sábado, diciembre 29, 2012

Azul y no tan rosa

Ignacio Montes y Guillermo García en la película de Miguel Ferrari

Teatro y cine son usados por los venezolanos para luchar por los derechos humanos, aunque las industrias culturales foráneas roban audiencia al adueñarse de salas, cinematógrafos y banalizar la televisión local. Sus hacedores resisten para no ser borrados y presentan sus creaciones en obvia desventaja promocional ante lo que viene de afuera. Revisar esas sagas suele ser una ácida tarea para estudiosos de avances y/o desarrollos de ambas disciplinas en los últimos  años.
El pez que fuma (1968 y 1977), melodrama y película de Román Chalbaud, y La revolución (1971), comedia de Isaac Chocrón, son estandartes de una guerra contra la homofobia, mal psicosocial que se caracteriza por su odio contra homosexuales, lesbianas y transexuales. Enfermedad que, con racismo, xenofobia y misoginia, constituye el mascarón de proa del fascismo, ideología que el capitalismo aupó y mantiene para frenar a sus adversarios;aunque hay otras tendencias, totalitarias ,apuntaladas en creencias religiosas, que arremeten contra los diferentes.
El teatro sigue la ruta antihomofóbica de Chalbaud y Chocrón y durante las temporadas 2011 y 2012 deja un récord de nueve montajes: Novia en rojo, nuestro monólogo sobre el transexual Esdras Parra. El fantasma de Bonnie de nuestra autoría. Amén del catalán Carlos Be. Vino la reina de Karin Valecillos. Hombre casado busca de Martin Hahn. La disculpa de César Rojas Márquez. Detrás de la avenida y Mátame, mamá de Elio Palencia y De todas, todas de José Simón Escalona.
Tras las películas de Mauricio Walerstein -La máxima felicidad (1982) y Macho y hembra (1984)- el cine quedó rezagado, pero durante los años 2010 y 2012 exhibió Cheila, una casa para maíta de Eduardo Barberena y Azul y no tan  rosa de Miguel Ferrari, gritos solitarios en las pantallas contra la asesina homofobia.
Que la homofobia mata se reitera, una vez más, de manera estrujante, gracias la ópera prima de Miguel Ferrari, protagonizada por Guillermo García (Diego, fotógrafo gay), Sócrates Serrano (Fabrizio, ginecólogo gay), Ignacio Montes  (Armando, hijo adolescente de Diego) e Hilda Abrahamz (Delirio, transexual femenino), entre otros comediantes como Carolina Torres, Elba Escobar, Juan Jesús Valverde, Beatriz Valdés, Aroldo Betancourt, Daniela Alvarado, Alexander Da Silva, Arlette Torres y Juan Carlos Lares, quienes ahí se la jugaron para crear un buen largo sobre “el sexo de las hormigas”, como alguien calificó a la homosexualidad en la pantalla.
Guión coherente y respetuoso de la verdad de los personajes y servido para los actores, quienes, sin excepción, se lo tomaron en serio. Fotografía preciosa y producción cuidada. Dirección general muy profesional.
¿Qué es Azul y no tan rosa? El público sensible puede rotular: cine gay, telenovela homosexual o teatro filmado. Cualquier adjetivo demuestra que está choqueado con la violencia materializada en la pantalla, odio que destruye la felicidad de dos seres humanos que tenían derecho a amar y ser amados, seres productivos y además artistas. Tragedia que estalla porque un joven se irrita ante el beso que Diego y Fabrizio se dan en un restaurante. Historia de amor abortado, pero la ficción es superada por la realidad, que además toca las relaciones de un papá gay con su hijo heterosexual. Más no se puede pedir, sino aplausos y éxito en la taquilla.





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