Antes de cumplir 60 años, el valenciano arquitecto Carlos Enrique Mata Iturriza construyó, con paciencia, sacrificios y complejos trabajos, una rutilante carrera profesional como cantante, compositor y actor. Y ahora, cuando no ha festejado los 59, para reverdecer sus laureles y demostrar que aún tiene condiciones y sigue siendo todo un primer actor, ha dado una creativa pelea actoral desde el penthouse de Corpbanca con el monólogo El cavernícola de Rob Becker, dirigido por Basilio Álvarez, con una sencilla producción del Grupo Teatral Skena y Theater Mogul.
Los japoneses
Precisamente, a este tesonero primer actor Carlos Mata, como se lo conoce popularmente, lo vimos durante la temporada 2008, en otra sala de Corpbanca, protagonizando la aleccionadora comedia Los japoneses no esperan del argentino Ricardo Talesnik, al lado de Mimi Lazo y María Antonieta Duque. Ahí, bajo la responsable égida de Luis Fernández, encarnaba a un caballero muy enamoradizo que acepta tener bajo el mismo techo a la esposa y a la amante, a un costo alto y complicado, ante la imposibilidad de desprenderse de ninguna de las dos féminas. ¡El fin justifica los medios, sea como sea!
Mata se lució, en ese entonces, con un gran estilo interpretativo, porque el superprotagonista era su personaje, quien reconoce su sometimiento al amor, su esclavitud por la compañía que le brindan sus dos damas y su incapacidad para vivir en soledad. Encarnaba a un hombre-niño incapaz de sobrevivir solo. Ese “Miguel”, el personaje, no era otra cosa que el desnudo antihéroe machista, personaje del teatro y de la vida real que las mismas mujeres (con las madres a la cabeza) forman y usan como les conviene. Un macho vernáculo que acepta un trío o un miniharen para no quedarse con ese fastidioso fantasma depredador que es la soledad.
Origen del varón domado
Tres años después, nos encontramos al primer actor Mata en “su propia salsa”, la que le conocimos en la pieza del 2008: un varón domado que pretende sustentar “científicamente” las razones de las conductas dominantes de un macho en un hogar con una sola mujer. Es, de nuevo, el protagonista único, del monologo El cavernícola, también conocido como Defendiendo al cavernícola, que, como explica el mismo director Álvarez, “es una obra desternillante e intuitiva sobre el modo en que se relacionan los hombres y las mujeres”.
Los japoneses
Precisamente, a este tesonero primer actor Carlos Mata, como se lo conoce popularmente, lo vimos durante la temporada 2008, en otra sala de Corpbanca, protagonizando la aleccionadora comedia Los japoneses no esperan del argentino Ricardo Talesnik, al lado de Mimi Lazo y María Antonieta Duque. Ahí, bajo la responsable égida de Luis Fernández, encarnaba a un caballero muy enamoradizo que acepta tener bajo el mismo techo a la esposa y a la amante, a un costo alto y complicado, ante la imposibilidad de desprenderse de ninguna de las dos féminas. ¡El fin justifica los medios, sea como sea!
Mata se lució, en ese entonces, con un gran estilo interpretativo, porque el superprotagonista era su personaje, quien reconoce su sometimiento al amor, su esclavitud por la compañía que le brindan sus dos damas y su incapacidad para vivir en soledad. Encarnaba a un hombre-niño incapaz de sobrevivir solo. Ese “Miguel”, el personaje, no era otra cosa que el desnudo antihéroe machista, personaje del teatro y de la vida real que las mismas mujeres (con las madres a la cabeza) forman y usan como les conviene. Un macho vernáculo que acepta un trío o un miniharen para no quedarse con ese fastidioso fantasma depredador que es la soledad.
Origen del varón domado
Tres años después, nos encontramos al primer actor Mata en “su propia salsa”, la que le conocimos en la pieza del 2008: un varón domado que pretende sustentar “científicamente” las razones de las conductas dominantes de un macho en un hogar con una sola mujer. Es, de nuevo, el protagonista único, del monologo El cavernícola, también conocido como Defendiendo al cavernícola, que, como explica el mismo director Álvarez, “es una obra desternillante e intuitiva sobre el modo en que se relacionan los hombres y las mujeres”.
Procedente de la stand-up comedy, Rob Becker escribió Defendiendo al cavernícola durante un periodo de más de tres años en el cual hizo un estudio informal de antropología, prehistoria, psicología, sociología y mitología. Con hilarantes percepciones sobre el feminismo contemporáneo, la sensibilidad masculina y la zona erógena. El Cavernícola ha encontrado un modo de mirar y hacer espectáculo a partir de los temas comunes de las íntimas relaciones humanas, apuntando de lleno al detonante del humor y la diversión.
En resumidas cuentas, El cavernícola no es una depurada investigación científica que ha sido llevada al teatro. No, nada de eso. Es un texto bien hilvanado teatralmente que tiene como columna vertebral la eterna lucha o pugna de los sexos: el masculino y femenino. Una lucha de dominador y dominada, o de dominadora y dominado, sin muchas complicaciones y sin apoyaturas psicológicas y psiquiátricas, sino netamente humanas a un nivel cuasianimal, porque muestra a un hombre primitivo que lo único que tenia como diversión era procurar la comida y la defensa para su familia, su mujer y sus hijos, y que además exhibía urgencias sexuales para procrear y acrecentar el ejercito particular necesario en esa época de las cavernas. Por supuesto que la historiografía sobre la sociedad de las cavernas es bastante intuitiva y depende de las imaginaciones de los investigadores.
