Ha finalizado
el 17 Festival Internacional de Teatro de Caracas, realizado del 29 de marzo al
8 de abril y el cual fue dedicado a
exaltar al dramaturgo José Ignacio Cabrujas Lofiego (Caracas, 1937 /Porlamar,
1995) por intermedio del montaje de dos de sus 24 obras (El día que me quieras y Acto cultural), ambas producciones de
Carolina Rincón para el Grupo Actoral 80, además de una serie de lecturas
dramatizadas, foros y conferencias.
El teatro de Cabrujas está preñado de metáforas
sociológicas y filosóficas, porque
primero fue un pensador comprometido, formado con un tanto de marxismo y otro
poco de existencialismo, y después devino en dramaturgo. Pero su característica
importante es que exuda venezolanidad por todos sus lados. Él dirigió casi todas
sus piezas y las glosó en complicidad con sus actores, porque escribía para esos
talentos, lo cual hizo que sus montajes fuesen antológicos, pero eso no es
obstáculo para representaciones con otros intérpretes
Hay que
dejar constancia y reseñar como los caraqueños pudieron disfrutar de esa tierna
y critica pieza que es Acto cultural,
dirigida por Héctor Manrique, quien también actuó al lado de una brillante
generación de jóvenes comediantes, como son Samantha Castillo, Melissa
Wolf, Angélica Arteaga, Juan Vicente Pérez y Daniel Rodríguez.
Con su teatro, Cabrujas se
caracterizó por intentar una interpretación profunda y personal de la realidad
venezolana, enfocándose en entender esta tierra, quiénes la habitan y su
trayectoria en el tiempo. El humor, su mayor arma, nos permite encontrar
personajes que nos retratan como un espejo vívido del pasado y el
presente.
Eso ocurre, especialmente,
con Acto cultural, un agridulce
acto cultural que montan tres hombres y tres mujeres de diversas edades,
quienes viven en el pueblo de San Rafael de Ejido, para festejar los 50 años de
su sociedad dedicada a fomentar las artes, las ciencias y las industrias. Han
ensayado y exhiben el drama histórico Colón
Cristóbal, el genovés alucinado, pero durante la representación se
desdoblan y afloran todas sus contradicciones, frustraciones y las perennes
derrotas en que han vivido. El cuento sobre el descubridor de un mundo es un
pretexto para intentar trascender como artistas antes esa comunidad que los
contempla, pero la realidad es que están solos, que siempre estuvieron íngrimos
en sus luchas.
¿Alude a la soledad del artista en medio de una sociedad
que lo ignora? ¿Cuestiona al país que vive únicamente para efemérides y no
afronta los problemas que lastran su desarrollo? “El buen teatro se explica
solo y desde la escena” o “Nadie debe temer a lo obvio o lo simple”, podrían
haber sido algunos de sus lemas, pero Cabrujas escribió teatro como quiso y
ahora espera que la audiencia saque sus propias conclusiones.
Estamos seguros que Venezuela rescatará en esta
centuria al dramaturgo que comprendió y amó a su país de tal manera que lo
poetizo como nunca antes nadie lo había logrado. Su teatro merece ser el pan de
cada día, un sueño que no es irrealizable.
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