Ignacio Montes y Guillermo García en la película de Miguel Ferrari |
Teatro y cine son usados por los venezolanos para
luchar por los derechos humanos, aunque las industrias culturales foráneas roban
audiencia al adueñarse de salas, cinematógrafos y banalizar la televisión
local. Sus hacedores resisten para no ser borrados y presentan sus creaciones
en obvia desventaja promocional ante lo que viene de afuera. Revisar esas sagas
suele ser una ácida tarea para estudiosos de avances y/o desarrollos de ambas
disciplinas en los últimos años.
El pez que
fuma (1968 y 1977), melodrama y película de Román
Chalbaud, y La revolución (1971), comedia de Isaac Chocrón, son
estandartes de una guerra contra la homofobia, mal psicosocial que se
caracteriza por su odio contra homosexuales, lesbianas y transexuales. Enfermedad
que, con racismo, xenofobia y misoginia, constituye el mascarón de proa del
fascismo, ideología que el capitalismo aupó y mantiene para frenar a sus
adversarios;aunque hay otras tendencias, totalitarias ,apuntaladas en creencias religiosas, que arremeten contra los diferentes.
El teatro sigue la ruta antihomofóbica de Chalbaud
y Chocrón y durante las temporadas 2011 y 2012 deja un récord de nueve montajes: Novia en rojo, nuestro
monólogo sobre el transexual Esdras Parra. El fantasma de Bonnie de nuestra autoría. Amén del catalán Carlos Be. Vino la reina de
Karin Valecillos. Hombre casado busca
de Martin Hahn. La disculpa de César
Rojas Márquez. Detrás de la avenida
y Mátame, mamá de Elio Palencia y De todas, todas de José Simón Escalona.
Tras las películas de Mauricio Walerstein -La máxima felicidad (1982) y Macho y hembra
(1984)- el cine quedó rezagado, pero durante los años 2010 y 2012 exhibió Cheila, una casa para maíta de Eduardo
Barberena y Azul y no tan rosa
de Miguel Ferrari, gritos solitarios en las pantallas contra la asesina
homofobia.
Que la homofobia mata se reitera, una vez más, de
manera estrujante, gracias la ópera prima de Miguel Ferrari, protagonizada por
Guillermo García (Diego, fotógrafo gay), Sócrates Serrano (Fabrizio, ginecólogo
gay), Ignacio Montes (Armando, hijo
adolescente de Diego) e Hilda Abrahamz (Delirio, transexual femenino), entre
otros comediantes como Carolina Torres, Elba Escobar, Juan Jesús Valverde,
Beatriz Valdés, Aroldo Betancourt, Daniela Alvarado, Alexander Da Silva, Arlette
Torres y Juan Carlos Lares, quienes ahí se la jugaron para crear un buen largo
sobre “el sexo de las hormigas”, como alguien calificó a la homosexualidad en
la pantalla.
Guión coherente y respetuoso de la verdad de los
personajes y servido para los actores, quienes, sin excepción, se lo tomaron en
serio. Fotografía preciosa y producción cuidada. Dirección general muy
profesional.
¿Qué es Azul
y no tan rosa? El público sensible puede rotular: cine gay, telenovela
homosexual o teatro filmado. Cualquier adjetivo demuestra que está choqueado
con la violencia materializada en la pantalla, odio que destruye la felicidad
de dos seres humanos que tenían derecho a amar y ser amados, seres productivos
y además artistas. Tragedia que estalla porque un joven se irrita ante el beso
que Diego y Fabrizio se dan en un restaurante. Historia de amor abortado, pero
la ficción es superada por la realidad, que además toca las relaciones de un
papá gay con su hijo heterosexual. Más no se puede pedir, sino aplausos y éxito
en la taquilla.
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