Fausto Verdial y
José Ignacio Cabrujas la conocieron, creyeron en ella y le dieron la
oportunidad de exhibir su talento histriónico. Lo que pasó después es parte importante de la historia de las artes
escénicas caraqueñas, especialmente cuando existía El Nuevo Grupo, la mayor y
la mejor empresa privada dedicada a la promoción de la dramaturgia criolla
durante el siglo XX, entre 1967 y 1988, la cual contó además con los mejores
comediantes de esa generación, histriones que aún siguen dando “la pelea”.
Ella se quedó prácticamente huérfana cuando sus
promotores o tutores salieron sin equipaje hacia sus inevitables viajes, pero
ya tenía suficientes amigos y un estilo actoral para sobrevivir, llegar al
siglo XXI y continuar viviendo. Nos referimos, por supuesto, a Tania Sarabia,
la gran característica de los textos de Cabrujas y Verdial, quien, desde el 30
de marzo, se está presentado en la nueva sala
experimental del BOD-CorpBanca Centro Cultural con
el monólogo La tía Chucha, gracias a
una fina y respetuosa dirección del joven
Vladimir Vera y el respaldo de la productora Jorgita Rodríguez, apuntalada por
la vestuarista Eva Ivany y el iluminador José Jiménez.
Este
espectáculo es fundamentalmente un sentido homenaje para Verdial, autor de ¡Qué
me llamen loca!, monólogo cómico que hace 17
años indicó el camino de los grandes éxitos “comerciales” en Venezuela. Un texto
escrito especialmente para Tania, esa actriz a la que él vio evolucionar “hacia
algo casi milagroso en el arte de actuar”.
SEÑORA CRITICONA
Esta reaparición de Tania
es una inspiración que se extrajo de uno de los personajes que
conformaron ¡Qué me llamen loca! Y por eso La
tía Chucha se
nos presenta como una señora criticona y divertida que tiene mucho qué contar:
ella no cree ni en besuqueaderas, ni en esos inventos raros de las mujeres de
ahora como “la liberación femenina” o “los tratamientos estéticos”. Ella cree
que el modernismo y la tecnología han tergiversado el curso de la historia,
pues ya nada es como debe ser. Es una dama que piensa que el matrimonio, la
educación de los nietos, y los hombres son los temas importantes a tratar y que
disfruta mucho más ir a una farmacia o a una consulta médica que a un
baile, una fiesta de cumpleaños o una boda.
¿Qué
decir de esta reaparición de Tania Sarabia? Que esta mejor que cuando lo
hizo en el siglo XX, porque el tiempo para
los buenos actores es como el añejamiento vigilado de los buenos vinos. Que ahora
lleva más y mejor experiencia y que por
eso el publico la disfruta de principio a fin, ayudada en escena, tras unos toques
técnicos al texto, cuenta además con una
joven debutante con talento para explotar, Paola
Villegas, quien materializa a un personaje silente e importante para su
performance. Y todo esto sirve para que ahora la tía Chucha convenza al
público de cómo el humor es una terapia.
Y como colofón, Tania
Sarabia nos pidió que escribiéramos que ella no abandonara jamás la actuación,
porque “es como hacer el amor. Es un placer tan orgánico, tan de piel y tan ¡ricooo!”, como lo ha dicho un
millón de veces, y lo repite ahora en este homenaje al amigo que
se fue de gira y quien estará muy feliz en donde esté porque su actriz favorita
vuelve a las tablas.
MADRILEÑO DE ORO
Lo conocimos
inicialmente en los mágicos meandros del teatro caraqueño donde hemos tenido
los mejores encuentros culturales y sentimentales de las últimas décadas.
Después, con varias tazas de café con leche, de por medio, o con unas cuantas
copas en vino tinto en el Centro Comercial Chacaíto o en algún restaurante de
esa Sabana Grande que ya se hizo recuerdo, pulverizada por la piqueta del
progreso, se fue consolidando una amistad que ha sobrevivido al frio vendaval
de los olvidos y es por eso que todavía continuamos disfrutando de su
histrionismo y de su proverbial escritura teatral, precisamente cuando los
tiempos revueltos pretenden quitarnos el aire de los pulmones o la capacidad
para identificar el olor de las maduras guayabas. Sin ningún pacto con Lucifer
habría cumplido 79 el pasado 14 de enero, pero ese especialista en enredos del
corazón social, ese que nos ayudó a exorcizar sórdidas penumbras existenciales
durante largas tres décadas, era “el madrileño de oro” Fausto Verdial, quien,
para que no lo olvidaran jamás, dejó una sólida herencia de afectos verdaderos
y un legado de consejos destinados a exaltar la utilidad del amor en el fiero
combate cotidiano contra la soledad por intermedio de algunas de sus piezas: Todos los hombres son mortales, ¡Y...las mujeres
también!, Los
hombros de América y su unipersonal ¡Qué me llamen loca!
A pesar de ser
mortal, Verdial aún no sale de escena porque los venezolanos piden una y otra
vez sus obras y las aplauden donde las exhiban. Y ese personaje es La tía Chucha, en ese teatro que
nunca olvidaremos de aquel que caminaba por Sabana Grande acompañado de sus
amigos y sus amores, y juraba que nunca abandonaría a Caracas, esa que su gran
amigo Cabrujas le enseñara, tras su mítico encuentro con Carlos Gardel, en el
teatro Principal para cantar, “El día que me quieras” más trascendental de la
historia teatral de esta nación latinoamericana.
MODESTO TRONO
Verdial
conoció a Tania en sus inicios al compartir escenario con ella por primera vez
en Acto cultural (1975), la inolvidable pieza de Cabrujas, y desde entonces los unió una amistad de décadas.
En 1995, según sus propias palabras, le inventó un “modesto trono”
para que ella, una reina en el quehacer teatral, se luciera. En aquella
oportunidad él dijo: “En este espectáculo ¡Qué me llamen loca! he reeditado para Tania las
conversaciones de toda nuestra vida, diálogos que reinventan la realidad de
unos seres que nosotros conocemos y que se los ofrecemos en la seguridad que
para ustedes serán, así mismo, fácilmente reconocibles. Escribí poniendo mis
cinco sentidos en Tania, en dar vida a algunos de los personajes, que entre
muchos, ella puede glorificar”.
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