sábado, septiembre 10, 2011

El juego del siglo XXI

Nunca dejaremos de reseñar que la hiperkinética y pequeña hija de Rosalía Romero jamás sospechó como su obra El juego, premiada en un concurso del Ministerio de Justicia, del año 1976, tendría larga y positiva vida en los escenarios venezolanos y del mundo. Nos referimos a Mariela (Ibarra) Romero, nacida en Caracas hacia 1949, quien con experiencia y talento logró crear un estilo que la caracteriza, al reflejar, en buena parte de sus argumentos, relaciones más que temas y personajes más que situaciones.
Mariela Romero (su nombre artístico) inició su carrera artística como actriz en el grupo Bohemio, tras egresar de la Escuela de Arte Dramático del Ateneo de Caracas. Hoy es dramaturga célebre y afamada escritora de telenovelas. Entre sus piezas más reconocidas, además de El juego, cuenta con textos como Este mudo circo, El juego de los vampiros, El cáncer es curable no lo malgaste, El vendedor, Esperando al italiano, El regreso del rey Lear, Algo alrededor del espejo y El inevitable destino de Rosa de la Noche. También ha realizado numerosas adaptaciones y versiones de los clásicos, lo cual le ha permitido escudriñar los secretos de la estructura dramática.
El juego- estrenada el 23 de julio de 1976 por el director Armando Gota para el grupo Rajatabla, con la participación de la autora encarnando a una de las protagonistas de esa trama- está nuevamente en la cartelera caraqueña, específicamente en el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, hasta el 25 de septiembre, en funciones de viernes y sábados a las 7pm y domingos a las 6pm. Se trata de una producción de la agrupación Horus Teatro, como parte de los festejos por su primer lustro de actividades culturales, gracias al trabajo apasionado de un valioso y trabajador puñado de universitarios, donde destaca Orlando Alfonzo.
El juego de Horus Teatro, bajo la égida de Jaime Feliu Cervi y con las actuaciones de Patricia Ramírez y Stephania Nevado, recuenta la historia de dos féminas que tienen el mismo nombre: Ana, y quienes además comparten la miseria y la represión impuesta por una figura masculina que las obliga a trabajar para él. La acción dramática se desarrolla en una habitación arruinada y donde la pareja se entrega a un juego de poderes para matar el tedio en que viven y mientras esperan al cruel amo que vendrá a regañarlas y abusar de ellas, crean situaciones, las actúan, y llegan hasta pensar que son reales. Las Anas hacen una especie de teatro dentro del mismo teatro, recurso que les permite revelar, a través de diferentes caracterizaciones, la intensidad de la relación de dependencia entre ellas.
Juzgamos que las actuaciones están en el punto exacto de esa verdad que debe brotar siempre de un escenario donde hay un texto perfecto y correctamente escenificado.
Una vez más, Mariela Romero reitera como la debilidad del oprimido radica en ser opresor de otro tan dominado como él. El juego del poder siempre tiene un perdedor y en el juego de Mariela Romero, también.

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