Se viven tiempos de revoluciones o de cambios, o como lo quiera rotular la audiencia venezolana, que es la que importa verdaderamente. Y lo recordamos porque la Compañía Nacional de Teatro (CNT) –la creó el presidente Jaime Lusinchi y la comandó Isaac Chocrón durante varios años- para estar a tono con el flujo y reflujo social, puesto en marcha hace ya una década, hizo una mini temporada en la Sala Anna Julia Rojas, de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Uneartes), con una versión compacta de El eco de los ciruelos, excelente espectáculo que fue exhibido durante el primer semestre del 2008, en el Museo de Bellas Artes.
Se trata de una síntesis de esa magistral puesta en escena, realizada por Miguel Issa (Caracas, 1963), donde utilizó fragmentos de textos del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht. Este director supo plasmar, de forma magistral, la esencia del intelectual germano, y logró así un espectáculo multidisciplinario que, en esa oportunidad, contó con 36 artistas, entre músicos, actores, bailarines y diseñadores, para impactar al medio cultural y teatral, pues estaba especialmente dirigido hacia los tirios y los troyanos que pululan en esta Caracas.
Para el montaje del 2009, cuya duración no supera los 80 minutos, se tomaron algunos textos de Brecht y la música de Kurt Weill, para recrear un lúdico cabaret alemán, preñado de denuncias sobre las sociedades burguesas que siempre se han debatido entre el bien y el mal, entre el dolor y la alegría, entre el odio y el amor.
El eco de los ciruelos continúa siendo una invitación al goce y la reflexión, todo un exquisito acto teatral que reitera cómo el hombre es el mismo ser a pesar de los siglos, como lo reitera un texto que dice: “Dichosos aquellos que creen que el hombre cambiará, pero el hombre nunca cambiará en nada”.
Son 80 minutos de trepidante ceremonia que oscila entre la danza y el teatro esperpéntico, con elementos del cabaret de la Alemania nazi y patéticas actuaciones con poemas y textos que estrujan el alma del espectador más duro. Donde el dramaturgo visionario critica al hombre en todas sus facetas, desde lo más puro, hasta lo más miserable.
Esta versión contó con los intérpretes Carla Barquero, Simona Chirinos, Yarua Camagni, Khalil Gómez, Francisco González, Jesús Javier Hernández, Christrian Jiménez, Brian Landaeta, Roy Lorenzo, María Jesús Mendible, Xiomara Mistage, Carolina Petit, Katerine Pimentel, Ildemar Saavedra, Eliana Santander. Además de los músicos Juan Manuel Sánchez, Jesús Milano, Néstor Viloria, Rodrigo Pimentel, César Anuel y Hayram Domínguez.
Y aquí hay que resaltar, la tarea adelantada por Miguel Issa -artista de bajo perfil, pero autor de importantes creaciones escénicas- quien gracias a su consecuente labor, como coreógrafo y realizador de no menos de 30 espectáculos de danza-teatro, se ha convertido en un esteta a quien todos quieren contratar para saborear el éxito de sus producciones.
Los brechtólogos se dieron un “banquete” y los que no conocían a este artista tendrán que leerse sus piezas, atraídos por su total vigencia. Una vez más, Brecht, muerto a los 58 años en 1956, ha inspirado a los actores, bailarines y músicos criollos por su honestidad y compromiso, por su dialéctica, por su pasión y sencillez.
Se trata de una síntesis de esa magistral puesta en escena, realizada por Miguel Issa (Caracas, 1963), donde utilizó fragmentos de textos del dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht. Este director supo plasmar, de forma magistral, la esencia del intelectual germano, y logró así un espectáculo multidisciplinario que, en esa oportunidad, contó con 36 artistas, entre músicos, actores, bailarines y diseñadores, para impactar al medio cultural y teatral, pues estaba especialmente dirigido hacia los tirios y los troyanos que pululan en esta Caracas.
Para el montaje del 2009, cuya duración no supera los 80 minutos, se tomaron algunos textos de Brecht y la música de Kurt Weill, para recrear un lúdico cabaret alemán, preñado de denuncias sobre las sociedades burguesas que siempre se han debatido entre el bien y el mal, entre el dolor y la alegría, entre el odio y el amor.
El eco de los ciruelos continúa siendo una invitación al goce y la reflexión, todo un exquisito acto teatral que reitera cómo el hombre es el mismo ser a pesar de los siglos, como lo reitera un texto que dice: “Dichosos aquellos que creen que el hombre cambiará, pero el hombre nunca cambiará en nada”.
Son 80 minutos de trepidante ceremonia que oscila entre la danza y el teatro esperpéntico, con elementos del cabaret de la Alemania nazi y patéticas actuaciones con poemas y textos que estrujan el alma del espectador más duro. Donde el dramaturgo visionario critica al hombre en todas sus facetas, desde lo más puro, hasta lo más miserable.
Esta versión contó con los intérpretes Carla Barquero, Simona Chirinos, Yarua Camagni, Khalil Gómez, Francisco González, Jesús Javier Hernández, Christrian Jiménez, Brian Landaeta, Roy Lorenzo, María Jesús Mendible, Xiomara Mistage, Carolina Petit, Katerine Pimentel, Ildemar Saavedra, Eliana Santander. Además de los músicos Juan Manuel Sánchez, Jesús Milano, Néstor Viloria, Rodrigo Pimentel, César Anuel y Hayram Domínguez.
Y aquí hay que resaltar, la tarea adelantada por Miguel Issa -artista de bajo perfil, pero autor de importantes creaciones escénicas- quien gracias a su consecuente labor, como coreógrafo y realizador de no menos de 30 espectáculos de danza-teatro, se ha convertido en un esteta a quien todos quieren contratar para saborear el éxito de sus producciones.
Los brechtólogos se dieron un “banquete” y los que no conocían a este artista tendrán que leerse sus piezas, atraídos por su total vigencia. Una vez más, Brecht, muerto a los 58 años en 1956, ha inspirado a los actores, bailarines y músicos criollos por su honestidad y compromiso, por su dialéctica, por su pasión y sencillez.
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