¡Más vale tarde que nunca! Hemos presenciado parte de la 19 edición del Festival de Teatro Interclubes 2011. Valioso evento producido por las secciones culturales de comunidades italianas, canarias, asturianas, portugueses, judías, catalanas, estadounidenses y, por supuesto, venezolanas, además de sendas representaciones procedentes de Valencia y Maracay.
Ahí, entre el 10 y el 25 de junio, participan 15 autores, 200 artistas, 100 técnicos y no menos de 5 mil espectadores, importantísimo caudal humano que es aplaudido en los escenarios de los clubes caraqueños, especialmente el Centro Italo Venezolano (CIV).
Gracias a esta competencia –puesta en marcha por la Agrupación Teatral Maschere del CIV y dedicada a exaltar la labor tesonera de Marcella Mosca, por sus 42 años de labores en pro del desarrollo cultural y artístico de venezolanos y extranjeros en Caracas- es posible presenciar ahora espectáculos con textos de Carlo Goldoni, Enrique Bariego, Noel Coward, V. Brittain y G. Slovo, Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa, Enrique Jardiel Poncela, Gerardo Blanco, Tennessee Williams, Jordi Garcelan, Ricardo Grasso, Alejandro Casona, Orlando Alonso y Miguel Mihura.
No debemos emitir juicios de valor sobre los montajes vistos hasta ahora, porque el festival es competitivo y además presidimos el jurado que hace las respectivas evaluaciones, donde hay especialistas como Gioia Lombardini, Ghrislaine Latorraca, Iris Dubs, Augusto Galindez, Joaquín Lugo y Douglas Palumbo. Pero sí podemos aplaudir la entrega y la paciencia de los elencos vistos, y los que veremos durante la próxima semana, y además subrayar esa pasión que los lleva a estudiar, ensayar y mostrarse antes sus públicos, siempre buscando el mejor nivel de interpretación. Con gente así -más vinculada a la cartelera profesional- Caracas, Valencia y Maracay tendrían más y mejores espectáculos.
No obstante, podemos reseñar la producción, fuera de competencia, del CIV, La Posadera, de Goldoni. Impactante versión y escenificación de Giovanni Reali, con los desempeños actorales de Ángela Di Ienzo, Armida Quintana, Natale La Rocca, Antonio Urdaneta, Juan C. Guedes, Raquel Cisneros, Alexander Rodríguez, Raquel Lisbona, Roberto Marinaro, Virginia Rocco, Blanca Tommasetti y Julián García; la cual contó con acróbatas y bailarines como Reinaldo Kei, Julio Rodríguez, Silder Briceño, Juan Carlos Torres, Werner Madriz, Cahterine Pintos, Jesús Guanipa,Daniel Carias y Ademar Mariño; y los músicos Mariana Piñango, Antonio Perdomo, Jerry de los Ríos y Javier Triana.
Es impactante y espectacular lo mostrado por Reali y su sincronizado equipo, especialmente con las profesionales performances de Urdaneta y La Rocca. Un montaje que puede ser exhibido en una sala comercial por la calidad del mismo. Además es una de esas piezas donde Goldoni resume una cátedra de gran seducción femenina, como la que vive la Mirandolina, empeñada en buscar al hombre necesario para su vida.
Y como colofón de esta insólita experiencia sociocultural para los crispados tiempos que vivimos en esta Tierra de Gracia, esta el hecho de que el teatro profesional está acorralado por la comercialización galopante, mientras que el teatro no profesional de los clubes es capaz de planificar y realizar un festival con todas las de la ley, donde el público es lo más asombroso por su placentera presencia y su indeclinable colaboración para con esos artistas, porque ellos son sus familiares o amigos o simplemente socios.
Algo, pues, muy gratificante sucede con todo el teatro venezolano, que no se doblega y da la pelea contra la incultura y la barbarie, a pesar de que esta viviendo más trabajos que ratón en ferretería.
Ahí, entre el 10 y el 25 de junio, participan 15 autores, 200 artistas, 100 técnicos y no menos de 5 mil espectadores, importantísimo caudal humano que es aplaudido en los escenarios de los clubes caraqueños, especialmente el Centro Italo Venezolano (CIV).
Gracias a esta competencia –puesta en marcha por la Agrupación Teatral Maschere del CIV y dedicada a exaltar la labor tesonera de Marcella Mosca, por sus 42 años de labores en pro del desarrollo cultural y artístico de venezolanos y extranjeros en Caracas- es posible presenciar ahora espectáculos con textos de Carlo Goldoni, Enrique Bariego, Noel Coward, V. Brittain y G. Slovo, Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa, Enrique Jardiel Poncela, Gerardo Blanco, Tennessee Williams, Jordi Garcelan, Ricardo Grasso, Alejandro Casona, Orlando Alonso y Miguel Mihura.
No debemos emitir juicios de valor sobre los montajes vistos hasta ahora, porque el festival es competitivo y además presidimos el jurado que hace las respectivas evaluaciones, donde hay especialistas como Gioia Lombardini, Ghrislaine Latorraca, Iris Dubs, Augusto Galindez, Joaquín Lugo y Douglas Palumbo. Pero sí podemos aplaudir la entrega y la paciencia de los elencos vistos, y los que veremos durante la próxima semana, y además subrayar esa pasión que los lleva a estudiar, ensayar y mostrarse antes sus públicos, siempre buscando el mejor nivel de interpretación. Con gente así -más vinculada a la cartelera profesional- Caracas, Valencia y Maracay tendrían más y mejores espectáculos.
No obstante, podemos reseñar la producción, fuera de competencia, del CIV, La Posadera, de Goldoni. Impactante versión y escenificación de Giovanni Reali, con los desempeños actorales de Ángela Di Ienzo, Armida Quintana, Natale La Rocca, Antonio Urdaneta, Juan C. Guedes, Raquel Cisneros, Alexander Rodríguez, Raquel Lisbona, Roberto Marinaro, Virginia Rocco, Blanca Tommasetti y Julián García; la cual contó con acróbatas y bailarines como Reinaldo Kei, Julio Rodríguez, Silder Briceño, Juan Carlos Torres, Werner Madriz, Cahterine Pintos, Jesús Guanipa,Daniel Carias y Ademar Mariño; y los músicos Mariana Piñango, Antonio Perdomo, Jerry de los Ríos y Javier Triana.
Es impactante y espectacular lo mostrado por Reali y su sincronizado equipo, especialmente con las profesionales performances de Urdaneta y La Rocca. Un montaje que puede ser exhibido en una sala comercial por la calidad del mismo. Además es una de esas piezas donde Goldoni resume una cátedra de gran seducción femenina, como la que vive la Mirandolina, empeñada en buscar al hombre necesario para su vida.
Y como colofón de esta insólita experiencia sociocultural para los crispados tiempos que vivimos en esta Tierra de Gracia, esta el hecho de que el teatro profesional está acorralado por la comercialización galopante, mientras que el teatro no profesional de los clubes es capaz de planificar y realizar un festival con todas las de la ley, donde el público es lo más asombroso por su placentera presencia y su indeclinable colaboración para con esos artistas, porque ellos son sus familiares o amigos o simplemente socios.
Algo, pues, muy gratificante sucede con todo el teatro venezolano, que no se doblega y da la pelea contra la incultura y la barbarie, a pesar de que esta viviendo más trabajos que ratón en ferretería.
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