El teatro de calle ha sido, es y será una manifestación de particular importancia y trayectoria en Venezuela, afirma rotundamente Oscar Acosta, reconocido teatrero y luchador popular comprometido con los procesos de cambio.
Acosta, quien actualmente escribe para el periódico cultural Todosadentro, insiste en puntualizar que el teatro de calle venezolano es variado y rico en propuestas estéticas, y ha permanecido al margen de reconocimientos oficiales o académicos, no obstante, ”podemos decir sin riesgo a equivocarnos, que es la modalidad teatral de mayor convocatoria y son muchas las plazas, canchas, bulevares, calles e innumerables espacios donde los teatristas callejeros han recorrido, con gran compromiso y profesionalismo, ofreciendo su producción como fieles herederos de la tradición escénica de mayor arraigo en los pueblos desde la antigüedad.
Herencia de chamanes
Según el dramaturgo y director Pedro Maldonado Rojas el teatro callejero ha sorteado múltiples filtros, entre ellos los hostigamientos políticos, bien sea en democracia o en dictadura, se ha querido detener la necesidad de expresar los conflictos y sus posibles salidas como elemental derecho para una mejor forma de vivir, enriqueciendo la magia de quienes han recogido la herencia de los chamanes, el cuentero, los juglares y otros tantos hacedores de risas y llantos.”Siempre habrá al alcance de la mano un tema para la reflexión, porque al igual que los humoristas, tenemos un baúl de posibilidades argumentales para ser recopiladas y analizadas, siendo luego tejido teatral, como respuesta artística de los creadores de sueños”, puntualiza.
Subraya que los zancos, las máscaras y otros instrumentos, como tambores, flautas y panderetas, son vitales para el artista callejero, porque son diestros y habilidosos, seguros de si mismos y dispuestos siempre a besar el cielo con las locuras de sus bailes que desafían a la más trágicas de las leyes naturales: la gravedad.
Para Maie López y Crystina Martín, trabajadoras culturales comprometidas con los procesos de cambio, existen varios conceptos para un teatro que traspasa las salas y los espacios convencionales, y se dirige a plazas, parques, fábricas, comunidades, en fin, a la calle. “A partir la década de los 70 en Latinoamérica se comienza a realizar esta modalidad, llamándola, Teatro de calle, Teatro callejero y por último Teatro comunitario, esto se debe a que aborda al público de una manera directa y espontánea con sus problemáticas, con temas sociales propios, sobre todo, sin necesidad de recursos técnicos”.
Reiteran que es la calle el escenario natural donde confluyen lo cotidiano con el arte itinerante, donde los actores se mueven con soltura en un diámetro gigante de 360 grado, el cual los obliga a la constante creatividad, y sobre todo a estar informado por su público y su contexto.”En algunos países latinoamericanos por citar a Cuba, Colombia y Brasil poseen agrupaciones que apoyan, promueven y buscan alternativas para el desarrollo del teatro de calle en todo el continente, podemos mencionar: Mirón Cubano, Teatro Callejero Andante, Colectivo Luz de Luna, o Nuestra Gente. Estos grupos, entre otros, son los mayores exponentes y defensores de lo referente al futuro del Teatro Callejero”.
Comentan que en Venezuela actualmente son pocas las agrupaciones que se dedican hacer este teatro tan necesario para la transformación de un país. “Por lo que cabe destacar iniciativas como las del grupo Escambray, parte de la Misión Cultura Corazón Adentro-Misión Socialista, que además ha tenido temporada en varios espacios de Caracas. El grupo Theatron que viene realizando un trabajo permanente en las universidades, y otros espacios en la ciudad de Caracas, se ha tomado la tarea de honrar a este milenario arte y convocar a los juglares modernos, titiriteros, trovadores, a que invadan todos los espacios posibles merecidos o no, que a su vez se haga sin fines lucrativos recordando que es un factor de alta incidencia para el mejoramiento humano”.
Insisten en que el teatro de calle tiene un impacto directo dentro de lo social, en dibujar nuestro imaginario colectivo. “Una política cultural de apoyo, e iniciativas de nuestros propios creadores permitirán el establecimiento e innovación de esta práctica”.
Democratización cultural
El teatro de calle o teatro callejero es una representación escénica para mostrarse o exhibirse en espacios públicos exteriores, donde los espectadores no pagan para presenciar el espectáculo y, quienes ocasionalmente dan un aporte o colaboración económica de manera espontánea. Los espacios en los que esta actividad puede ser llevada a cabo son múltiples: plazas, calles, paseos peatonales, avenidas, bulevares, paseos públicos, centros comerciales o estacionamientos, u otros lugares de esparcimiento; normalmente lugares al aire libre de gran tránsito de personas.
