Para exhibirse en las salas Alberto de Paz y
Mateos, Catia y Municipal, del 5 al 8 de abril, vino desde La Habana la
agrupación Teatro El Público con el espectáculo Josefina la viajera, texto del cubano Abilio Estévez (7 de enero de
1954) dirigido por Carlos Díaz y con las actuaciones del veterano Oswaldo
Doimeadiós y los jóvenes Laura González, Oswaldo Hernández, Ángel Ariel
González y Rolando Boet. Y esta Caracas, sumida en el 17 Festival Internacional
de Teatro, con 21 agrupaciones foráneas y criollas, proporcionó 1670
espectadores a tan valiosos artistas cubanos, invitados por Fundarte para la
programación de su Red Municipal de Teatro.
No logramos un diálogo amplio con los cubanos para conocer mayores detalles de su
experiencia con el texto de Estévez -ahora vive en Barcelona, desde el año 2000-
pero el director Díaz bordó pormenores del montaje y características del teatro
que actualmente hacen en la tierra del bolivariano poeta José Martí.
La pieza presenta al actor Osvaldo Doimeadiós
en un impactante rol de travestido que caracteriza a la dama Josefina
Beauharnais, nacida hacia 1885, quien ha vivido en perene peregrinaje desde el oriente
cubano hasta la capital para materializar algunos de su sueños, unos de los
tantos que, según algunos analistas, han tenido los cubanos desde 1898, o tal
vez sería mejor decir, desde 1902, cuando se instauró el poder republicano, el cual
terminó por convertir a muchos de los isleños en auténticos trashumantes por
los senderos indagatorios de esos ideales.
Esta pieza, conocida hacia el año 2006, a
diferencia de otras creaciones cubanas que hemos degustado, está preñada de
metáforas relacionadas con la vida social y política de la isla a todo lo largo
del siglo XX, y exige, por lo menos, que el público conozca unos mínimos detalles
para digerir bien tal “plato teatral” donde la filosofía es marcadamente
existencialista, de tendencia camusina. Eso no impide, como es obvio que el
espectáculo avance con los artificios de la magia
escénica, altamente creativa del director, y la asombrosa entrega
actoral de Doimeadiós; bien balanceada con unos coordinados jóvenes comediantes
que lo secundan en sus tareas de fastuosa diva de proporciones operáticas, quien
expresa, en su extenso e intenso
soliloquio, esto que es memorable: Cuba no
es una isla, sino un animal inmenso, que nos devora estemos donde estemos.
En una cacería de referencias sobre el texto
de Estévez, encontramos en la web de El
Nuevo Herald este juicio de Antonio
O. Rodríguez, que compartimos: “El personaje (de Josefina) es mucho más
complejo de lo que parece: si inicialmente nos engaña con una historia
patriótica, termina convenciéndonos de que las invenciones con que embellece su
vida constituyen una nada desdeñable defensa de la libertad; una suerte de
proclamación de independencia sustentada en el derecho a imaginar”.
Y todo
esto nos reafirma que el teatro es temido por ser el único rincón que nos queda
a los seres humanos para soñar en libertad.
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