Hace casi un año me creyeron muerto… pero
resulta que no es así. Vivo y disfruto de mis 45 años. He vuelto a dirigir
teatro y por eso hacemos temporada con La
maleta, una versión escénica de La
valija del argentino Julio Mauricio, toda una dramática comedia sobre unos
memorables cuernos matrimoniales, que exhibimos en el teatro Humboldt, en San
Bernardino, con Javier Vidal, Beba Rojas y Elvis Chaveinte, con la producción
de Cristina Neufeld. Volví a la UCV para
culminar mi licenciatura en Teatro, por supuesto. Y, por si fuera poco,
actualmente participo en el programa radial “Hoy por hoy” de Marianela Salazar
en Mágica 99.1, donde hago la
sección “Puro teatro”, los jueves entre la 1:30 y las 2:00 de la tarde. Como mi
homónimo bíblico, me salve de un naufragio y aquí voy. Otro Moisés Guevara,
repotenciado o experimentado mucho más. Donde perdí, gané, como dice el poeta.
SELLO GUEVARA
En la UCV tengo maravilloso cancerbero académico,
la dramaturga Xiomara Moreno, quien asegura
que debo culminar en el 2014. No hay apuro, no creo que nadie me de trabajo por
tener ahora un título universitario, curso dos o tres materias por semestre, no
puedo con más y además me place caminar por el claustro y recordar mis
tempranas conversaciones con mis maestros Ugo Ulive y Victoria De Stefano. Ahora
sí remato mi educación universitaria, pero
antes he recorrido, en largas tres décadas, casi todos los rubros del quehacer
teatral. Actor, director productor, profesor, gerente y todas estas
facetas, además de dramaturgizar la docena de piezas que he escenificado, las ha realizado con la misma pasión y
excelencia, porque he buscado que tengan el sello Guevara, y no soy inmodesto, pero
así lo han dicho la gente que sabe de las minucias teatrales y lo detectaron.
PARAISO CON CABRUJAS
Para nadie es secreta mi vida y soy un hombre
exclusivamente de teatro y que además llevo casi 20 años sacando adelante proyectos
de restauración de arquitectura de teatros, abriendo espacios, como el
del Paraíso, en los años 90, y el Trasnocho, a lo largo de los
primeros 12 años del siglo XXI.
Gracias a José Ignacio Cabrujas mudé mis
neuronas al Teatro del Paraíso, legendario espacio conocido como La Casa Sindical
del Paraíso. Dediqué dos años a gerenciar su restauración, aprendí de todo,
desde batir cemento hasta reconectar una consola de iluminación de los años 50.
Fue una maravilla y montamos: El pez que fuma, La casa de
Bernarda Alba, Sonny, diferencias sobre Otelo el Moro de Venecia, El
día que me quieras y Acto Cultural. En agosto de 1999 todo
aquello se derrumbó para los artistas. Venía un nuevo siglo y otros retos, como
los que vivo ahora.
Tengo presente que Cabrujas, de manera
premonitoria ante lo que se venía por mi trabajo y mis pasiones, me dijo antes
de su fatal y último viaje a Porlamar: “Moisés,
no hable mal de su gremio, eso hablará mal de usted”. Y me insistió en que
los teatreros “somos el sistema digestivo
del país al que pertenecemos, nuestro teatro de hoy intenta traducir lo que
somos”. No puedo olvidar jamás sus predicas y más ahora en estos tiempos de
torva teatralidad social.
TRASNOCHO
Tampoco puedo dejar de evocar el proyecto del Teatro
Trasnocho, al cual dediqué 12 años. Cambié su diseño original y lo convertí a
tiempo en una sala polivalente, es mi hijo más grande. Y mi hijo pequeño y
consentido es el Espacio Plural. Ya no estoy ahí, pero los hijos deben crecer.
Esa es la más grande aventura del teatro independiente venezolano en lo que del
siglo y la bisagra del movimiento del mal llamado teatro comercial. Ahí está mi
contribución, que ni los mezquinos de siempre pueden silenciar o borrar.
La idea proviene de la que es, hoy en día, la
Junta Directiva del Trasnocho Cultural. Ese consorcio, dueño del Centro Comercial
Paseo Las Mercedes, poseía las salas de cine que funcionaban en el
Trasnocho, las cuales estuvieron un poco más de ocho años cerradas y, por
una necesidad no sólo comercial sino espiritual, surgió la idea de
que estos cines volviesen otra vez a operar. Entonces se hizo una sala de cine
y una sala de teatro. De manera muy inteligente, esas personas buscaron
asesoría de gente que supiese lo que se debía hacer. Contactaron a Solveig Hoogesteijn como asesora
de la parte de cine y al tiempo me llamaron para que presentase una
propuesta sobre el área del teatro. Les pedí que me dieran un mes y en ese tiempo
diseñé todo un proyecto con una justificación. De ahí nace la idea de hacer un
teatro polivalente. A raíz de la aprobación de ese papel de trabajo
terminé quedándome como asesor, participo como mano derecha del
arquitecto Javier Garmendia y
realizo un Manual de Procedimiento y un Manual de Organización que
puntualizaban cómo debía funcionar la sala de teatro. La directiva me
planteó que me quedase y entonces determiné la estructura
operativa, ubicándome en la dirección artística del teatro, donde estuve hasta
el año pasado. Lo simpático de esta historia es que para reemplazarme nombraron
o contrataron a tres personas. ¡Casi que soy insustituible!
PROCESO DIGESTIVO
Creo que ahora el teatro caraqueño vive un buen
momento. Cada fin de semana hay ente 30 y 50 espectáculos. Claro, no se puede
comparar con lo que se hacía hace 20 o 30 años, porque el país cambió. El
teatro de ahora no es el que conocimos cuando estaban el Nuevo Grupo y La Compañía Nacional de Teatro, cuando había un aporte contundente
del Estado a la actividad cultural, sobre todo a la actividad teatral.
Hay una ponencia lindísima de Peter
Brook donde habla sobre cómo crece y se alimenta el teatro en los
períodos de crisis. Casualmente en este momento que estamos
viviendo – de conflictos económicos, políticos y sociales que nos
han ido degenerando- nuestro teatro florece porque esta sociedad
necesita revisar al país y al ser humano para poder entenderse.
Necesita hurgarse para poder comprender lo que está pasando. La cultura
termina siendo el proceso digestivo del público con el cual éste se
depura, entendiendo así sus propios errores.
LA TAQUILLA IMPORTANTE
Sigo sin entender a que denominan teatro
comercial. Creo que cuando hablamos de teatro comercial en realidad no estamos
queriendo definir puntual y precisamente una manera de hacer teatro sino en el
fondo lo que se deja colar es un prejuicio contra la rentabilidad de una
producción. El teatro de texto no se puede hacer para que lo vayan a ver
solamente 20 personas, eso no tiene ningún sentido. Nosotros hemos tenido
experiencia en el Trasnocho y en otras salas en las que han montado
clásicos con masiva asistencia de público. En realidad aquí, en vez de estar en
este conflicto, deberíamos estar todos luchando para montar un
Shakespeare, un Calderón o un Lope de Vega y además esforzarnos para que
la taquilla produzca lo suficiente para poder sostener la producción. Ahora
esto tiene que nacer de una gestión cultural, no sólo privada, sino también del
Estado.
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