Este viernes 19 de Marzo, a las 8pm, el Teatro San Martín de Caracas estrena la producción Señorita y Madame, obra del venezolano Gustavo Ott, con la cual ganó recientemente el 4ème Concours d'Écriture Théâtrale Contemporaine-ETCaraïbe 2009. Bajo la dirección de Luis Domingo González, esta inauguración es un adelanto a otros espectáculos que, de la misma pieza, están contemplados tanto en Francia como en Estados Unidos y Chile.
González explica que en este texto, como en ninguno otro, está la presencia del Teatro San Martín. “Parece escrito para esa sala. No sólo en el espacio físico, sino en su propuesta estética. El autor mantiene las constantes que sobre el tema de la belleza iniciamos en Miss (2002) y 120 vidas x minuto (2006) y que nos ha sumergido en una especie de neoexpresionismo brechtiano. Sombras, geometrías, carteles, nada decorativo, temas llenos de simbología, en especial lo relacionado con el poder; monstruos, catástrofes, desnudos, poesía. El actor habla desde su personaje y al público con distanciamiento brechtiano, pero lo interpreta subrayando estados de ánimo. Es decir, hay aquí una cuarta pared, pero con grandes ventanas. Y la obra lo enuncia en su texto. Por eso creo que se trata de una pieza que, además de contar una historia interesantísima, marca un destino estético".
González explica que en este texto, como en ninguno otro, está la presencia del Teatro San Martín. “Parece escrito para esa sala. No sólo en el espacio físico, sino en su propuesta estética. El autor mantiene las constantes que sobre el tema de la belleza iniciamos en Miss (2002) y 120 vidas x minuto (2006) y que nos ha sumergido en una especie de neoexpresionismo brechtiano. Sombras, geometrías, carteles, nada decorativo, temas llenos de simbología, en especial lo relacionado con el poder; monstruos, catástrofes, desnudos, poesía. El actor habla desde su personaje y al público con distanciamiento brechtiano, pero lo interpreta subrayando estados de ánimo. Es decir, hay aquí una cuarta pared, pero con grandes ventanas. Y la obra lo enuncia en su texto. Por eso creo que se trata de una pieza que, además de contar una historia interesantísima, marca un destino estético".
"Para su autor, esta pieza es una épica sobre el exquisito vínculo entre el odio y la admiración. La obra habla del valor de la sensibilidad en época de barbarie, de la inocencia como perversión, de la sustitución de la dignidad por el prestigio y de la increíble inventiva desatada en el siglo XX a través de la rivalidad entre dos íconos de la belleza y el Marketing: Helena Rubinstein y Elizabeth Arden. La legendaria competencia entre esta dos rivales de la industria de los cosméticos es vista aquí como la disputa entre dos artistas que nos permiten entender de forma especial el cenit de la Industrialización, el advenimiento del fascismo, las debacles financieras, las guerras mundiales y la invasión de la publicidad moderna en nuestras vidas".
Un elenco de actrices liderizado por Verónica Arellano, en el papel de Helena Rubinstein; Valeria Castillo como Elizabeth Arden, Irabé Seguías con un abanico de cinco personajes, desde Goering hasta Revlon. Y con ellas, Mariana Alviárez, Jennifer Morales e Ysandra González. La escenografía es de Domingo Cova, iluminación de Gerónimo Reyes, vestuario de Hermes González, diseños de Manuel González, musicalización y videos de Alfonso Ramírez.
Por su parte, el productor general del TSMC, David Villegas, cree que esta es la puesta más ambiciosa del San Martín. “Además, antes de estrenarla, ya tiene un calendario agitadísimo, entre giras internacionales y temporadas, por casi dos años. Así, la presión es grande y hemos hecho todo lo posible para que nos quede un espectáculo sobresaliente. Y todo hecho en San Martín: con pura gente de teatro nacional, desde el texto, hasta el resultado final”.
Señorita y Madame será presentada, en su versión francesa, en el Festival de Limoges mientras que esta producción de Caracas viajará a los Temporales Internacionales de Chile en Julio próximo. El estreno en Miami, en inglés, será en Septiembre bajo la dirección del mismo autor.
