Culminó temporada 2012 con no menos de 125 espectáculos y aún no
hemos publicado las reseñas de algunos de ellos, y, como hay almas descreídas, les
recordamos que el teatro venezolano ha sido, es y será revolucionario. Artistas,
dramaturgos y su oceánico público así lo han demostrado a lo largo de 412 años,
aunque en ocasiones surgen detractores y enemigos encubiertos que tratan de
asfixiarlo, de quitarle espacios, de desviarle recursos del Tesoro Nacional que
le pertenecen por ser una manifestación cultural y hasta han pretendido matar
por hambre a sus hacedores.
Hasta ahora nadie ha podido hacerlo claudicar ni desaparecer de
los escenarios y el boom del mal llamado teatro comercial es muestra de como
sus creadores si pueden sobrevivir gracias a su imaginación pero sin claudicar
en su filosofía de denuncia contra
injusticias, contra desatinos gubernamentales y exclusiones. La comedia aparentemente sosa o
banal tiene su veneno dirigido contra el poder, porque el teatro es arma
revolucionaria y por eso le temen o pretenden ignorarlos los poderosos. El
teatro siempre ha estado en la acera del frente pero sin poner en tela de
juicio su amor patrio.
Nuestro teatro no es
complaciente, ni frívolo, ni tampoco tarifado, ni servil; prefiere comerse las
migajas del banquete antes que deshonrarse.
El teatro no feneció ni siquiera ante el plomo de
las pistolas adecas y copeyanas. Hay que recordar como el régimen de Rómulo Betancourt
liquidó a tres teatreros- el actor, además de periodista y educador, César Burguillos; Oswaldo Orsini,
estudiante de arquitectura de la UCV; y el estudiante Reinaldo García, hijo de
la actriz María García- quienes participaron en revoltosos alzamientos contra
su régimen.
En medio de ese sórdido panorama de incertidumbres y
contradicciones para la sobrevivencia del arte escénico, a finales del año
2011, en Fundarte se planificó y materializó una muestra del teatro
contemporáneo, ese que estaba en
cartelera o en despensas de los teatreros, y fue así que se puso en marcha,
del 11 al 25 de noviembre, el Festival de Teatro Caracas 2011 (FTC 2011) con la
intervención de 80 agrupaciones y sus 600 actores para realizar más de 160
funciones en 13 salas, ocho espacios públicos recuperados y 30 espacios
comunitarios. Esas salas no cerraron durante la temporada 2012 y sirvieron para
que nuevas generaciones y algunas veteranas se exhibieran, gratis o con módica
entrada. Ha sido pan de los ciudadanos y alegría para sus artistas, al tiempo
que el teatro comercial roba fuego al cielo para incendiar sus escenarios y
convencer a sus clientes, quienes tienen que pagar sin chistar lo que consumen.
Durante el 2012 se
intensificó la acción de la generación del relevo, capacitada en Unearte y los
talleres de Rajatabla, entre otros, con lo cual las artes escénicas siguen
vigorosas. Y para cerrar esta visión a vuelo de pájaro de lo ocurrido, no
podemos ignorar la reaparición del Festival Internacional de Teatro de Caracas.
Llega el 2013 y el teatro por supuesto no
desaparecerá.
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