero Silva, en ocasión del centenario de su nacimiento. Como el Ateneo de Caracas ya no tiene el control legal del edificio donde estuvo durante los últimos 26 años, le corresponde a la Universidad Nacional Experimental de la Artes autorizar o rechazar la exhibición de ese montaje.
Es posible que Uneartes autorice la representación de ese montaje creado sobre el texto de un autor revolucionario como lo fue MOS, pero el mismo tendría que ser de entrada libre o como lo dispongan las autoridades universitarias.
Conseguir el comodato para estar un tiempo más en ese legendario galpón rojo y recibir la autorización que les permita exhibir su artístico homenaje al autor de La piedra que era Cristo, son los mayores anhelos de la institución que creó Carlos Giménez y lo único que lo sobrevive.
¿Necesitamos otro Benedicto XVI para que saque a Rajatabla del limbo en que ha caído?
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