El teatro de calle debe ser distinguido de otros espectáculos de exterior más formales, como los que se desarrollan en parques o jardines donde haya un espacio delimitado con audiencia de pago.
Uno de los aspectos más interesantes del teatro de calle moderno es su posición única debida al lugar sociopolítico donde se desarrolla. Gente que no podría haber asistido en su vida o no podría haberse permitido nunca asistir a un espectáculo de teatro tradicional, puede presenciar un espectáculo de calle, se puede decir que este ha evolucionado en defensa de la democratización cultural.
La intención no es lograr el tan sonado “arte al parque”; no es sacar de las salas el teatro con sus obras de siempre y ponerlo en la vía pública, sino el de construir una dramaturgia y un formato de montaje original a partir de la calle y para la calle, para un público de gente que nunca va al teatro y para ser presentado en lugares que nunca están diseñados para tal fin. No nos olvidemos que el teatro nace en la calle y de ella se ha nutrido por siglos.
La huella de Tomás Latino
El teatro de calle es la forma más antigua de teatro y en los actuales espectáculos de masas hay reminiscencias de sus orígenes callejeros, como son las ceremonias religiosas, las paradas militares y los innumerables actos folclóricos y muchos otros tipos de espectáculos. Uno de los movimientos de este tipo de teatro más interesante en América Latina, se escenifica en la colombiana Bogotá, con compañías y grupos dedicados de forma profesional, con trayectorias que superan los 35 años. Sus técnicas y formas de representación varían pero mantienen una búsqueda constante de nuevas poéticas manteniendo la tradición oral y festiva, sin descuidar la situación socio-política colombiana. Considerado como el más antiguo de todos los teatros callejeros de Colombia, “El Teatro de la Calle " de Tomás Latino desde el año 1973 compartió los escenarios callejeros con otro de los precursores de esta (en esa época) incipiente modalidad. Desde el año 1968 recorrió 33 países, divulgando y promoviendo esta actividad tan antigua y a la vez tan novedosa. En Venezuela fundó el Teatro de la Calle de Caracas para aupar esa forma de hacer teatro. Junto a Staruska, Alex Tolosa y Timoteo Zambrano, entre otros, recorrieron por cuatro años seguidos y con una programación fija y sostenida seis plazas del centro de Caracas con un repertorio de graciosas farsas medievales.
Acosta, quien actualmente escribe para el periódico cultural Todosadentro, insiste en puntualizar que el teatro de calle venezolano es variado y rico en propuestas estéticas, y ha permanecido al margen de reconocimientos oficiales o académicos, no obstante, ”podemos decir sin riesgo a equivocarnos, que es la modalidad teatral de mayor convocatoria y son muchas las plazas, canchas, bulevares, calles e innumerables espacios donde los teatristas callejeros han recorrido, con gran compromiso y profesionalismo, ofreciendo su producción como fieles herederos de la tradición escénica de mayor arraigo en los pueblos desde la antigüedad.
Herencia de chamanes
Según el dramaturgo y director Pedro Maldonado Rojas el teatro callejero ha sorteado múltiples filtros, entre ellos los hostigamientos políticos, bien sea en democracia o en dictadura, se ha querido detener la necesidad de expresar los conflictos y sus posibles salidas como elemental derecho para una mejor forma de vivir, enriqueciendo la magia de quienes han recogido la herencia de los chamanes, el cuentero, los juglares y otros tantos hacedores de risas y llantos.”Siempre habrá al alcance de la mano un tema para la reflexión, porque al igual que los humoristas, tenemos un baúl de posibilidades argumentales para ser recopiladas y analizadas, siendo luego tejido teatral, como respuesta artística de los creadores de sueños”, puntualiza.
Subraya que los zancos, las máscaras y otros instrumentos, como tambores, flautas y panderetas, son vitales para el artista callejero, porque son diestros y habilidosos, seguros de si mismos y dispuestos siempre a besar el cielo con las locuras de sus bailes que desafían a la más trágicas de las leyes naturales: la gravedad.
Para Maie López y Crystina Martín, trabajadoras culturales comprometidas con los procesos de cambio, existen varios conceptos para un teatro que traspasa las salas y los espacios convencionales, y se dirige a plazas, parques, fábricas, comunidades, en fin, a la calle. “A partir la década de los 70 en Latinoamérica se comienza a realizar esta modalidad, llamándola, Teatro de calle, Teatro callejero y por último Teatro comunitario, esto se debe a que aborda al público de una manera directa y espontánea con sus problemáticas, con temas sociales propios, sobre todo, sin necesidad de recursos técnicos”.
