Otra vez más, el teatro venezolano
toma al VIH-SIDA como elemento dramático y lo convierte en metáfora artística
para exhibirlo en la Sala Julia Rojas, de Unearte, con el espectáculo Mátame, mamá, escrito y dirigido por
Elio Palencia. Las funciones de pre-estreno serán los días 8 y 9 de diciembre,
a las 7 pm y a las 6 pm.
ARGUMENTO
Elio Palencia explica que la obra se
desarrolla en Venezuela y corre el año
de 1993, sin tantos celulares ni uso de internet y Por
estas calles es la telenovela del momento, cuando Nubia Linares, maestra
jubilada del Grupo Escolar El Progreso de Puerto Cambur, se entera de que su
hijo Andrés ha sido infectado del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) o
SIDA. Ambos deben enfrentarse no sólo a los fantasmas y temores que rodean la
enfermedad, sino a la ignorancia y los prejuicios del pueblo donde vive Nubia.
Este es el argumento de ¡Mátame, mamá!, adaptación hecha por
Palencia de su texto Arráncame la vida,
el cual en 1997 y en 2010 fue llevado a
escena por Román Chalbaud y ahora, en ocasión del Día Mundial del SIDA, se
presenta en nueva propuesta, producido por El Galpón del Arte, con la dirección del propio autor, junto a
Citlalli Godoy y el impulso de la actriz Aura Rivas. Ella da vida a esa
particular madre venezolana, esta vez acompañada por el actor Salvador Pérez
Castro, la voz de la actriz Beatriz
Valdés y con las complicidades de Alfonso Rivas (Ambientación), Jonás Romero
(Banda Sonora), Gerónimo Reyes (Iluminación), Jonathan Rodríguez (Vestuario) y
Naghieli Godoy (Asistente de Producción).
ARRÁNCAME LA VIDA
-¿Por qué cambió el titulo y el texto?
preguntamos a Palencia.
-Cuando Aura Rivas me propuso retomar
ese texto escrito en los 90, me pregunté por el sentido y la vigencia que podía
tener, tanto en forma como en contenido. Me dispuse a revisar el texto y
consideré pertinente intervenirlo en función de los tiempos, los cambios
respecto al tema y la visión de quien va a participar en su puesta en escena.
De modo que Arráncame la vida sigue
llamándose así, pero con voluntad de acercarnos a un nuevo público nuevo y no
poco desparpajo, gracias al juego que nos permite el teatro, decidimos
retitular la versión como ¡Mátame, mamá!.
-¿Hace lo mismo que Rodolfo
Santana:obricidio?
-¡Para nada! O, al menos eso espero.
Con todo el respeto y la admiración hacia el gran maestro que seguirá siendo
Santana, muy por el contrario, intento, al igual que en la vida, revitalizar,
renovar el discurso. El teatro como espejo revelador de la vida que puede
llegar a ser es el reino de la persona y sus conflictos en el aquí y el ahora,
por tanto, el riesgo de los cambios le es consustancial, precisamente para que
siga vivo para quienes lo hacemos y para quienes lo ven.
-¿Cuáles son los cambios en
el texto?
-No muchos. La esencia es la misma:
el VIH-SIDA desde la visión de dos afectados, una madre y un hijo. Se han
contraído escenas y hecho algunos añadidos para precisar la época en la que
transcurre: el año 93, cuando la alarma por los caídos era tan acuciante.
También hemos querido potenciar la diferencia entre los dos discursos que
propone la pieza: las fantasías que genera la enfermedad a los ojos del
personaje del hijo y la realidad cotidiana de él con su madre durante una
semana en el pueblo donde vive ella.
-¿Cómo se plantea el montaje?
-Este texto, inicialmente, fue
escrito pensando en los registros de esa gran actriz que es Aura Rivas, por
tanto lo fundamental ha sido potenciar eso y la presencia de los actores, sobre
un espacio ambientado de manera muy minimalista. La idea ha sido jugar con los
planos y texturas de fantasía y realidad. Parafraseando a lo que decía un
científico hace años, antes se encontraría la respuesta médica a la pandemia,
que la superación del trauma social con sus estigmas y fantasmas. En principio
se tiene previsto un pre-estreno en la sala Ana Julia Rojas de Uneartes, los
días 7 y 8 de diciembre, en ocasión al Día Internacional del VIH-SIDA, también
la participación al Festival Nacional el próximo año, una posible temporada, quizás
en Rajatabla, y el intento de mostrar el montaje en el interior, esto último ha
influido en los pocos elementos y en su plantearnos no intimista, sino
susceptible de ser presentado en salas de gran aforo.
-¿Qué ha pasado con el Teatro
del SIDA, ese que desde los años 80 viene denunciando esa crisis en la salud y
en el amor de los seres humanos?
-Desconozco acerca de textos y
montajes creados últimamente respecto al tema. Pero, si bien gracias a los
tratamientos retrovirales, la situación ha cambiado para mejor, el estigma
hacia los afectados, al igual que los fantasmas de enfermedad y muerte. Aún
muchos ignoran que VIH no es necesariamente sinónimo de muerte y, lo que es más
grave, la desinformación y los prejuicios, siguen presentes. Hace poco me enteré
por un paramédico que trabaja en VIH-SIDA que, en nuestro país, la mayoría de
los nuevos seropositivos son menores de 25 años. ¿No indica esto que aún hay mucho por decir y hacer respecto al
tema? El teatro sigue siendo un espacio para ello.
TEATRO DEL SIDA
Elio
Palencia, Marco Purroy y Johnny Gavlovski, en 1990, y David Osorio Lovera, en
1991, coincidieron, sin previo acuerdo entre sí, llevar al teatro como
elementos dramáticos de sus piezas a personajes afectados por “el mal del
siglo” o sea infectados por un virus extraño que vino de lejos, el tristemente
famoso Síndrome de la Inmunodeficiencia. En síntesis, esos cuatro venezolanos,
preocupados ante el peligro que se cierne sobre la libertad de los seres
humanos para amar en toda intensidad posible, se fijaron en ese tema del SIDA,
lo amaron y optaron por escribir sus textos: Anatomía de un viaje, Habitación
independiente para un hombre solo, Hombre
y El último brunch de la década.
Añadieron, pues, a la larga de personajes del prototipo venezolano, a seres
nunca antes vistos en la escena, homosexuales, bisexuales o heterosexuales
infectados por virus del SIDA, el cual pone en peligro a la humanidad entera,
sin distingos de costumbres amatorias, y/o sexuales. Y eso es precisamente una
novedad en el teatro de Venezuela, para no citar al de otros países, el que sus
dramaturgos escriban sobre el temible SIDA. Esas piezas teatrales, junto a las
del precursor Amado Naspe, son las primeras que se mostraron en Venezuela. Esa
respetable lista prosiguió aumentando: Palencia estrenó en 1997 a Arráncame la vida y en 2010 se agregó
el trabajo de Julio Bouley y José Luis Pérez: Vamos a imaginar que nos estamos tomando un café treinta años después/ Testimonio
teatral en 7 tiempos. ¡El SIDA está ahí, agazapado, esperando a sus
víctimas, tratando de impedir que los seres humanos se amen!
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