La relaciones entre las hombres y las mujeres son más complejas que como las plantea tan simplonamente el texto de El cavernícola, y están, y estarán, en permanente cambio o evolución porque tanto los machos como las hembras han desarrollado sus cerebros y ahora sus metas van más allá de la caverna o el apartamento, además han descubierto la nausea y otras trampillas existenciales y han querido experimentar con ellas. Lo único que la pareja humana no ha podido superar es la obligatoriedad de las uniones de espermatozoides y óvulos para procrear descendencia, aunque ya en los laboratorios se hacen experimentos muy interesantes, a los cuales las iglesias han vetado de antemano.
Cuando uno ve a Carlos Mata en una performance no mayor de 80 minutos, divirtiendo con mucho estilo al público, además del gozo que él debe experimentar, lamentamos que tan tremendo actor no este enfrentando a un texto de mayor profundidad o de verdades científicas o de depurada prosa dramatúrgica, como un Shakespeare o un Chocrón, para no ir muy lejos. Por ahora, el histrión luce satisfecho de haber regresado ante los auditorios de carne y hueso y se lo agradece, como lo firma en el programa de mano, a sus hijos Carlos Javier, Christian y Santiago, “por haberme devuelto la fe y las ganas para montarme en un escenario de nuevo”.
Fenómeno de público
Defendiendo al Cavernícola es el unipersonal con más tiempo de permanencia en la cartelera de toda la historia de Broadway. Un suceso mundial que se ha ganado ya los aplausos` de más de ocho millones de personas en 45 países y en 15 idiomas diferentes. Ha sido calificado por la crítica de manera contundente y The New York Times en su oportunidad se refirió a este monólogo como un fenómeno único, una escandalosamente divertida y sorprendentemente dulce exploración de la distancia entre los sexos. Es una comedia escrita por el actor y comediante estadounidense Rob Becker entre 1988 y 1991, donde aborda algunos malentendidos en las relaciones entre hombres y mujeres. El mismo autor interpretó la pieza hasta principios de 2006. Es un texto con un aire de sesión de terapia y clase magistral, donde el intérprete pretende resolver la guerra entre sexos producida por su mutua incomprensión. Planteada desde el punto de vista masculino, al cual trata de apoyar, se muestra asimismo comprensivo con el pensamiento femenino. La obra obtuvo en Inglaterra el Premio Olivier al Mejor espectáculo de entretenimiento en el año 2000. La compañía Theater Mogul es la dueña de los derechos de la obra.
En resumidas cuentas, El cavernícola no es una depurada investigación científica que ha sido llevada al teatro. No, nada de eso. Es un texto bien hilvanado teatralmente que tiene como columna vertebral la eterna lucha o pugna de los sexos: el masculino y femenino. Una lucha de dominador y dominada, o de dominadora y dominado, sin muchas complicaciones y sin apoyaturas psicológicas y psiquiátricas, sino netamente humanas a un nivel cuasianimal, porque muestra a un hombre primitivo que lo único que tenia como diversión era procurar la comida y la defensa para su familia, su mujer y sus hijos, y que además exhibía urgencias sexuales para procrear y acrecentar el ejercito particular necesario en esa época de las cavernas. Por supuesto que la historiografía sobre la sociedad de las cavernas es bastante intuitiva y depende de las imaginaciones de los investigadores.
La relaciones entre las hombres y las mujeres son más complejas que como las plantea tan simplonamente el texto de El cavernícola, y están, y estarán, en permanente cambio o evolución porque tanto los machos como las hembras han desarrollado sus cerebros y ahora sus metas van más allá de la caverna o el apartamento, además han descubierto la nausea y otras trampillas existenciales y han querido experimentar con ellas. Lo único que la pareja humana no ha podido superar es la obligatoriedad de las uniones de espermatozoides y óvulos para procrear descendencia, aunque ya en los laboratorios se hacen experimentos muy interesantes, a los cuales las iglesias han vetado de antemano.
Cuando uno ve a Carlos Mata en una performance no mayor de 80 minutos, divirtiendo con mucho estilo al público, además del gozo que él debe experimentar, lamentamos que tan tremendo actor no este enfrentando a un texto de mayor profundidad o de verdades científicas o de depurada prosa dramatúrgica, como un Shakespeare o un Chocrón, para no ir muy lejos. Por ahora, el histrión luce satisfecho de haber regresado ante los auditorios de carne y hueso y se lo agradece, como lo firma en el programa de mano, a sus hijos Carlos Javier, Christian y Santiago, “por haberme devuelto la fe y las ganas para montarme en un escenario de nuevo”.
Fenómeno de público
Defendiendo al Cavernícola es el unipersonal con más tiempo de permanencia en la cartelera de toda la historia de Broadway. Un suceso mundial que se ha ganado ya los aplausos` de más de ocho millones de personas en 45 países y en 15 idiomas diferentes. Ha sido calificado por la crítica de manera contundente y The New York Times en su oportunidad se refirió a este monólogo como un fenómeno único, una escandalosamente divertida y sorprendentemente dulce exploración de la distancia entre los sexos. Es una comedia escrita por el actor y comediante estadounidense Rob Becker entre 1988 y 1991, donde aborda algunos malentendidos en las relaciones entre hombres y mujeres. El mismo autor interpretó la pieza hasta principios de 2006. Es un texto con un aire de sesión de terapia y clase magistral, donde el intérprete pretende resolver la guerra entre sexos producida por su mutua incomprensión. Planteada desde el punto de vista masculino, al cual trata de apoyar, se muestra asimismo comprensivo con el pensamiento femenino. La obra obtuvo en Inglaterra el Premio Olivier al Mejor espectáculo de entretenimiento en el año 2000. La compañía Theater Mogul es la dueña de los derechos de la obra.
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