Entrevista
Gustavo Ott (Caracas, 1962), quien abandonó el periodismo en los años 90 y se lanzó a la dramaturgia de lleno, además de la producción y la dirección, reconoce que ahora es más fácil que antes hacer teatro. “Hay menos reglas, menos ataduras, ya no nos ponemos las camisas de fuerza de la academia, las escuelas o los estilos. El canon ya no existe y, con Internet, ya no tenemos otra misión que no sea la obra de arte. Prefiero que el mundo se muera en el combate porque creo que hemos regresado a la idea Lacaniana sobre la realidad: si lo real existe, parte del horror. La angustia, que era individual (el personaje) y entretenida (contar la historia) ya no es suficiente. Surgen y siguen apareciendo en todo el planeta dudas monumentales, catastróficas, dudas que ponen en peligro la vida misma. Nuestro delirio es una provocación. En vez de cuestionarnos ¿para qué vivir? de pronto surge un dilema más colosal: ¿Por qué estamos muriendo? Nunca tantos hombres cuestionaron el estatus quo como lo hacen ahora, en todo el planeta. ¿Es esta una duda o más bien una furia, como la de quien está a punto de sacar un arma, de incendiar una casa, de mandarlo todo al infierno? ¿Está en el tema de la Utopía en el centro real de la intensidad de nuestro disgusto?”
- ¿Cuál es el tema de Señorita y Madame?
- Mi obra retrata el siglo XX con cremas antiarrugas, pintura de uñas, tiñes y lociones limpiadoras. Pero al tiempo presenta la belleza como un preámbulo a la lucha por la liberación de la mujer para luego entender que esa belleza no puede ser superficial ni indiferente. Odiamos, competimos y admiramos, pero siempre comprometidos.
-Mi obra es sobre el tema del odio y la admiración. Pero la pieza está montada sobre una base muy gruesa de claves y símbolos. Hay mucha poesía, varias técnicas, como si de pronto me hubiera convertido en todos los autores que admiro. Tiene mucha relación con otra pieza épica, Momia en el closet, musical que estrenaremos aquí pronto pero que ya se hizo en Washington y, en relación al tema de la belleza, tiene vínculos claros con Miss y 120 vidas por minuto. He regresado a las obras de gran formato y a veces no sé si ese soy yo o es otro que voy a ser.
-¿Y el premio?
-Un escritor no debe olvidar jamás que él no es autor de una pieza, sino de una obra completa. He perdido muchos concursos, creo que la relación es algo así como 20 a 1, veinte derrotas por una victoria, como la vida. Y he aprendido a hacerme la misma pregunta cuando gano que cuando pierdo: ¿Qué creo yo? Con la edad y el estudio, el mundo del escritor termina por ensimismarse. Y frente a su obra, sólo le interesa lo que le gusta a él. Siempre he hablado muy mal de los escritores con su torre de cristal. Pero la verdad es que una vez que has probado vivir en esa torre, su encanto no te abandona. Quizás porque lo de la torre de cristal no es un sitio físico sino una pasión intelectual.
-¿Cuáles son sus expectativas con la residencia que hará en París?
-Hay premios importantes, pero ninguno tiene un efecto tan crucial en la vida de un escritor como estos concursos con residencia. Pasar tres meses en Paris, en la Cité Internationalle des Arts, con el único requisito de escribir, es un lujo inusitado, un privilegio de los más deseados. Ya me habían dado uno de estos en el 2006, también en Paris, el concurso del Recollets. Pasé esos meses escribiendo y terminé tres piezas y una novela, (que está por salir editada). Paris, además de la ciudad y en especial sus museos y su teatro, tuvieron una influencia determinante. Poder pasar 24 horas dedicado a trabajar en lo que quieres es el cielo inmerecido para estos pecadores de la literatura. Si a eso le añades que te traducen al francés, te producen la pieza y además te pagan, bueno, despiértenme cuando llegue el dragón al castillo de la princesa, porque esto, por estos días, es casi fantasía. Y sin embargo, sucede, quizás porque queda gente como los franceses que respetan tanto la obra del artista. Y es que para un creador, lo único que tiene valor es el tiempo y estos concursos/residencia están hechos para que el pecador, que ha dejado de leer y escribir, recobre el tiempo perdido, rodeado de cultura. Si hay una torre de cristal, esa es Paris. Y Nueva York.
