Conocí
al periodista y pedagogo Carlos Fraga en el Rajatabla de Carlos Giménez,
durante los años 80, cuando era profesor del Taller Nacional de Teatro. Cumplió
su ciclo en esa fábrica de sueños y perdí su rastro.
Pasaron
muchas lunas y Fraga es un gurú del siglo XXI que explica
como el ser humano es una empresa en sí mismo y sólo cuando éste lo concientiza
y le da cabida en todos los sectores de su vida, sus logros son ilimitados y la
excelencia es parte espontánea de su hacer. Propone repotenciar el capital
humano hacia el éxito, haciendo énfasis en que la verdadera productividad
comienza cuando todas las partes que conforman esa empresa están ciento por
ciento involucradas, comprometidas y entusiasmadas.
Al
leer los escritos de Fraga revisé además las teorías de Lou Marinoff, quien
revela como para curar las patologías individuales y colectivas que pululan y
acosan a los seres humanos en este mundo posindustrial, hay que usar la filosofía.
Y hasta ofrece una especie de vademécum para alcanzar la plenitud y la
integridad en una sociedad cuyos desafíos desbordan las teorías existentes.
¡Nada banales los temas que desarrolla en su libro Más Platón y menos Prozac!
Fraga
y Marinoff son, pues, terapeutas útiles
con aquellos seres humanos preocupados por sus relaciones amorosas y por
encontrar un sentido a la existencia misma. ¿A quién esos temas y sus
consecuencias no lo desvelan por más que existan las redes sociales que
pretender ayudar al discurrir de la cotidianidad?
Y
evocamos aquí a Fraga porque lo
vimos y lo aplaudimos en el Centro
Cultural Corpbanca cuando ofició su sorprendente y humorístico unipersonal Hombres, mujeres...sexos sin guerra, delicioso espectáculo teatral que lleva dos años en
cartelera y ha sido visto por no menos de 15 mil personas a lo largo y ancho de
Venezuela.
Fraga,
durante la exploración que hizo para elaborar su monólogo, absorbió las tesis de
Pilar Sordo y Mark Gunger sobre las diferencias sustanciales entre ser hombre y
ser mujer en Latinoamericana y las diversas morfologías cerebrales de machos y
hembras; pero enfatizó en el trabajo de Williams Hardley, quien descubrió las cinco conductas que hacen que
el varón o la hembra se queden o huyan de una relación de pareja.
Hombres,
mujeres...sexos sin guerra es, púes, una
exaltación de la vida en pareja y por eso ahí enseña, de manera convincente,
porque a la mujer le gusta sentirse amada, incluida y llena de detalles; que le
conversen y cuenten; necesitan que su hombre sea inspiración y apoyo económico;
que haya verdad y transparencia en la relación y que su varón comparta con ella
los trabajos domésticos. Por su parte,
el hombre espera la plenitud sexual con su pareja, que sea auténtica
compañera, divertida y atractiva, no
sólo para él sino para su tribu, y que le respete el heroísmo y cuide el hogar.
¡Hagan el amor y no la guerra!
No
sabemos cuántas parejas aplican la formula Fraga, pero subrayo que en su show acentúa
serios aspectos de las relaciones íntimas y muestra la vida más atractiva. Con
histrionismo ejemplar echa su cuento, hace reír, convence y se agradece en
estos tiempos cuando la soledad es morir en vida.
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