Reiteran que es la calle el escenario natural donde confluyen lo cotidiano con el arte itinerante, donde los actores se mueven con soltura en un diámetro gigante de 360 grado, el cual los obliga a la constante creatividad, y sobre todo a estar informado por su público y su contexto.”En algunos países latinoamericanos por citar a Cuba, Colombia y Brasil poseen agrupaciones que apoyan, promueven y buscan alternativas para el desarrollo del teatro de calle en todo el continente, podemos mencionar: Mirón Cubano, Teatro Callejero Andante, Colectivo Luz de Luna, o Nuestra Gente. Estos grupos, entre otros, son los mayores exponentes y defensores de lo referente al futuro del Teatro Callejero”.
Comentan que en Venezuela actualmente son pocas las agrupaciones que se dedican hacer este teatro tan necesario para la transformación de un país. “Por lo que cabe destacar iniciativas como las del grupo Escambray, parte de la Misión Cultura Corazón Adentro-Misión Socialista, que además ha tenido temporada en varios espacios de Caracas. El grupo Theatron que viene realizando un trabajo permanente en las universidades, y otros espacios en la ciudad de Caracas, se ha tomado la tarea de honrar a este milenario arte y convocar a los juglares modernos, titiriteros, trovadores, a que invadan todos los espacios posibles merecidos o no, que a su vez se haga sin fines lucrativos recordando que es un factor de alta incidencia para el mejoramiento humano”.
Insisten en que el teatro de calle tiene un impacto directo dentro de lo social, en dibujar nuestro imaginario colectivo. “Una política cultural de apoyo, e iniciativas de nuestros propios creadores permitirán el establecimiento e innovación de esta práctica”.
Democratización cultural
El teatro de calle o teatro callejero es una representación escénica para mostrarse o exhibirse en espacios públicos exteriores, donde los espectadores no pagan para presenciar el espectáculo y, quienes ocasionalmente dan un aporte o colaboración económica de manera espontánea. Los espacios en los que esta actividad puede ser llevada a cabo son múltiples: plazas, calles, paseos peatonales, avenidas, bulevares, paseos públicos, centros comerciales o estacionamientos, u otros lugares de esparcimiento; normalmente lugares al aire libre de gran tránsito de personas.
El teatro de calle debe ser distinguido de otros espectáculos de exterior más formales, como los que se desarrollan en parques o jardines donde haya un espacio delimitado con audiencia de pago.
Uno de los aspectos más interesantes del teatro de calle moderno es su posición única debida al lugar sociopolítico donde se desarrolla. Gente que no podría haber asistido en su vida o no podría haberse permitido nunca asistir a un espectáculo de teatro tradicional, puede presenciar un espectáculo de calle, se puede decir que este ha evolucionado en defensa de la democratización cultural.
La intención no es lograr el tan sonado “arte al parque”; no es sacar de las salas el teatro con sus obras de siempre y ponerlo en la vía pública, sino el de construir una dramaturgia y un formato de montaje original a partir de la calle y para la calle, para un público de gente que nunca va al teatro y para ser presentado en lugares que nunca están diseñados para tal fin. No nos olvidemos que el teatro nace en la calle y de ella se ha nutrido por siglos.
La huella de Tomás Latino
El teatro de calle es la forma más antigua de teatro y en los actuales espectáculos de masas hay reminiscencias de sus orígenes callejeros, como son las ceremonias religiosas, las paradas militares y los innumerables actos folclóricos y muchos otros tipos de espectáculos. Uno de los movimientos de este tipo de teatro más interesante en América Latina, se escenifica en la colombiana Bogotá, con compañías y grupos dedicados de forma profesional, con trayectorias que superan los 35 años. Sus técnicas y formas de representación varían pero mantienen una búsqueda constante de nuevas poéticas manteniendo la tradición oral y festiva, sin descuidar la situación socio-política colombiana. Considerado como el más antiguo de todos los teatros callejeros de Colombia, “El Teatro de la Calle " de Tomás Latino desde el año 1973 compartió los escenarios callejeros con otro de los precursores de esta (en esa época) incipiente modalidad. Desde el año 1968 recorrió 33 países, divulgando y promoviendo esta actividad tan antigua y a la vez tan novedosa. En Venezuela fundó el Teatro de la Calle de Caracas para aupar esa forma de hacer teatro. Junto a Staruska, Alex Tolosa y Timoteo Zambrano, entre otros, recorrieron por cuatro años seguidos y con una programación fija y sostenida seis plazas del centro de Caracas con un repertorio de graciosas farsas medievales.
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