-¿Qué aportan las artes escénicas a la educación?
-El teatro aporta una crítica demoledora al sistema educativo. La educación, tal y como la conocemos, es tan obsoleta como las instituciones e individuos que la sostienen. Debemos intentar acompañar al público, ya más pueblo, en su búsqueda de sentido. Porque nunca antes, como en este inicio del siglo XXI, coincidieron todos los momentos y lugares del imaginario paranoico colectivo global. El teatro no solventa problemas, es el problema. Lo agudiza, lo muestra, acorrala a la gente con el problema. Y esa es su virtud. Pone el dedo en las llagas del problema y también abre e infecta las cicatrices de la solución. Por eso impacta. La educación tiene tiempo que no entusiasma y no le dice otra cosa al joven que no sea prepararse para ganar dinero, tener poder y ser un digno miserable.
-¿Qué tal la crisis?
-Las crisis perversas visibles están en las instituciones, en las políticas públicas y en definitiva, en los productores. Pero la crisis positiva es la del espectador que ya no pide entretenimiento, que ya no le interesa evadirse. Ese espectador que donde antes pidió Efecto, hoy demanda Sentido. Y busca un creador, también en crisis pero en ofensiva, que entienda que la belleza es, fundamentalmente, ética de combate, resistencia hasta la muerte y denuncia desesperada. Sin embargo, hay otra crisis íntima que nos paraliza y que creo está en la reflexión general del teatro, que en muchos casos se aproxima más al pensamiento dominante del siglo pasado que a los problemas de la utopía, la revuelta y la intensidad del disgusto del nuevo tiempo. A veces, nuestro teatro de temporadas y hasta de Festivales parece estar, frente al cine, las artes plásticas y hasta mucha televisión actual, en la Derecha política más reaccionaria. Nuestros temas sexuales, individuales y divertidos siguen hablándole a un espectador noventesco del siglo XX, a un público light que tampoco le importa tanto ir al teatro, la verdad. En ese sentido, la crisis más grave está en esos creadores que se desviven por complacer, de manera humillante, al espectador cotidiano-inmaduro que insiste, de manera perezosa, en mantenerse con las percepciones convenientes y elementales del siglo pasado.
-¿Cómo convive el periodista y el autor?
-El teatro es hoy más arte que entretenimiento y más un medio de comunicación social alternativo que diversión. Cuando escribo hago periodismo con el teatro, utilizo las técnicas de la entrevista, el reportaje, hago denuncia. En nuestro estreno del próximo viernes, hay mucho de eso. Y es que creo que el pensamiento más relevante sobre el teatro de hoy se encuentra en la crítica literaria, la poesía y la teoría de la comunicación.
-¿Hacen falta autores en la gestión, hacen falta gerentes, o escribir teatro se lleva bien con la gestión de un espacio teatral?
-Me gusta la gestión. Tengo principios básicos de administración, aprendidos de mi madre, que con no gastar más de lo que ganaba, hacía de todo. Aprendí a no endeudarme y hasta a escribir mejor, gracias a la gestión del teatro. Cuando haces gerencia –y estás al frente de instituciones culturales- el sentido de responsabilidad se agudiza, influye en tu obra, y la hace más relevante. En especial, arrima al escritor a la gente. Y es que hoy, sin responsabilidad, no vale la pena escribir.
-¿Qué hay que hacer para conectar con la gente joven?
-Hay que impactarlos sin educarlos. Seducirlos, sin sermones moralistas que, por lo demás, la sociedad igual tira al retrete. El año pasado hicimos en San Martín una pieza sobre Internet, Chat, que partía de las ideas que tienen los jóvenes sobre el tema del protagonismo. Así, recuperamos al público joven para nuestro teatro con las formas y temas que él maneja a diario: la poesía, la rebelión, la utopía, la revuelta y la intensidad del disgusto. Hablamos al joven que busca en Internet un sentido social y suicida a la comunicación; la posibilidad de ser otro, acaso peor, porque le divierte y entretiene. Convergen allí el inconsciente y el perverso colectivo. Si la idea es tener el mundo en sus manos, también el joven sabe que está en las manos del mundo. Y es que, finalmente, el joven busca una sola cosa: belleza. Una belleza que ya no es pura. Que esconde un “por qué”. Y más rotundamente: un “para qué”. La belleza nueva, la belleza hoy, es comprometida. El joven busca vivir una experiencia que le de sentido a sus vidas.
