miércoles, abril 04, 2012

Tolcachir con su fuego en Caracas


Tiene cronológicamente 37 años y ya dispone de un prestigio que solo se alcanza a los 80. ¿Por qué tal fenómeno de artista en una nación como Argentina? Porque sus textos teatrales han sido ponderados y elogiados por un público culto, al mismo tiempo que sus técnicas de actuación y representación han atrapado a una audiencia que busca siempre la novedad no engañosa ni manipuladora. Y es también consecuencia de  un movimiento de artes escénicas que es la envidia del mundo occidental, cuyos hacedores se hacen respetar por sus trabajos y luchan para que las leyes los amparen sin mutilarlos o convertirlos en clientela política. ¡El norte pues esta allá abajo,  en el sur!
Nos referimos al teatrero bonaerense Claudio Tolcachir, a quien los espectadores caraqueños han descubierto y aplaudido por intermedio del  fogoso espectáculo Tercer cuerpo que exhibió su grupo Timbre Cuatro, durante tres funciones, en la Sala Trasnocho dentro de la programación del 17 Festival Internacional de Teatro de Caracas.
Este fenómeno del teatro sureño, ya ungido por el unánime reconocimiento internacional, como reseñan en España, hace ya una década, en los momentos más duros de la crisis argentina, fundó en su casa, en el barrio de Boedo, en Buenos Aires, un espacio para el teatro, con escuela y sala para las representaciones en que apenas cabían unas decenas de personas. Para llegar a la sala había que llamar al timbre número cuatro y así bautizó a la compañía con la cual ahora exhibe sus obras en festivales y salas de medio mundo. Un artista que luchó y mantiene un espacio propio para trabajar y mostrarse junto a los que creen en él y en sus búsquedas.
TRILOGIA HUMANA
Y como demostración de su simultaneidad y capacidad de gerencia y organización, mientras aquí en Caracas Tercer cuerpo dejaba absortos y en santa paz  a la inquieta audiencia, en  una sala de Bilbao, otros seis actores de Timbre 4  mostraban El viento de un violín, la tercera pieza de una trilogía que comenzó con La omisión de la familia Coleman—representada en España en 2009— y siguió con Tercer cuerpo. En la primera, se abordó la desestructuración de una familia con problemas de marginación; en la segunda, Tolcachir insiste con las relaciones humanas llevadas a situaciones límite, mientras que en la tercera se ahonda en los vínculos entre madres e hijos. Esos tres espectáculos muestran un teatro sustentado sobre los diálogos y el trabajo de los actores, según criterios de la prensa hispana.
La crítica habla de trilogía, pero Tolcachir no tiene tan claro que lo sea. “Escribí tres obras y no sé si escribiré la cuarta. Es cierto que tienen cosas en común: el tipo de personajes, perdedores que viven en lugares incómodos, tratando de integrarse, aunque distintas por la actitud frente a la vida”.
TERCER CUERPO
 La promoción de prensa del FITC y las mismas charlas con los intérpretes no anunciaron las claves ni los conflictos presentes de Tercer cuerpo. Toda la información evadía las temáticas ahí presentes, como una especie de estrategia para mantener la sana expectativa y obligar a que el publico estuviese atento a todo lo que transcurría en la escena del Trasnocho, o en esa oficina, desorganizada y destartalada, donde tres mujeres y dos hombres le daban vida  a una propuesta escénica que llamó la atención de principio a fin porque los tradicionales esquemas de acción, tiempo, espacio y lugar  se presentan como un caos no solo de existencias sino también de objetos.
Los cinco actores-personajes (Melisa Hermida, Daniela Pal, José María Marcos, Hernán Grinstein y Magdalena Grondona) fueron lanzando las líneas de sus diálogos que se abrían como abanicos hacia múltiples conflictos existenciales, hasta que salta la liebre: el personaje de más edad irrumpe y cuenta los dolores íntimos sufridos por la muerte de su madre y al mismo tiempo va descubriendo sus aristas sexuales que culminan con la visita a la oficina del que ha sido su compañero sentimental, una especie de chulo o chapero que además tiene novia.
Tercer cuerpo, pues, es un pieza con una encubierta  o disfrazada proclama  a favor de los homosexuales enclosetados, esos  que en Argentina, donde ya hay matrimonios, o en cualquier lugar del planeta son chuleados porque no pueden o no se atreven a salir de closet ante el pánico del anatema social o la indolencia de la justicia que  nos los protege  porque son parte de una aparato antihomofóbico que mata o arruina las almas de los que se niegan a morir antes de tiempo.
Tercer cuerpo tiene una magistral dirección de actores  para impedir que la  violencia física pueda llevarlo todo al caos, pero en especial con los personajes femeninos que impiden las agresiones y bajan la tensión y todo tiende a normalizarse, o a dejar que transcurran los conflictos de los otros seres: una mujer que quiere ser madre pero no tiene novio ni marido, otra que no tiene hogar donde vivir y una tercera que no está definida. En síntesis, son seres que nadan contra corriente y tratan de salvarse en medio de un trabajo que ya abusa de ellos y los tiene como en un pudridero mientras los jubilan o les llega la muerte.
Tolcachir no  explica nada fuera de la escena de Tercer cuerpo y solo recuerda que es una oficina destartalada que se resiste a desaparecer, cuyos trabajadores apenas soportan las embestidas del sistema que está a punto de lanzarles al olvido. Unos seres que añoran amar y ser amados, pero que viven amparados en su propia incapacidad, sumidos en un drama que les absorbe hasta dejarlos exhaustos y solos.
Tolcachir  ha expresado que “el teatro son los actores” por encima de todo, incluso de la propia historia escénica. Actores que en esta ocasión caraqueña dieron calidad a un texto que ya de por sí está cargado de fuego, si ese  “fuego sagrado” que solo lo enciende  el buen teatro. Ese que  Melisa, Daniela, José María, Hernán y Magdalena introducen al público poco a poco en la historia con la maestría de un mago que prepara su truco final. Pero no es truco, pues ellos atrapan porque sus lágrimas y risas son reales. Tan verdaderas como puede serlo el drama que asola a cada uno de sus personajes. ¿Son argentinos o venezolanos?

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