-¿Qué espera del futuro?
-El fin de los gobiernos y, sus excusas, las naciones. La derrota del Capital a manos de la Utopía. Que los índices económicos reflejen la humillación y el grito de las víctimas. Que los extraterrestres acaben con el guiso que las religiones tienen con Dios. El reconocimiento de que las instituciones educativas son realmente casinos que viven de la esperanza asesinada de la gente. La debacle del pensamiento elemental y, en especial, que la sociedad deje de premiar a los perversos. Y que en las noches, antes de acostarnos, recemos una sola oración: ¿Cuándo me toca a mí? ¿Cómo es que el primer turno ha sido siempre para los culpables?
-¿Tiene algún sueño sin cumplir?
Escribir para la televisión una serie como The Riches, Lost, Mad Men o Los Sopranos.
Un elenco de actrices liderizado por Verónica Arellano, en el papel de Helena Rubinstein; Valeria Castillo como Elizabeth Arden, Irabé Seguías con un abanico de cinco personajes, desde Goering hasta Revlon. Y con ellas, Mariana Alviárez, Jennifer Morales e Ysandra González. La escenografía es de Domingo Cova, iluminación de Gerónimo Reyes, vestuario de Hermes González, diseños de Manuel González, musicalización y videos de Alfonso Ramírez.
Por su parte, el productor general del TSMC, David Villegas, cree que esta es la puesta más ambiciosa del San Martín. “Además, antes de estrenarla, ya tiene un calendario agitadísimo, entre giras internacionales y temporadas, por casi dos años. Así, la presión es grande y hemos hecho todo lo posible para que nos quede un espectáculo sobresaliente. Y todo hecho en San Martín: con pura gente de teatro nacional, desde el texto, hasta el resultado final”.
Señorita y Madame será presentada, en su versión francesa, en el Festival de Limoges mientras que esta producción de Caracas viajará a los Temporales Internacionales de Chile en Julio próximo. El estreno en Miami, en inglés, será en Septiembre bajo la dirección del mismo autor.
Entrevista
Gustavo Ott (Caracas, 1962), quien abandonó el periodismo en los años 90 y se lanzó a la dramaturgia de lleno, además de la producción y la dirección, reconoce que ahora es más fácil que antes hacer teatro. “Hay menos reglas, menos ataduras, ya no nos ponemos las camisas de fuerza de la academia, las escuelas o los estilos. El canon ya no existe y, con Internet, ya no tenemos otra misión que no sea la obra de arte. Prefiero que el mundo se muera en el combate porque creo que hemos regresado a la idea Lacaniana sobre la realidad: si lo real existe, parte del horror. La angustia, que era individual (el personaje) y entretenida (contar la historia) ya no es suficiente. Surgen y siguen apareciendo en todo el planeta dudas monumentales, catastróficas, dudas que ponen en peligro la vida misma. Nuestro delirio es una provocación. En vez de cuestionarnos ¿para qué vivir? de pronto surge un dilema más colosal: ¿Por qué estamos muriendo? Nunca tantos hombres cuestionaron el estatus quo como lo hacen ahora, en todo el planeta. ¿Es esta una duda o más bien una furia, como la de quien está a punto de sacar un arma, de incendiar una casa, de mandarlo todo al infierno? ¿Está en el tema de la Utopía en el centro real de la intensidad de nuestro disgusto?”
- ¿Cuál es el tema de Señorita y Madame?
- Mi obra retrata el siglo XX con cremas antiarrugas, pintura de uñas, tiñes y lociones limpiadoras. Pero al tiempo presenta la belleza como un preámbulo a la lucha por la liberación de la mujer para luego entender que esa belleza no puede ser superficial ni indiferente. Odiamos, competimos y admiramos, pero siempre comprometidos.
-Mi obra es sobre el tema del odio y la admiración. Pero la pieza está montada sobre una base muy gruesa de claves y símbolos. Hay mucha poesía, varias técnicas, como si de pronto me hubiera convertido en todos los autores que admiro. Tiene mucha relación con otra pieza épica, Momia en el closet, musical que estrenaremos aquí pronto pero que ya se hizo en Washington y, en relación al tema de la belleza, tiene vínculos claros con Miss y 120 vidas por minuto. He regresado a las obras de gran formato y a veces no sé si ese soy yo o es otro que voy a ser.
-¿Y el premio?
-Un escritor no debe olvidar jamás que él no es autor de una pieza, sino de una obra completa. He perdido muchos concursos, creo que la relación es algo así como 20 a 1, veinte derrotas por una victoria, como la vida. Y he aprendido a hacerme la misma pregunta cuando gano que cuando pierdo: ¿Qué creo yo? Con la edad y el estudio, el mundo del escritor termina por ensimismarse. Y frente a su obra, sólo le interesa lo que le gusta a él. Siempre he hablado muy mal de los escritores con su torre de cristal. Pero la verdad es que una vez que has probado vivir en esa torre, su encanto no te abandona. Quizás porque lo de la torre de cristal no es un sitio físico sino una pasión intelectual.
-¿Cuáles son sus expectativas con la residencia que hará en París?
-Hay premios importantes, pero ninguno tiene un efecto tan crucial en la vida de un escritor como estos concursos con residencia. Pasar tres meses en Paris, en la Cité Internationalle des Arts, con el único requisito de escribir, es un lujo inusitado, un privilegio de los más deseados. Ya me habían dado uno de estos en el 2006, también en Paris, el concurso del Recollets. Pasé esos meses escribiendo y terminé tres piezas y una novela, (que está por salir editada). Paris, además de la ciudad y en especial sus museos y su teatro, tuvieron una influencia determinante. Poder pasar 24 horas dedicado a trabajar en lo que quieres es el cielo inmerecido para estos pecadores de la literatura. Si a eso le añades que te traducen al francés, te producen la pieza y además te pagan, bueno, despiértenme cuando llegue el dragón al castillo de la princesa, porque esto, por estos días, es casi fantasía. Y sin embargo, sucede, quizás porque queda gente como los franceses que respetan tanto la obra del artista. Y es que para un creador, lo único que tiene valor es el tiempo y estos concursos/residencia están hechos para que el pecador, que ha dejado de leer y escribir, recobre el tiempo perdido, rodeado de cultura. Si hay una torre de cristal, esa es Paris. Y Nueva York.
-¿Qué aportan las artes escénicas a la educación?
-El teatro aporta una crítica demoledora al sistema educativo. La educación, tal y como la conocemos, es tan obsoleta como las instituciones e individuos que la sostienen. Debemos intentar acompañar al público, ya más pueblo, en su búsqueda de sentido. Porque nunca antes, como en este inicio del siglo XXI, coincidieron todos los momentos y lugares del imaginario paranoico colectivo global. El teatro no solventa problemas, es el problema. Lo agudiza, lo muestra, acorrala a la gente con el problema. Y esa es su virtud. Pone el dedo en las llagas del problema y también abre e infecta las cicatrices de la solución. Por eso impacta. La educación tiene tiempo que no entusiasma y no le dice otra cosa al joven que no sea prepararse para ganar dinero, tener poder y ser un digno miserable.
-¿Qué tal la crisis?
-Las crisis perversas visibles están en las instituciones, en las políticas públicas y en definitiva, en los productores. Pero la crisis positiva es la del espectador que ya no pide entretenimiento, que ya no le interesa evadirse. Ese espectador que donde antes pidió Efecto, hoy demanda Sentido. Y busca un creador, también en crisis pero en ofensiva, que entienda que la belleza es, fundamentalmente, ética de combate, resistencia hasta la muerte y denuncia desesperada. Sin embargo, hay otra crisis íntima que nos paraliza y que creo está en la reflexión general del teatro, que en muchos casos se aproxima más al pensamiento dominante del siglo pasado que a los problemas de la utopía, la revuelta y la intensidad del disgusto del nuevo tiempo. A veces, nuestro teatro de temporadas y hasta de Festivales parece estar, frente al cine, las artes plásticas y hasta mucha televisión actual, en la Derecha política más reaccionaria. Nuestros temas sexuales, individuales y divertidos siguen hablándole a un espectador noventesco del siglo XX, a un público light que tampoco le importa tanto ir al teatro, la verdad. En ese sentido, la crisis más grave está en esos creadores que se desviven por complacer, de manera humillante, al espectador cotidiano-inmaduro que insiste, de manera perezosa, en mantenerse con las percepciones convenientes y elementales del siglo pasado.
-¿Cómo convive el periodista y el autor?
-El teatro es hoy más arte que entretenimiento y más un medio de comunicación social alternativo que diversión. Cuando escribo hago periodismo con el teatro, utilizo las técnicas de la entrevista, el reportaje, hago denuncia. En nuestro estreno del próximo viernes, hay mucho de eso. Y es que creo que el pensamiento más relevante sobre el teatro de hoy se encuentra en la crítica literaria, la poesía y la teoría de la comunicación.
-¿Hacen falta autores en la gestión, hacen falta gerentes, o escribir teatro se lleva bien con la gestión de un espacio teatral?
-Me gusta la gestión. Tengo principios básicos de administración, aprendidos de mi madre, que con no gastar más de lo que ganaba, hacía de todo. Aprendí a no endeudarme y hasta a escribir mejor, gracias a la gestión del teatro. Cuando haces gerencia –y estás al frente de instituciones culturales- el sentido de responsabilidad se agudiza, influye en tu obra, y la hace más relevante. En especial, arrima al escritor a la gente. Y es que hoy, sin responsabilidad, no vale la pena escribir.
-¿Qué hay que hacer para conectar con la gente joven?
-Hay que impactarlos sin educarlos. Seducirlos, sin sermones moralistas que, por lo demás, la sociedad igual tira al retrete. El año pasado hicimos en San Martín una pieza sobre Internet, Chat, que partía de las ideas que tienen los jóvenes sobre el tema del protagonismo. Así, recuperamos al público joven para nuestro teatro con las formas y temas que él maneja a diario: la poesía, la rebelión, la utopía, la revuelta y la intensidad del disgusto. Hablamos al joven que busca en Internet un sentido social y suicida a la comunicación; la posibilidad de ser otro, acaso peor, porque le divierte y entretiene. Convergen allí el inconsciente y el perverso colectivo. Si la idea es tener el mundo en sus manos, también el joven sabe que está en las manos del mundo. Y es que, finalmente, el joven busca una sola cosa: belleza. Una belleza que ya no es pura. Que esconde un “por qué”. Y más rotundamente: un “para qué”. La belleza nueva, la belleza hoy, es comprometida. El joven busca vivir una experiencia que le de sentido a sus vidas.
-¿Qué espera del futuro?
-El fin de los gobiernos y, sus excusas, las naciones. La derrota del Capital a manos de la Utopía. Que los índices económicos reflejen la humillación y el grito de las víctimas. Que los extraterrestres acaben con el guiso que las religiones tienen con Dios. El reconocimiento de que las instituciones educativas son realmente casinos que viven de la esperanza asesinada de la gente. La debacle del pensamiento elemental y, en especial, que la sociedad deje de premiar a los perversos. Y que en las noches, antes de acostarnos, recemos una sola oración: ¿Cuándo me toca a mí? ¿Cómo es que el primer turno ha sido siempre para los culpables?
-¿Tiene algún sueño sin cumplir?
Escribir para la televisión una serie como The Riches, Lost, Mad Men o Los Sopranos.
-¿Perdió algo por el camino?
-Una idea que dejé en una carpeta en un aeropuerto. Si la ves, avísame. Pero ten cuidado, porque anda armada y es peligrosa.
-Una idea que dejé en una carpeta en un aeropuerto. Si la ves, avísame. Pero ten cuidado, porque anda armada y es peligrosa.
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